266
LIDIA AGUILAR BALDERAS
Construyendo la vida
política de una política.
Análisis retrospectivo de
las actividades políticas
de las mujeres priístas
en el Estado de Puebla,
México, 1973-2009 /
Building political life of a
policy. Retrospective analysis
of the activities of women
acivist in the political party
PRI
” in the State of Puebla,
Mexico, 1973-2009
Lidia Aguilar Balderas*
1. El reparto histórico de los
roles sociales que arraigan a
la mujer al ámbito familiar
y la alejan de los escenarios
públicos
L
a historia de la humanidad está ine-
xorablemente ligada a la perenne
manifestación de su sexualidad, aquella
que constantemente es usada y que sig-
niF ca la razón primigenia y última del
ser humano, sin embargo, la represión a
la misma ha sido también la constante,
las féminas han estado infatigablemen-
te sometidas a las relaciones de poder
que se centran en el intento por con-
trolar su espacio más intimo, el de su
sexualidad. Ya E
NGELS
manifestaba en su
obra
El origen de la familia
que el ma-
triarcado no era la forma más adecuada
de establecimiento de orden social, sino
que era necesario que se controlara la
reproducción femenina, que su sexua-
lidad misma se constriñera a un solo
espacio traducido en el matrimonio, el
cual, por mucho, ha sido (hasta ahora)
el más adecuado para garantizar la re-
producción y transmisión de los genes
para endosar la herencia, de esta for-
ma se sobrepone el patriarcado como
el modelo más propicio de orden social.
Las mujeres quedan así reducidas a
los espacios de reproducción, cuya ta-
rea fundamental es la de procrear y ga-
rantizar el cuidado de la prole, aunque,
desde luego, ésta no ha sido una labor
simple, pero sí signiF có una fórmu-
la ideal para mantenerla al margen de
otras actividades en muchas sociedades.
Vale la pena hacer mención de la valiosa
aportación de Michel ±
OUCAULT
en sus in-
vestigaciones que derivaron en su obra
repartida en tres libros sobre
Historia de
la sexualidad
, en donde maniF esta la
manera en que ésta ha servido también
como espacio de control, de manifesta-
ción de poder de aquellos que pueden
imponer una ideología al respecto, de
esta forma, en el aspecto concreto de la
posición de la mujer desde los tiempos
que marcan los inicios de las sociedades
políticamente estructuradas (ciudades-
Estado) se entendía que “la posición
familiar y cívica de la mujer casada le
impone reglas de una conducta que es
de una práctica sexual estrictamente
conyugal”
1
(1999:134), así, consecu-
1
En su obra 2 titulada,
El uso de los placeres
, plantea:
*
Profesora-investigadora en la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la
BUAP
(
lidiabalderas@gmail.com)
.
267
DEBATE
tivamente, se pueden mencionar los
aspectos evolutivos de la familia para
decantar este tema.
Lo planteado previamente no es más
que una pincelada que nos permite con-
textualizar las circunstancias en las que
se instaura una idiosincrasia que explica
grosso
modo
la forma en que las muje-
res han estado al margen de la políti-
ca y de tantas otras actividades que se
expresan en el contexto de lo público,
aspecto que, no obstante, de a poco se
va reconF gurando. Ése es precisamente
el escenario que nos interesa manifes-
tar en este trabajo; dibujando así uno
de los ámbitos que ha sido de los más
difíciles de conquista de las mujeres, el
de la política.
2. Las transformaciones
institucionales que permiten
la participación de la mujer
en la actividad política
Uno de los precedentes de la vida políti-
ca de las mujeres en el país y en Puebla
inicia con la decisión atrevida de Car-
men Serdán, cuando en 1910 se unió al
movimiento político de ±rancisco I. Ma-
dero, quien buscó evitar la reelección de
PorF rio Díaz a la presidencia del país;
la historia ha registrado este aconteci-
miento que hace de esta insigne señora
uno de los baluartes de la pugna de las
“al f
nal de los alegatos contra Neera, atribuido a De-
móstenes, el autor Formula una especie de aForismo que
se hizo célebre: las cortesanas existen para el placer, las
concubinas, para los cuidados cotidianos; las esposas,
para tener una descendencia legítima y una f
el guar-
diana del hogar” (±
OUCAULT
, 1999:132).
mujeres por participar en la vida política
mexicana. No obstante, es de notarse
que al igual que en la ±ederación, la
Constitución local de 1917, publicada
posterior a la reaF rmación de la repú-
blica en el periodo posrevolucionario,
reconoce en su artículo 12 que única-
mente los varones son ciudadanos, pro-
curándoles con ello el derecho de ejercer
el voto, la discriminación derivada del
planteamiento original en esta materia
insertada en la Constitución política de
la entidad poblana provocó, desde lue-
go, que se desdeñara cualquier intento
de las mujeres por lograr espacios de
reconocimiento y acción política.
