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R E V I S T A D E L I N S T I T U T O D E C I E N C I A S J U R Í D I C A S
TRANSEXUALIDAD, HOMOSEXUALIDAD Y FAMILIA
(REFLEXIONES TEÓRICAS Y RESULTADOS DE
TRABAJO DESDE UNA VISIÓN DE LA PSICOLOGÍA)
Pedro Fernández Olazábal*
SUMARIO
I
. L
OS
TRASTORNOS
SEXUALES
(
REFLEXIONES
TEÓRICAS
)
II
. L
A
FAMILIA
COMO
GRUPO
SOCIAL
Y
SU
ROL
EN
LA
FORMACIÓN
DE
LA
PERSONALIDAD
Y
LA
SEXUALIDAD
III
. C
ARACTERIZACIÓN
PSICOLÓGICA
DE
LA
FAMILIA
DEL
TRANSEXUAL
Y
EL
HOMOSEXUAL
(
RESULTADOS
DE
TRABAJO
)
IV
. C
ONCLUSIONES
26
*
Doctor en ciencias psicológicas, Universidad de Camagüey, Cuba. Profesor adjunto de la Escuela
Libre
de Psicología de Puebla.
RESUMEN
El autor presenta reflexiones teóricas
en torno a la conceptualización de los
trastornos sexuales, su diferenciación
con variantes de la sexualidad humana
y la visión crítica desde las posiciones
de la psicología de la personalidad. Esta
visión personológica, facilita las valora-
ciones acerca del papel de la familia en
el desarrollo de la personalidad y especí-
ficamente de la esfera sexual, en la cual
se concibe la misma como contexto del
desarrollo, independientemente de su
estructura y tipo. Muestra como resul-
tado una caracterización psicológica
de la dinámica familiar con respecto a
variantes de la sexualidad y los trastor-
nos sexuales.
ABSTRACT
It presents theoretical reflections around
the conceptualization of the sexual
dysfunctions, their differentiation with
variants of the human sexuality and the
vision criticizes from the positions of
the psychology of the personality. This
vision of the personality, facilitates the
valuations about the paper of the fam-
ily in the development of the same one
and specifically of the sexual sphere,
in which the same one is conceived as
context of the development, indepen-
dently of its structure and type. It shows
a psychological characterization of the
family dynamics as a result with regard
to variants of the sexuality and the sex-
ual dysfunctions.
27
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O T O Ñ O / I N V I E R N O
2 0 0 7
I
. L
OS
TRASTORNOS
SEXUALES
(
REFLEXIONES
TEÓRICAS
)
La Clasificación Internacional de las Enfermedades en su décima revisión,
conocida como
CIE
10, clasifica en sus categorías principales los trastornos
referidos a la vida sexual del ser humano. Considera para su descripción
como dimensiones fundamentales de la sexualidad la identidad sexual (
CIE
-
10, Epígrafe
F
64), la inclinación sexual (
CIE
-10, Epígrafe
F
65), el desarrollo
sexual y los trastornos, problemas o situaciones patológicas asociadas a la
orientación sexual (
CIE
-10, Epígrafe
F
66). Cada una de estas dimensiones
se refiere a aspectos esenciales de la vida sexual, aunque en la citada cla-
sificación no se especifican conceptualmente las mismas.
Así, por ejemplo, la identidad sexual, devenida como resultante de la
identidad de género, y ésta a su vez de los niveles subjetivos de la iden-
tidad queda sólo al nivel de sus trastornos o distorsiones, sin valorar su
dimensión general, que resulta vital para la reflexión que en este artículo
se referirá y para la comprensión de la sexualidad humana en su dimen-
sión psicológica y sociocultural.
Por este motivo, se valorará cada dimensión desde su concepción ge-
neral para después especificar los trastornos.
Identidad sexual:
Es el resultado de la valoración de la correspondencia
entre el sexo biológico y la construcción psicosocial de género asociada,
como estereotipo a ese sexo biológico. Es la interiorización, la estructura-
ción y consolidación al nivel personológico individual, es decir al nivel de
la organización psicológico-subjetiva individual del conjunto de procesos
psicológicos que garantizan la conceptualización del yo como varón o
hembra, como hombre o mujer. Este contenido interiorizado, como cua-
lidad psicológica individual, matiza todo el sistema de autopercepción,
autoconceptualización, autovaloración y autorreflexión del sujeto en co-
rrespondencia con los grupos de hembras o varones. Es la percepción del
sistema de relaciones y de pertenencias y referencias con esos grupos.