En esta tónica, los momentos que
permiten identiF car los avances de re-
conocimiento de derechos civiles y po-
líticos de las féminas pueden pulsarse
en tiempos especíF cos, mencionamos
por ejemplo el ocurrido en 1936, cuan-
do en la Constitución de la entidad este
mismo artículo 12 es reformado para
reconocer también la ciudadanía a la
mujer; aunque la edad para ejercer el
voto va de la mano con la condición de
estar casado para poder desplegar los
derechos de ciudadanía a los 18 años,
o a los 21 si no opera la categoría de
unión en matrimonio civil; una segunda
reforma al artículo mencionado se pre-
senta con el gobierno de Rafael Moreno
Valle el 10 de septiembre de 1970, en
la que se establece que la mayoría de
edad, que trae aparejado el goce de la
ciudadanía, es invariablemente a los 18
años; las implicaciones de este hecho
sin duda van más allá del ámbito de ac-
ción política, no obstante que este tó-
pico es relevante, nos sujetaremos a los
268
LIDIA AGUILAR BALDERAS
lineamentos de este trabajo para con-
tinuar en el análisis político-social que
nos atañe. La alteración a la carta cons-
titucional de la entidad procuró a su vez
que la ley secundaria sufriera las ade-
cuaciones que imponía dicha reforma
constitucional, es así que correspondió
al artículo 33 de la ley electoral poblana
incorporar a la mujer en la integración
de los poderes locales, donde se les re-
conoció, a la par de los hombres, la ca-
lidad de ciudadanía, en sentido tal que
se les permitió su participación en ac-
tividades políticas, esta reforma mani-
festó quiénes deberían ser considerados
electores con los consecuente derechos
a ser inscritos en el padrón electoral: los
varones y las mujeres poblanas.
Desde luego que las modiF caciones
locales fueron en mucho el re± ejo de
lo que ocurría a nivel nacional, vemos
por ejemplo que se permite la participa-
ción de la mujer en el ámbito municipal,
con la iniciativa de reforma enviada a la
Cámara de Diputados por el presidente
Miguel Alemán en 1946, en la que se
adicionó al artículo 115 constitucional,
que estableció que en las elecciones
municipales participarían las mujeres en
igualdad de condiciones con respecto
de los varones, la equiparación de géne-
ro albergó entonces el derecho a votar
y ser votadas (elegidas), esta iniciativa
surtió sus efectos en 1947, cuando es
formalmente incorporada en el texto
constitucional supremo. Pero es en rea-
lidad hasta 1953 cuando es modiF cado
el artículo 34 de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos para
reconocer la ciudadanía de la mujer.
3. La masculinización de la
política, caso Puebla
Las condiciones especiales que presen-
taba Puebla desde F nales de la década
de los sesenta, muy en consonancia con
los acontecimientos sociales y políticos
que se vivían a nivel nacional, con una
situación permeada por el enfrenta-
miento de ciertos sectores estudianti-
les con el gobierno, propició escenarios
tan complicados que de 1969 a 1975
hubo inestabilidad política. ²avorecien-
do así a que el gobierno central tomara
el control político del estado. De he-
cho, la renuncia de Gonzalo Bautista
O`²arril al gobierno poblano en 1973
marcó el inicio del control ejercido por
el centro, ya que éste designó a los si-
guientes gobernadores hasta 1987, este
acontecimiento es el que precisamente
nos permite ubicar el inicio de nuestro
periodo de estudio, ya que la entidad no
puede escapar a los lineamientos insti-
tucionales federales, de tal forma que
las inercias nacionales llevarían a que la
apertura política local se hiciera tam-
bién en el aspecto del género, es decir,
se va tomando en serio la posición de
las mujeres como demandantes de es-
pacios políticos que les permitieran ma-
nifestarse en temas que impactaron su
posicionamiento como minorías políti-
cas, con cuestiones de identidad y des-
de luego con los debates sobre género.