Según E. Barberá (1998), “es el proceso por el que cada cual se sabe per-
teneciente a un grupo de asignación sexual y excluido del otro”.
Como
podrá apreciarse, en la identidad sexual hay un alto compromiso para el
yo, para la autoconcepción de sí mismo. Se centra en la subjetividad, en
el sistema de autovaloraciones del sujeto, rebasando el contexto concreto
de las relaciones sexuales, y el placer sexual va más allá del acto concreto
referido al coito, los juegos sexuales o la excitación sexual.
28
R E V I S T A D E L I N S T I T U T O D E C I E N C I A S J U R Í D I C A S
De esta manera los llamados trastornos de la identidad sexual, impli-
can una inconformidad con el sexo biológico y la construcción de género
asignada. El sujeto vivencia diferencias que provocan malestar, incompa-
tibilidad sexo-género, dificultades en la integración a grupos sexualmente
asignados e imposibilidad para incorporar los patrones de conducta gené-
rica esperados según su sexo biológico. La incompatibilidad con el yo llega
al nivel del trastorno, de distorsión del autoconcepto y de ruptura con la
identidad esperada, así como enfrentamiento en lo social para asumir la
identidad deseada. En resumen la identidad sexual trastornada es una for-
ma de no ser lo que se debería ser, y a la vez, no ser lo que se ansía ser.
La búsqueda del placer queda “diluida, expandida o quizás enmascara-
da en la asunción de la identidad y las formas de vida del sexo deseado y
no concretamente en la relación sexual.
En este acápite el
CIE
10 reconoce
los siguientes trastornos:
•
Transexualismo
(
F
64.0): Consiste en el deseo de vivir y ser aceptado
como un miembro del sexo opuesto, que suele acompañarse por
sentimientos de malestar o desacuerdo con el sexo anatómico propio
y de deseos de someterse a tratamiento quirúrgico u hormonal para
hacer que el propio cuerpo concuerde lo más posible con el sexo
preferido. Es un trastorno estable, cuyas pautas para el diagnóstico
conciben que la identidad transexual debe haber estado presente,
constantemente y de forma estable, por lo menos durante dos años,
y no ser un síntoma de otro trastorno mental, como esquizofrenia,
o acompañar a cualquier anomalía intersexual, genética o de los
cromosomas sexuales.
•
Trasvestismo no fetichista
(
F
64.1): Consiste en llevar ropas del sexo
opuesto durante una parte de la propia existencia a fin de disfrutar
de la experiencia transitoria de pertenecer al sexo opuesto, pero
sin ningún deseo de llevar a cabo un cambio de sexo permanente
y menos aún de ser sometido a una intervención quirúrgica para
ello. Debe ser distinguido del trasvestismo fetichista, en el que
hay una excitación sexual acompañando a estas experiencias de
cambio de vestido.
•
Trastorno de la identidad sexual en la infancia
(
F
64.2): Se trata
de trastornos que suelen manifestarse, por primera vez, durante
la primera infancia (siempre antes de la pubertad), caracterizado
por un malestar intenso y persistente debido al sexo propio, junto
29
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al deseo (o insistencia) de pertenecer al sexo opuesto. Hay una
preocupación constante con el vestido o las actividades del sexo
opuesto, o un rechazo hacia el propio sexo. Se cree que estos
trastornos son relativamente raros y no deben confundirse con
la falta de conformidad en el papel sexual socialmente aceptado,
que es mucho más frecuente. El diagnóstico del trastorno de
la identidad sexual requiere una profunda alteración en el
sentimiento normal de masculinidad o feminidad. No es suficiente
la simple masculinización de los hábitos en las chicas o el
afeminamiento de los chicos. Es un deseo general y persistente
de ser, o insistencia de que se es del sexo opuesto al propio, junto
a un intenso rechazo del comportamiento, atributos y atuendos
del mismo.
Los trastornos difieren en sus manifestaciones clínicas, comportamen-
tales y psicológicas, pero mantienen como denominador común el conflic-
to con el yo, con el sí mismo y con el autoconcepto, variables psicológicas
que dan al traste con la integración del sujeto a grupos, a la vida social,
a la vida afectiva, a las relaciones interpersonales y por supuesto a la fa-
milia, grupo especial que se caracteriza por ser el punto diana, el origen y
el condicionante principal de muchos de los trastornos o situaciones del
desarrollo de la personalidad.
La inclinación sexual:
Se refiere a la excitación sexual, a la búsqueda
del placer, a la satisfacción imperiosa de necesidades sexuales relaciona-
das con objetos, partes del cuerpo, situaciones o fenómenos considerados
como objetos sexuales propiamente dichos, como provocadores o facili-
tadores de la excitación sexual. Difiere de la identidad por estar pegada
y determinada por la satisfacción de necesidades concretas, necesidades
de placer y dependencia de los objetos o situaciones generadores de la
excitación sexual.
El análisis psicológico del problema, desde la perspectiva personológi-
ca, choca ineludiblemente y desde una primera aproximación, con el tér-
mino
inclinación sexual.
Este término, desde cualquier perspectiva resulta
ambiguo, poco definido y poco esclarecedor del problema que pretende
abordar. A criterio del autor, al referir esa dimensión de la sexualidad, se
trata de necesidades sexuales, y no de inclinación a algo; se trata de deseos
irreprimibles, de impulsos incontrolables con respecto a objetos, personas
30
R E V I S T A D E L I N S T I T U T O D E C I E N C I A S J U R Í D I C A S
o situaciones no concebidas en el ámbito sociocultural como portadoras
de connotación sexual o erótica.
La necesidad, como carencia, sólo se incentiva y adquiere sentido,
cuando se encuentra con el objeto que potencialmente la satisface. Es este
encuentro necesidad-objeto, quien facilita que este último devenga en mo-
tivo de la actividad, que a su vez se orientará a la satisfacción de la nece-
sidad. Por tanto, más que inclinación se trata de necesidad y motivo, de la
necesidad a satisfacer y del motivo que induce la actuación, a la búsqueda
del objeto deseado, obviando relaciones sociales, familiares y grupales, así
como los aspectos de la cultura pautados socialmente.
No se refiere a un compromiso del yo, o de la identidad, sino que refleja
los aspectos específicos de la búsqueda del placer, al cual puede vivirse de
manera obsesiva, esporádica, poco frecuente o sistemática. De cualquier
manera pone en peligro la estabilidad y el equilibrio psicológico del sujeto,
al menos durante un periodo, la estabilidad y el equilibrio de la familia
y llega hasta la peligrosidad social. La diferencia además se centra en la
forma de vivenciar el trastorno y en la configuración personológica del
sujeto: en los casos de compromiso a la identidad la vivencia tiende al
sufrimiento, al vivir neurótico, a la idea fija e irreductible de ser o querer
ser del otro sexo, con aislamiento, autorrechazo y evasión de la realidad.
En el caso de los trastornos de las necesidades o inclinación sexual, se trata
de vivir en la búsqueda del placer, en la búsqueda del objeto que satisface
la necesidad o facilita la excitación.
En este caso el
CIE
-10, en su epígrafe
F
65, contempla como trastornos
a la generalidad de las parafilias, y se destacan entre ellas, el fetichis-
mo, (
F
65.0), el trasvestismo fetichista (
F
65.1), el exhibicionismo (
F
65.2), la
escoptofilia (
F
65.3), la paidofilia (
F
65.4), el sadomasoquismo (
F
65.5), los
trastornos múltiples de la inclinación sexual (
F
65.6), otros trastornos de la
inclinación sexual (
F
65.8) y los no especificados (
F
65.9).
Cada uno de estos trastornos difiere en el objeto o la situación deseada
y necesaria para la excitación y el placer sexual, pero tienen en común la
necesidad, la vivencia de dependencia y la búsqueda de ese placer; además
el contacto con el objeto es la fuente fundamental y en ocasiones única de
placer y excitación sexual. Puede acompañarse de vivencias circunstan-
ciales de culpa, pero no compromete la identidad, ni el sujeto vivencia el
trastorno de forma abierta ante la sociedad.
Estos trastornos tienen una repercusión a largo o corto plazo, pero de
gran intensidad en la familia y los grupos de pertenencia del sujeto, so-
31
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bre todo cuando implican daños o molestias a terceros, y por supuesto se
acompañan de un sistema o conjunto de situaciones estigmatizantes para
la familia a nivel de la sociedad.
El desarrollo y la orientación sexual:
El desarrollo sexual del ser huma-
no es pluridimensional. Tiene que ver fundamentalmente con una dimen-
sión biológica, psicológica o psicosexual y social. Su punto más elevado o
crítico se da en la adolescencia, periodo en el que los cambios puberales,
el desarrollo y la maduración de las estructuras anatómico-sexuales y los
procesos fisiológicos se dan de forma vertiginosa, trayendo consigo una
fuerte repercusión en la estructuración de la personalidad en formación
del adolescente, de su estructuración psicológica y la definición de muchos
de sus contenidos. La adolescencia es un momento decisivo en la con-
formación de la identidad sexual, en el reconocimiento y el surgimiento
de necesidades sexuales y en el desarrollo psicosexual del sujeto. En este
periodo se dan grandes pasos para el reconocimiento y la consolidación de
la orientación sexual futura. La orientación sexual no es patológica en sí,
es un reconocimiento de la singularidad y la individualidad de cada cual
con respecto a su sexualidad. Se refiere a las vías por las cuales transcurre
la vida sexual del ser humano, a su sistema de preferencias, expectativas,
satisfacciones y sentido personal de la relación amorosa-sexual con per-
sonas del sexo opuesto o del mismo sexo.