El siguiente gobernador, Guiller-
mo Morales Blumenkron, 1973-1975,
“designado por el poder central” para
terminar el periodo de gobierno varias
veces interrumpido por los movimientos
269
DEBATE
sociales ya planteados, se constituirá en
el primer factor de estabilidad guber-
namental.
Pero en realidad podemos decir que
la calma institucional en la entidad se
presentó en el periodo de Alfredo Tox-
qui Fernández de Lara (1975-1981), ya
que a la sombra de este gobernador se
tejió una serie de modi± caciones lega-
les que permitieron abrir la brecha por
la que las mujeres (indirectamente) gra-
dualmente empezaron a aparecer en la
escena política.
Entre los alcances formales de este
gobierno para ampliar los canales de
participación política por los que las
mujeres incursionaron en la vida polí-
tica de la entidad se puede mencionar
la reforma que se hace al artículo 26 de
la Constitución poblana, con la cual se
permite que se incorpore la ± gura de los
denominados diputados de partido, es
necesario hacer mención que este hecho
a nivel federal ya existía desde 1963,
2
y
en realidad Puebla estaba atrasada en
esta materia. La citada reforma básica-
mente consistió en permitir la incorpo-
ración de la oposición política al grupo
en el poder sustentado en el partido
o± cial
PRI
, con los diputados de partido;
de igual manera, el artículo 49, que es-
tablece las facultades del Congreso para
legislar, es reformado en su numeral 13
al establecer, entre otros aspectos, que
2
Nuestro país tuvo un sistema electoral únicamente
mayoritario hasta 1963, ya que a partir de 1964 en la
integración de la
XLVI
Legislatura de la Cámara de Di-
putados es conformada también por los diputados de
partido, mismos que estuvieron vigentes hasta 1977,
dado que a partir de la siguiente legislatura esta F
gura
electoral es sustituida por los diputados de representa-
ción proporcional.
la enseñanza que imparta el Estado se
hará sin distinción de sexo.
Ahora bien, este tránsito de la re-
presentación política que se presenta en
la Federación tiene diferentes ritmos en
nuestro ámbito local, ya que en el esta-
do de Puebla la representación por ma-
yoría relativa abarca desde 1918 hasta
1977; posteriormente, en un segundo
periodo tenemos la instauración de los
diputados de partido que va de 1977
a 1980, nótese como aquí se presenta
una asincronía de los cambios legales
e institucionales federales respecto de
los de la entidad; a la postre, a partir de
1980, se sustituye la ± gura de los dipu-
tados de partido por la representación
proporcional, estableciéndose así lo que
se denomina la fórmula mixta de repre-
sentación con predominante mayorita-
rio; a continuación abarcamos la etapa
que se re± ere a la profesionalización y
ciudadanización del proceso electoral,
misma que se inicia a partir de 1995
con la creación de la Comisión Estatal
Electoral, llamado actualmente Institu-
to Estatal Electoral (
IEE
), y llegamos a la
etapa de la competencia competitiva en
muchos de los municipios que son parte
del estado. Todo ello enmarcado en un
sistema de partido hegemónico. Eviden-
temente porque en el estado de Puebla,
hasta 2009, la alternancia no se había
presentado, es decir, los poderes locales
no habían dejado la impronta priísta.
3
3
El caso concreto de Puebla es ilustrado de excelente
forma por el analista Raymundo García, él nos muestra
que la elite política local ha seguido siendo reclutada de
las F
las del
PRI
. Sostiene que dicho partido, entre 1977
y 1995, logró que las elecciones fueran un instrumento
legalizador de autoridades, un medio administrador de
resultados electorales para organizar representaciones
270
LIDIA AGUILAR BALDERAS
Aunque es necesario hacer mención
que es a partir de 1970 que en la en-
tidad se empieza a ampliar el mosaico
de grupos interesados en participar en
la actividad política, con lo cual, a pe-
sar de ir contra corriente, se inicia una
nueva etapa de la política poblana que
aunada a la creciente demanda de los
diferentes grupos de presión por parti-
cipar en los asuntos de índole política,
también se ayudan en gran medida por
las reformas que en materia electoral se
gestan desde la Federación, y que debe-
rían de tener su irremediable eco en la
entidad en los términos de la represen-
tación política, donde buscan ubicarse
en la distribución de curules, pugnando
así por espacios de representación para
los grupos de oposición, aunque, por
supuesto, como ya se ha mencionado,
las reformas electorales en Puebla tu-
vieron un importante rezago en lo que
respecta al tiempo en que fueron he-
chas en la Federación y la aplicación de
las mismas en el estado.