En su conformación implica un complejo proceso de interiorización-
exteriorización, reflexiones y autorreflexiones, valoraciones del mundo, de
los demás y de sí mismo, confrontaciones con grupos de pertenencia, la
familia como un grupo de este tipo por excelencia, vivencias de compro-
misos afectivos y morales, valoración y enfrentamiento con estereotipos
sociales, tradiciones, costumbres y prejuicios; es el choque con la intersub-
jetividad que le antecede, con la cultura y las exigencias sociales, así como
con los estereotipos de género. La orientación sexual es contenido esencial
y necesario de la identidad sexual, pero no la supera como concepto en su
grado de alcance y amplitud.
Se reconocen como formas de la orientación sexual: la heterosexuali-
dad, la homosexualidad, la bisexualidad y otras, entre las que se incluyen
las puberales. Si bien ellas no constituyen trastornos en sí mismas, sí se
pueden acompañar de varios de ellos, entre los que se destacan los refe-
ridos a la egodistonía, como elemento distorsionador. Así se señala en la
clasificación la orientación sexual egodistónica (
F
66.0), concebida como la
inconformidad o inseguridad adquirida con la orientación sexual. Se con-
32
R E V I S T A D E L I N S T I T U T O D E C I E N C I A S J U R Í D I C A S
cibe, además, el trastorno de la relación sexual (
F
66.2), como consecuencia
de dificultades o distorsiones de la identidad o la orientación, y los trastor-
nos de la maduración sexual (
F
66.0), en los cuales, más que un fenómeno
madurativo lo afectado es el reconocimiento de una naciente orientación
sexual, o la estabilidad de la supuestamente conformada con anterioridad.
Pone en peligro la conciencia de identidad, en el caso del adolescente, y la
estabilidad de la orientación, en el caso del adulto. No se trata, a criterio
del autor, de una maduración dañada, acelerada o tardía, sino de un siste-
ma personológico, subjetivo individual, que se dinamiza, se transforma y
genera nuevas necesidades y motivos, provocando una situación de crisis,
en ocasiones antagónica entre lo nuevo a reconocer y los habituales pa-
trones de comportamiento aceptados en lo personal y lo social.
Son trastornos o situaciones profundamente vivenciales para el sujeto,
y con gran repercusión en la familia y los grupos de pertenencia, implican
cambios sustanciales de formas de vivir, nuevas formas de reconocimiento
del sí mismo, autoaceptación y autovaloración, así como un fuerte com-
promiso para el sí mismo, el yo y los sistemas valorativos de la sociedad.
De forma general la descripción de los trastornos sexuales referidos
en la clasificación tiene en cuenta fundamentalmente aspectos de índole
psicológica, tales como identidad psicológica y de género, conducta, ne-
cesidades, motivaciones, orientación sexual, sentidos personales, el yo, el
sí mismo y otras. Por tanto se impone la valoración de los contextos de
desarrollo psicológico, de la situación social del desarrollo y de los agentes
encargados directamente de la mediación social y la socialización como
proceso formador de la personalidad.
En este sentido se hace necesaria la valoración de los aspectos teóri-
cos de los trastornos sexuales, lo cual es condición indispensable para su
análisis objetivo y la influencia en ese proceso. Se deben tener en cuenta
los factores reguladores externos, como la familia y los grupos y sus po-
tencialidades como futuros contenidos autorreguladores.
Sólo el esclarecimiento de estos aspectos del nivel teórico permitirá
la valoración del papel de la familia, como integrante y conductora de
cualquier situación social del desarrollo psicológico y de la formación de
la personalidad, permitiendo alejarse de las consabidas, y ya casi manidas,
recomendaciones para el tratamiento o manejo familiar y en la familia de
cualquier trastorno, situación o crisis de la vida de un sujeto, sobre todo
en el contexto de las acciones con objetivos educativos, de salud o supues-
tamente desarrolladores.