4. Referentes teóricos
para abordar el análisis
de la participación de las
mujeres en la política local
de la entidad poblana
En este trabajo nos ocupamos de hacer
un análisis evolutivo de la forma en que
políticas f
cticias, bajo el impulso de un marco legal
apartado del principio de legalidad, y convertido en me-
dio normativo protector del interés de ese solo partido
político, a través de la regulación de las elecciones que
estuvieron sujetas al arbitrio mayoritario del gobierno
estatal y del
PRI
(G
ARCÍA
, 1998: 9).
las mujeres que se dedican al quehacer
político en Puebla, poco a poco van ga-
nado espacios en este escenario, el cual,
como ya hemos mencionado, se cons-
tituye en uno de los más celosamente
guardados y reñidos por los hombres;
pretendemos realizar un estudio mul-
tidisciplinario que permita enfocar el
caso de estudio desde las perspectivas
teóricas de la ciencia política, la socio-
logía y el derecho, de tal forma que nos
permita vislumbrar cuáles han sido las
brechas que han seguido las mujeres
que actualmente se desarrollan profe-
sionalmente en el quehacer político.
Buscamos con ello que este estudio
especí± co enriquezca nuestra compren-
sión de la sociedad mexicana, y de la
poblana en particular.
Puebla es uno de los estados que
por su cercanía con la capital del país
tuvo un fuerte impacto del control cen-
tral, a través de la presencia avasallado-
ra del partido político hegemónico,
4
el
PRI
. Este partido sirvió de vehículo para
ejercer el control político y social, no
sólo sobre sectores sociales, sino sobre
los grupos locales con aspiraciones po-
4
Uno de los aspectos sobresalientes del caso mexicano
en el periodo (1970-1987) es la sobrevivencia del deno-
minado régimen autoritario. Este régimen había arma-
do un sistema de partidos hegemónico. Desarrollada tal
caracterización por Sartori, Fueron rasgos del sistema la
inexistencia de una competencia real por el poder. Así,
la presencia tolerada de otros partidos Fue autorizada
como organizaciones de segunda, “pues no les permite
competir con el partido hegemónico en términos anta-
gónicos y en pie de igualdad”. Hasta entonces, el sistema
impedía la alternancia; “ella no puede ocurrir dado que
ni siquiera contempla la posibilidad de una rotación en
el poder. Esto implica que el [partido] posee tanto si gus-
ta como si no [.
..]. Cualquiera que sea su política, nadie
puede poner en tela de juicio su dominación” (S
ARTORI
,
1988: 278 y 279).
271
DEBATE
líticas. La riqueza de elementos socio-
lógicos de este partido y la complejidad
de su arraigo en las entidades, derivados
tanto de su organización estructural
como de su amplitud y pluralidad so-
cial, lo han convertido en un objeto de
estudio privilegiado de numerosos espe-
cialistas en sociología política, nosotros
no escapamos a esta dinámica.
En esta tesitura, la discusión teórica
estará estructurada en función al tema
de las elites, ya que pretendemos obte-
ner los aspectos analíticos que nos per-
mitan identiF car qué mujeres dedicadas
a la política son parte de la elite gober-
nante o bien de la clase política. Es de-
cir, encontramos que pueden ser varias
las mujeres que se dedican o que buscan
incursionar en la política de la entidad,
pero lo que nos interesa es realizar un
análisis discriminatorio para establecer
los criterios que nos lleven a centrar-
nos solamente en aquellas que efectiva-
mente son o fueron parte de una elite o
clase política dentro de nuestro periodo
de estudio.
Los teóricos de las elites encuentran
convergencia en que no se puede hablar
de éstas sin hacer referencia a las postu-
ras planteadas por Gaetano M
OSCA
, Wil-
frido P
ARETO
y Robert M
ICHELS
; partiendo
de este semillero ideológico, podemos
plantear que el diseño inicial de la teo-
ría de las elites consiste en diferenciar
a las elites políticas de cualquiera otra,
P
ARETO
, por ejemplo, para referirse a la
elite política lo hace en forma llana, al
decir que ésta se encuentra involucrada
en el gobierno que tiene a su cargo, por
tanto, ostenta el ejercicio del poder po-
lítico. En tanto que la elite en sentido
amplio consiste en la existencia inexo-
rable de un grupo de individuos que se
ubican en la cima de la sociedad, puede
haber así elite económica, intelectual,
política etcétera.