33
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II
. L
A
FAMILIA
COMO
GRUPO
SOCIAL
Y
SU
ROL
EN
LA
FORMACIÓN
DE
LA
PERSONALIDAD
Y
LA
SEXUALIDAD
La familia, como grupo, cumple una función esencial de mediación entre
el individuo y la sociedad, es decir de mediadora y agente socializador por
excelencia. Es el núcleo primario del hombre, donde surgen y se desarro-
llan las primeras vivencias afectivas, la primera percepción de identidad
y de diferenciación del yo, con respecto a otros seres humanos y al medio
circundante. Es en la familia donde se aprueban, estimulan, refuerzan o
desaprueban las primeras instancias comportamentales, las normas de
conducta social y las primeras relaciones interpersonales, y es en ella
donde todas estas dimensiones del funcionamiento psicológico y social
del ser humano van adquiriendo sentido personal. Es en la familia donde
se pautan las primeras nociones de género e identidad sexual, donde el
niño va incorporando, según la interiorización de las valoraciones de los
adultos afectivamente significativos para él, los sistemas de expectativas
de género, los patrones de autoaceptación y de adecuación a normas so-
ciales. Esta interacción es vital para la conformación de estructuras de
personalidad, contenidos psicológicos, reconocimiento de necesidades y
motivos de conducta relacionados con una “sexualidad sana”.
La concepción de la sexualidad, como cualidad moral, como instancia
moralizante o desmoralizante, es en gran medida conformada y legalizada
por la familia. De esta manera se desarrollan y afianzan en el sujeto opi-
niones, valoraciones, normas, prejuicios y estereotipos, que acompañarán
al deseo y las motivaciones sexuales durante toda la vida o gran parte de
ella. Es así precisamente como se producen las instancias psicosociales,
inicialmente como reguladores externos y posteriormente como instancias
autorreguladoras del funcionamiento personológico y sexual del sujeto.
La familia, como grupo social, ha sufrido y sufre cambios esenciales. Esta
realidad, por una parte legaliza su carácter dinámico y por otra la convierte
en unidad de análisis y punto de reflexión para el estudio y la comprensión
de los problemas del hombre. En ella se dan confrontaciones entre valores,
entre “valores emergentes” y “valores tradicionales” (Arés, M. P., 2002). Así,
lo emergente, lo nuevo, resultado de una época, es lo crítico, lo no aceptado,
lo que falta por probar y que da al traste con la tradición, generadora de
seguridad. No obstante la familia se ha modificado y se modifica, tanto en
su dimensión estructural, como en la psicológica, planteándole a las cien-
cias encargadas de su estudio y a los profesionales en la práctica la tarea de
34
R E V I S T A D E L I N S T I T U T O D E C I E N C I A S J U R Í D I C A S
deconstruir su concepto tradicional. Según Arés (2002), “tras esa decons-
trucción el concepto de familia queda para algunos autores definido como la
unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común,
que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de perte-
nencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y
se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia”.
El concepto enfatiza en la unión de personas, la comunidad de obje-
tivos y proyectos, los sentimientos de pertenencia al grupo y las intensas
y profundas relaciones afectivas entre los miembros. Es precisamente a
esto a lo que está llamada la familia, a la formación de la personalidad, la
comprensión y el respeto a la individualidad.
Estos valores intrínsecos del grupo familiar, que emergen como priori-
tarios y necesarios para una época nueva, en detrimento de valores tradi-
cionales centrados en lo formal externo de la familia y su imagen social,
determinan y a la vez son expresión de los cambios por los que atraviesa
la familia como institución social. Ilustra estos cambios la concepción de
que para ser considerada familia, no sea condición indispensable el ma-
trimonio legal, el tener hijos, o la unión rígida y para toda la vida de la
pareja original. De hecho la familia decide si tiene hijos o no, si la pareja
continúa o si se reestructura o reensambla la familia, la mujer decide si cría
los hijos en compañía de un hombre o no, incluso las personas deciden el
sexo preferido de su pareja.
Varios países han aprobado el matrimonio entre personas del mismo
sexo, y se discute la adopción de niños y niñas por parejas formadas por
personas del mismo sexo.
La llamada
familia homoparental
, formada por una pareja del mismo
sexo, ya sean dos mujeres o dos hombres, reclama cada vez más su lugar
en la sociedad y el espacio para el cumplimiento de sus funciones como
familia. El diario español
El País
, en número de junio de 2006, refleja esta-
dísticas de adopción y convivencia de niños por familias homoparentales,
de un 1%, en países como Holanda y Reino Unido, así como en Estados
Unidos de América. Se estima que en España la cifra asciende a los 80,000
menores que viven bajo la tutela de este tipo de familia. Además estas pa-
rejas, en busca de su reconocimiento social, han fundado e integran una
asociación,
1
cuyo objetivo es promover la crianza de los hijos, su educa-
ción y socializar sus derechos a la familia.
1
La Asociación de Familias Gay y Lesbianas con aHijos e Hijas (Galehi, www.galehi.org), diario
El País
,
lunes 26 de junio de 2006.
35
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2 0 0 7
Resultados científicos (Del Mar, M, 2006)
2
corroboran que la diversi-
dad familiar es un hecho, cuyos modelos están constituidos no sólo por
las familias
homoparentales
, sino también por las
monoparentales
y las
reconstituidas.
En el caso de la homoparental se realizan estudios lon-
gitudinales acerca de su capacidad y potencialidad para la educación de
los hijos, frente a los modelos que niegan esta realidad y defienden la
capacidad educativa y el cumplimiento de funciones sólo para el modelo
tradicional de familia.
La referida psicóloga y la Academia Americana de Pediatría, después de
años de trabajo en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Suecia y Bélgi-
ca, publicó en un número especial de su revista del año 2000, que existe
equivalencia entre el desarrollo de los niños criados por familias homopa-
rentales y los criados por familias heterosexuales. En su estudio consideró
los siguientes indicadores:
•
Presencia de perfiles personales sanos.
•
Capacidad educativa adecuada.
•
Dinámica familiar saludable o funcional.
•
Apoyo social suficiente.
El análisis de estos indicadores en las familias homoparentales estudia-
das arrojó resultados positivos a su favor, por lo que se consideró que te-
nían las posibilidades para ser consideradas como “contexto adecuado para
el desarrollo”. Los resultados no pretenden elevar la familia homoparental
por encima de la heterosexual tradicional, sino demostrar que la presencia
de trastornos, incapacidad educativa y la disfuncionalidad familiar pueden
presentarse en un tipo de familia u otro, pues no dependen directamente de
la orientación sexual. Del Mar (2006), en un estudio comparativo de ambos
grupos de familias detectó que las homoparentales son más igualitarias en
la distribución de roles genéricos y en las relaciones entre sus miembros.
Señala, además, que los padres y madres de estas familias llegan a la ma-
ternidad o paternidad de una manera siempre más reflexiva y programada
que las heterosexuales, pues en ellos se excluye el papel de la casualidad y
el fallo de métodos anticonceptivos. Se detectó, como debilidad, la carencia
de referentes y el rechazo social que aún persiste en determinados sectores
poblacionales o contextos socioculturales.
2
María del Mar González, especialista en psicología evolutiva y de la educación, Universidad de Sevilla,
España.
36
R E V I S T A D E L I N S T I T U T O D E C I E N C I A S J U R Í D I C A S
En entrevista realizada a Jesús Santos, presidente de Galehi, refiere que
la asociación pretende lograr un espacio en la sociedad, defendiendo su
modelo de familia frente al absolutismo del modelo tradicional. A la vez
considera que la legalización del matrimonio ha repercutido positivamente
en la familia homoparental y en la adopción de niños, pero todavía no de
la manera que se esperaba.
Lo esencial es el cumplimiento de las funciones que como familia,
independientemente de su estructura, ésta debe cumplir. Entre esas fun-
ciones se citan: la función biológica, la económica y la cultural-espiritual,
las cuales en sistema traen como resultado el cumplimiento de su función
esencial o suprafunción: la educación para la vida.
La función educativa de la familia, su rol en la formación de la per-
sonalidad y la sexualidad, emerge como un argumento insoslayable, con
la aparición en el contexto científico de la psicología y la pedagogía con
enfoque histórico cultural
, donde comienzan a quedar rezagadas las ten-
dencias que absolutizaban el individualismo del sujeto o el papel absoluto
del medio en la formación de la personalidad.
Así, la sexualidad es el resultado de un proceso de socialización-in-
dividualización, en el cual lo social deviene individual, mediado por los
agentes encargados de la transmisión: la familia, la escuela, y los otros
(las demás personas).
Si bien no se aspira a tener o formar la familia perfecta, al menos sí
se aspira a la más querida y valorada. Por otra parte tampoco existen las
recetas para la familia, ni son absolutamente ciertos los listados de con-
ductas o situaciones esencialmente negativas y dañinas. Para cada cual
su familia tiene aspectos positivos y otros no tanto, pero a cada cual su
familia le legó algo que lo acompañará por el resto de su vida. Esto es muy
válido para la sexualidad, para la capacidad de amar, para la maternidad y
la paternidad y sobre todo para la vida en común con otras personas.