M
OSCA
, por su parte, al referirse a la
categoría de elite, que nos ocupa en
este estudio, la denomina “clase políti-
ca”; para este autor la teoría de las eli-
tes políticas parte de una constatación:
“En todas las sociedades, empezando
por las medianamente desarrolladas que
apenas han llegado a los preámbulos
de la civilización, hasta las más cultas
y fuertes, existen dos clases de perso-
nas: la de los gobernantes y la de los
gobernados”.
5
Considerando que las pri-
meras son menos numerosas que las se-
gundas, se distinguen por las funciones
políticas, el monopolio del poder y el
disfrute de las ventajas que van unidas
a él. Ellos son quienes dirigen y regulan
a la sociedad, sea de manera legal, arbi-
traria o violenta, a partir del suministro
de los medios materiales, indispensables
para la vitalidad del organismo.
6
Robert
M
ICHELS
, en la misma línea, establece
la imposibilidad de que exista una or-
ganización sin un liderazgo, lo que le
lleva a plantear que siempre que haya
organización habrá una oligarquía en
el poder. La formulación de su “Ley de
Hierro” queda de la siguiente manera:
“La humanidad no puede prescindir de
«las clases políticas», y por su misma
naturaleza estas clases son solo partes
de la sociedad”.
7
En M
ICHELS
se presenta
una combinación de razones. Para él,
5
M
OSCA
, 2004.
6
Ibidem
, 91.
7
M
ICHELS
, 1972: 63.
272
LIDIA AGUILAR BALDERAS
otra razón por la que las masas siempre
terminan sometidas a una minoría diri-
gente es porque éstas, supuestamente
soberanas, son incapaces de adoptar
las resoluciones más necesarias. La im-
portancia de la democracia indirecta es
consecuencia inmediata de la inf uencia
del número. Más aún, “La incompeten-
cia de las masas, que en último análisis
reconocen siempre los líderes, sirve para
dar una justiF cación teórica al dominio
de éstos”.
8
Así, la presencia ±atal de ta-
les liderazgos se conF rma al constatar
que incluso después de una renovación
radical se producirá la oligarquización.
9
En un posicionamiento de análi-
sis distinto e interesante encontramos
a William D
OMHO²²
, en su obra ¿
Quién
gobierna en Estados Unidos?
, quien
plantea que: “
La clase gobernante
es
una clase social superior que posee una
parte desproporcionada de la riqueza
de la nación, recibe una cantidad des-
proporcionada del ingreso anual del
país y proporciona un número despro-
porcionado de sus miembros a las ins-
tituciones rectoras y a los grupos que
deciden los destinos del país”.
10
Desde
su perspectiva, los que gobiernan son
8
Ibidem
, 71 y 127.
9
Este autor considera que: “Tan pronto como los nue-
vos líderes han logrado su objetivo, tan pronto como
disfrutan (en el nombre de los derechos lesionados de
las masas anónimas), al derrocar la odiosa tiranía de sus
predecesores y al alcanzar el poder a su turno, vemos
que sufren una transformación que los hace muy seme-
jantes a los tiranos destronados […]. De la misma mane-
ra, la oposición de aspirantes al liderazgo de un partido
político, dirigida contra las personas o contra el sistema
de los viejos líderes, rara vez es peligrosa. Los revolucio-
narios de hoy se transforman en los reaccionarios del
mañana” (M
ICHELS
, 1972: 212).
10
D
OMHOFF
, 1981: 11.
los que mandan, tanto porque deten-
tan cuantiosas riquezas como porque
sus miembros deciden el rumbo del
país. Poder económico y poder político
aparentemente se con±unden. En rea-
lidad D
OMHO²²
los di±erencia. La clase
gobernante está en la cima, mientras
que la elite del poder está subordina-
da a ella. Esta última se encuentra al
±rente del gobierno político establecido,
es decir, en esta se ubican aquellos que
mediante la celebración de elecciones
se instituyen en el gobierno. D
OMHO²²
asegura: “La elite del poder compren-
de a todos aquellos que ocupan cargos
de mando en instituciones controladas
por miembros de la clase superior (go-
bernante). Todo miembro de la elite del
poder podrá pertenecer o no a la clase
superior”.