En el análisis de la familia y su rol en el desarrollo sexual del sujeto
cobran vida conceptos tales como: límites y espacios vitales, respeto a la
individualidad, estereotipos y prejuicios, expectativas de la familia, ideali-
zación y desidealización del otro y de los hijos, proyección de los padres en
los hijos, autorrealización personal, concepción del mundo, concepción de
la pareja, concepción de normalidad y anormalidad y patrones morales.
La familia como agente promotor de la situación social del desarrollo
psicológico, debe tener en cuenta para el caso específico del desarrollo
sexual de los niños y adolescentes, los siguientes aspectos:
37
I U S
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•
La valencia del sistema de relaciones afectivas y de comunicación
que el niño establece con las figuras del sexo correspondiente a su
sexo biológico, es decir, como la figura del padre o la madre, genera
relaciones potencialmente adecuadas con las representaciones de
género y que éstas sean aceptadas y valoradas por el niño.
•
La asociación posible entre figuras potencialmente promotoras del
desarrollo sexual y su valencia positiva, negativa o contradictoria
en el proceso de formación de los sentidos personales.
•
La transmisión de los roles y comportamientos de género y su
asociación con vivencias placenteras o displacenteras para el
niño.
•
La educación sexual como contexto que respeta límites, espacios
vitales y posibilidades para la expresión de la individualidad y el
crecimiento personal.
•
El tratamiento y la comunicación a los temas de la sexualidad
sin prejuicios, ni dogmas, pero a la vez sin otorgarle demasiada
relevancia, cinismo o concebirla como necesidad y obligación de
una etapa del desarrollo.
•
Las manifestaciones de afectividad y cariño sin distinción de sexo,
y sin que el rol de género sea una limitante para esa manifestación.
Es el caso de las relaciones entre padre e hijos varones.
•
Considerar el amor no posesivo, ni el hijo como propiedad en la
cual se realizan los padres, sino como ente individual con derechos
e identidad propia y diferente.
III
. C
ARACTERIZACIÓN
PSICOLÓGICA
DE
LA
FAMILIA
DEL
TRANSEXUAL
Y
EL
HOMOSEXUAL
(
RESULTADOS
DE
TRABAJO
)
Este epígrafe se ha dedicado a la caracterización de la familia del tran-
sexual (concebida la transexualidad como trastorno) y la del homosexual
(concebida la homosexualidad como variante de la orientación sexual). La
selección se debe a la dispar frecuencia de aparición de ambos fenómenos,
presentándose en la realidad mayor frecuencia para la homosexualidad.
Además debido a las falsas concepciones que a nivel popular, e incluso en
comunidades científicas ajenas a la psicología y la psiquiatría, aún persis-
ten. Presenta resultados del trabajo, durante varios años, como orientador
38
R E V I S T A D E L I N S T I T U T O D E C I E N C I A S J U R Í D I C A S
de familias en el plano de la sexualidad y la crianza de los hijos. Estos
resultados se han agrupado esencialmente en una síntesis de las actitu-
des, posiciones o situaciones de la dinámica psicológica y relacional de la
familia, con respecto a un miembro de ella, por lo general un hijo o hija
homosexual.
De las situaciones que con mayor frecuencia aparecen en las familias
que demandan este tipo de orientación se señalan:
•
Carencia o distorsión de los conocimientos acerca del desarrollo
sexual de los niños, y de su participación como familia en este
desarrollo.
•
Depósito en el hijo de las expectativas de la familia.
•
Idealización de los hijos, según estereotipos, normas y valores
legalizados por esa familia.
•
Carencia de conocimientos acerca de la diferenciación entre los
trastornos sexuales, su origen y su concepción como trastorno.
•
Predominio de los estigmas sociales y prejuicios morales al analizar
los trastornos sexuales.
•
Confusión e identificación entre orientación sexual y trastornos
sexuales.
•
Consideración de la orientación sexual heterosexual como sana y
la homosexual como trastorno.
•
Confusión entre transexualidad y homosexualidad, siendo lo más
relevante para la familia, la atracción por el mismo sexo.
•
No distinción entre preferencia por el rol genérico y atracción
sexual.
•
Presencia de estigmas morales que acompañan a la homosexualidad
y los homosexuales, y análisis prejuiciado del caso.
•
Predominio de una supuesta aceptación del fenómeno en su
dimensión abstracta, pero rechazo cuando éste se presenta en la
propia familia.
•
En el caso del transexual, se produce una falta total de comprensión
del trastorno, sus características y su funcionamiento psicológico,
el cual se concibe como capricho o problema moral.
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•
La familia del transexual se centra más en los problemas del rol
de género y los estigmas sociales que acompañan a estos cambios
que en la propia atracción sexual del sujeto.
•
Específicamente el transexual, más que el homosexual, está
propenso a la segregación de la familia, quien no admite su forma
de vida y evaden o atenúan la vergüenza excluyéndolo de su
dinámica.
•
Presencia de sentimientos culpabilizantes y búsqueda de la supuesta
responsabilidad de algún miembro de la familia, como promotor o
generador de la homosexualidad.
•
En muchas familias una vez lograda la supuesta aceptación del
homosexual, ésta es muy superficial, pues se canaliza a través de
sentimientos de conmiseración hacia el “pobre enfermo”.
•
Es frecuente la aceptación resignada hacia el homosexual, la cual
se impone por el cumplimiento del rol de madre o padre, “quienes
nunca abandonarían a sus hijos”.
•
El homosexual se somete a un reclamo sordo de agradecimiento
y chantaje emocional, debido a la aceptación de la familia, y está
llamado a reconocer y agradecer la supuesta aceptación.
•
Conciencia en el homosexual de “ser una carga bochornosa para
la familia”, quien además es muy bondadosa al admitirlo.
•
Aceptación parcial, demostrada a través del silencio y la omisión
de los problemas y vivencias del homosexual en el seno de la
familia. Ésta se comporta como grupo de pertenencia a medias,
al cual sólo puede pertenecer el homosexual, cuando muestra “su
mejor lado de la vida” y por supuesto omite el otro.
•
El homosexual tiende a buscar y construir grupos y espacios de
pertenencia ajenos a la familia como contextos de autenticidad y
escape al rechazo.
•
La familia descarga su supuesta responsabilidad en la orientación
sexual del hijo o la hija en las amistades y las relaciones negativas
que ha establecido.
•
Concepción aparente de la homosexualidad como orientación
sexual normal, pero atribuida a supuestos traumas de la infancia,
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lo que denota un sentido personal contradictorio en la familia,
al no considerar lo incoherente de la posición. La pregunta
obligada sería: ¿cómo puede ser normal lo que surgió por la vía
traumática?
•
Supuesta aceptación al hijo homosexual, pero rechazo manifiesto
o encubierto a su pareja.
•
Presencia de sentimientos ambivalentes de aceptación-rechazo en
la familia, y aceptación de algún miembro frente al rechazo de
otros.
•
Tendencia al ocultamiento del “problema”.
•
La valoración de la orientación sexual matiza todo el sistema
de valoraciones de la familia hacia el homosexual, opacando o
atenuando sus logros profesionales, personales o de cualquier otra
esfera de la vida.
•
La familia del homosexual tiende con frecuencia al pacto con éste:
“vive como quieras, pero al menos no lo demuestres”.
•
Algunos miembros de la familia, básicamente el padre y la madre,
vivencian profundamente una lucha de motivos, entre el cariño
por el hijo o la hija homosexual y la imagen social.
•
Pobre o ausente concepción acerca de la diferencia y la diversidad
entre las personas. Relacionado con esto muestran, también, una
valoración de la diferencia permeada del sentido comparativo de
inferioridad-superioridad.
IV
. C
ONCLUSIONES
•
La especificidad conceptual en las reflexiones teóricas acerca
del desarrollo sexual, los trastornos sexuales y la sexualidad en
general es de vital importancia para una adecuada comprensión
del problema. Tal es el caso de la identidad sexual, la orientación
sexual, las necesidades y motivaciones sexuales y los trastornos
sexuales.
•
La familia es el principal grupo promotor de contextos
desarrolladores y de la situación social para la formación y
desarrollo de la personalidad. De forma similar lo es para la
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sexualidad y el desarrollo sexual, como uno de los componentes
estructurales y de contenido con alto potencial autorregulador en
la vida y el funcionamiento psicológico autónomo del sujeto.
•
La posición de la familia frente a la orientación sexual de los hijos
está determinada y/o condicionada por contenidos reguladores
externos, lucha de motivos afectivos y morales, carencia de
conocimientos sobre el tema, y contradicción entre valores
emergentes y valores tradicionales de la familia.
•
La familia que demanda orientación psicológica, para estas
situaciones, presenta características específicas de su dinámica y
funcionamiento familiar, generadas por el estigma social que aún
acompaña a la orientación sexual.
R
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