11
La distinción que propone D
OMHO²²
es atractiva. La elite del poder se esta-
blece legalmente, a través de eleccio-
nes, donde hay participación de diversos
grupos por ocupar los cargos de repre-
sentación política; mientras que la clase
superior gobernante es la que realmente
detenta el poder de decidir, mismo que
se encuentra sustentado por la posesión
de los recursos económicos.
Hasta aquí vamos viendo que las deF -
niciones llevan implícitos ±actores de di±e-
renciación: ubicación y ±unción. William
D
OMHO²²
propone otro: el mecanismo de
ingreso a la cima. Pensamos que la con-
sideración del mecanismo de pertenen-
cia
12
a la elite del poder es ±undamental
para la realidad contemporánea, aun
11
Ibidem
, 17.
12
Entendemos que el mecanismo de pertenencia está
determinado en el momento en que se ingresa a la elite,
273
DEBATE
cuando supone una subordinación res-
pecto de la clase gobernante. A partir de
aquí es posible distinguir un problema
adicional implicado: la distinción entre
sólo decidir y decidir y representar. Por
su parte, Armando R
ENDÓN
aborda este
problema proponiéndonos entender a la
clase política no como clase sino como
categoría social funcional, compuesta
por el conjunto de grupos dirigentes de
la sociedad; en tanto que la elite política
podría entenderse sólo como el núcleo
efectivamente gobernante
.
13
En esta orientación, representación
y decisión no necesariamente están
disociadas, porque supone establecer
cuáles son las grandes instituciones de
decisión y gobierno. En este entendido,
Francisco S
UÁREZ
apunta que las elites
políticas están determinadas por la
capacidad de tomar decisiones en los
espacios de poder público. “Por elite
política podemos entender el grupo de
individuos que ocupan aquellas o± cinas
públicas en donde el poder político se
encuentra más altamente concentrado
y centralizado en donde se toman las
decisiones que afectan al resto de la
sociedad y del sistema político”.
14
En resumen, los diferentes teóricos
aquí revisados nos proponen considerar
varios factores de diferenciación: ubi-
cación, función, mecanismos de perte-
nencia y concentración de la decisión.
Como puede verse, hasta aquí hemos
recogido las proposiciones que identi-
± can el mandato o el gobierno como
ya que las características necesarias para entrar a ésta
condicionan la identif
cación del grupo.
13
R
ENDÓN
, 1984: 59 y 60.
14
S
UÁREZ
, 1991: 19.
una relación vertical, de arriba a abajo.
Sin embargo, Klaus von B
EYME
reconoce
que la función de la elite política no se
limita al “hacer-hacer”, sino al “hacer-
cohesionante”. V
ON
B
EYME
dice que la
elite está también orientada a la acción
y a las decisiones vinculantes: “Frente a
las resistencias de la economía y de la
sociedad para la conservación de la pro-
pia capacidad de control, la elite políti-
ca debe servirse de la cooperación con
las elites de otros sectores en los que la
política quiere regular un problema”.
15
La elite política en este autor trata, en
consecuencia, de actuar en favor de ter-
ceros. Su interés es el interés de control.
Para profundizar en la naturaleza
de lo planteado por B
EYME
, éste entien-
de que la cooperación que la elite po-
lítica promueve está en función de la
búsqueda de objetivos no particulares
a través de la implementación de una
ideología y programas que coadyuven a
la articulación y agregación de intereses
sociales; la movilización y socialización
de los ciudadanos (sobre todo en oca-
siones electorales), y el reclutamiento
de elites y formación de gobiernos.
16
El
PRI
, como partido político imperante en
la política local, se asemeja bastante a
esta apreciación en tiempos electorales,
la e± cacia que simboliza al generar re-
presentación lo convierte en un partido
muy atractivo para ingresar y buscar es-
pacios tanto al interior del mismo como
para ostentar su representación, y se-
llo a la hora de buscar una candidatura
para algún cargo de elección.
15
B
EYME
, 1995: 32.
16
Ibidem, 29.
274
LIDIA AGUILAR BALDERAS
Para tomar una posición sobre qué
concepto es el más adecuado para
nuestra investigación, llegamos al pun-
to en que es necesario retomar las ca-
racterísticas que descubren estas teorías
elitistas. A nuestro juicio, D
OWSE
y H
UGES
concentran las coincidencias de los au-
tores tocados en este apartado, argu-
mentando que los teóricos de la elite
centran su atención en tres aspectos del
control: “1) La cohesión de la elite, 2) la
falta relativa de organización en la no-
elite, y 3) las interrelaciones entre estos
dos factores. Una clara implicación de
estas consideraciones, para los teóricos
de la elite, es que mientras la fuerza es
una condición necesaria del orden so-
cial, no es su condición suF ciente”.
17
Para mirar mejor la síntesis habría que
resaltar que en este planteamiento se
invoca un factor no explícito en las an-
teriores formulaciones: la conciencia de
ser minoría y de tener rasgos compar-
tidos, la cual permite formular procesos
de cohesión interna y social, plasmados
en su organización. Vale la pena re-
± exionar en este punto respecto a en
qué medida las mujeres inmersas en la
política pragmática poblana sienten si
pertenecen a una elite, más aún, cómo
se perciben ellas en su condición de gé-
nero y, cuál ha sido la incidencia en su
carrera política de aspectos de relacio-
nes clientelares o de compadrazgo, en
comparación con un posicionamiento
de género.
Es así que la conceptuación de la eli-
te política implica para nuestro estudio
la existencia de grupos políticos organi-
17
D
OWSE
y H
UGES
, 1993: 41.
zados que interactúan con otros grupos
de poder, cuyo eje rector es el presenta-
do por el grupo que se encuentra en la
cumbre del ejercicio del poder político o
del gobierno. En este caso, entendere-
mos por clase política a todos aquellos
individuos que ocupen un cargo por
debajo de los titulares de las secretarías
en la administración estatal, o que se
encuentren en algún cargo de represen-
tación política re± ejado en el Congreso
local, así como algunos municipios (los
más importantes de la entidad), y las
demás instituciones públicas.
Para tal efecto, las mujeres que serán
proclives para nuestro estudio deberán
reunir las condiciones derivadas de esta
categoría discriminatoria, en la que se
requiere que hayan ocupado cargos de
cierta relevancia en la administración
del gobierno local (en el nivel de una
dependencia de gobierno con cargos
políticos de administración de secreta-
rías y subsecretarías), les llamamos “eli-
te política”; así también, se tomará en
cuenta la representación política vía el
proceso electoral o por representación
proporcional, también se verán los car-
gos que ocupan en la designación de
actividades de alto mando (presidencia
y secretarías) dentro del partido político
en torno al cual se realiza el presente
estudio, el
PRI
; denominamos a éstas
como grupo que pertenece a la “clase
política”.
Desde luego que no podemos dejar
de lado el tema que reF ere la forma en
que las mujeres inician su actividad po-
lítica, nos adentramos así a lo que los
clásicos de esta teoría llamaron circula-
ción de las elites, si bien éste es un as-
275
DEBATE
pecto que a nuestro parecer es bastante
escabroso por las prácticas escritas, pero
sobre todo por las no escritas, aunque
ampliamente ejecutadas. En México es
controvertible el tema, dadas las condi-
ciones en las que culturalmente se ha
desarrollado una especie de paralelismo
en el que el joven político está obligado
a rendir tributo (en todos los sentidos
de la palabra), pleitesía y compartimien-
to del poder con el hacedor, padrino o
maestro. De los ejemplos más claros de
este fenómeno encontramos las llama-
das “diarquías” en el periodo posrevo-
lucionario. En la actualidad el hecho
se reF eja con situaciones aberrantes
de sumisión de políticos en funciones
gubernamentales o de representación
política hacia personajes de la talla del
ex presidente Carlos Salinas de Gortari,
hasta los presidentes de municipios muy
pequeños, el tema es sin duda intere-
sante para deshilvanar, aunque de nue-
va cuenta, resistiendo la tentación, no
es el que nos compete en esta ocasión.
Algunos autores, como Roderic Ai
C
AMP
, han abordado también la cuestión
del proceso de renovación de las elites
utilizando el término de “reclutamiento
político”, entendido éste como “el vehí-
culo por el cual los individuos ingresan
al proceso político a todos los niveles y
por numerosos canales, tanto formales
como informales”.
18
Según su planteamiento, existen
cuatro componentes que parecen ser
esenciales para la formación de una
teoría de reclutamiento político mexi-
cano: 1) los procesos que preseleccio-
nan y canalizan al potencial recluta
18
C
AMP
, 1992:13.
político (estructuras de preselección); 2)
características que acentúan el poten-
cial de un individuo para llegar a ser
un político (variables de oportunidad);
3) individuos, instituciones y procesos
que determinan quién es seleccionado
(porteros de reclutamiento), y 4) con-
diciones que afectan el ascenso de un
individuo a la cúspide del sistema po-
lítico (variables de promoción). Entre
las principales variables estructurales se
cuenta el nivel de desarrollo económico,
la disponibilidad de oportunidades eco-
nómicas y el grado de igualdad social.
El desarrollo económico afecta el papel,
el prestigio y la percepción del Estado,
ya que cuanto mayores son las oportu-
nidades en otras actividades económi-
cas, menos deseable aparece el Estado
como elección de carrera.
19
En conclusión, este apartado nos ha
permitido establecer los elementos re-
ferenciales para distinguir a las mujeres
que han sido parte de lo que denomi-
namos “elite política” de aquellas que
conformaron o constituyen la “clase po-
lítica”, esto en función de la posición en
la que se desempeñen sus actividades
públicas; si ostentan(ron) los altos nom-
bramientos al frente de las secretarías o
subsecretarías de alguna institución de
gobierno perteneciente a la estructura
del Poder Ejecutivo estaremos hablando
de “elite política”, mientras que la “clase
política” queda para englobar a aquellas
que han sido o son legisladoras y/o en
general ostentan un cargo de elección
popular menor al del gobernador en el
estado.
19
Ibidem
, 20 y 40.
276
LIDIA AGUILAR BALDERAS
5. Los espacios políticos
ganados por las mujeres
poblanas dentro del Partido
Revolucionario Institucional
(
PRI
) 1973-2009
Como mero elemento referencial dire-
mos que la primera mujer poblana en
ocupar un cargo de representación po-
lítica en Puebla fue Luz María Martínez,
quien en 1957 se convirtió en presiden-
ta del municipio de San Martín Texme-
lucan.
Cinco años más tarde, apuntalando
la candidatura del distrito electoral local
de San Martín Texmelucan, Esperanza
Ramos de Naranjo fue la primera dipu-
tada en la Legislatura
XLII
, que va del pe-
riodo de 1962 a 1965. Posteriormente,
para 1977-1980 es designada presiden-
ta municipal por dicha ciudad.
Para desarrollar el trabajo que nos
atañe estableceremos los siguientes cri-
terios de investigación de las mujeres
poblanas inmersas en las actividades
políticas.
Se revisará la composición de los ga-
binetes del gobierno del estado (que se
encuentran en nuestro periodo de estu-
dio 1973-2009), ya que, como dijimos
en el apartado previo, partimos de la
premisa de que las personas que se en-
cuentran al frente de estas dependen-
cias son parte de la elite política, bus-
cando así identiF car a las mujeres que
arribaron a alguna de las administracio-
nes tratadas a nivel de las secretarías o
subsecretarías de las dependencias de
gobierno.
Así, en este primer esquema de aná-
lisis, encontramos que son siete las ad-
ministraciones que analizamos; parten
de Guillermo Morales Blumenkron, en-
trando a la etapa en la que el poder
central designa a los gobernadores has-
ta 1987 con la llegada al gobierno de
Manuel Bartlett Díaz, hasta los dos últi-
mos periodos, el de Melquiades Morales
±lores y Mario Marín Torres, estos dos
caracterizados, además, porque rompen
con este esquema centralista y obede-
cen más a inercias locales.
La aparición en la escena pública
de las mujeres en las administraciones
gubernamentales se inició con el go-
bierno de Guillermo Jiménez Morales,
quien designa a María Luisa Sánchez
Pontón como asesora de la Dirección
de Asuntos Jurídicos del gobierno del
estado; mientras que en el gobierno de
Melquiades Morales es designada pro-
curadora del ciudadano.
De igual forma se puede mencionar
a María de los ángeles Marina Casco,
quien, de 1998 a 1999 ocupó el cargo
de subsecretaria de Desarrollo Social,
perteneciente a la Secretaría de Desa-
rrollo Social de la entidad poblana.
Se menciona también el caso de Ma-
ría Teresa Tello Nieto, quien se desem-
peñó en el gobierno de Melquiades Mo-
rales como secretaria de Evaluación y
Control de la ±unción Pública (
SEDECAP
).
Por su parte, el tema de Blanca Alca-
lá Ruiz es de especial atención, ya que
ha sido de las que más ha ocupado la
diversidad de cargos políticos usados
para nuestro análisis, pero, ajustándo-
nos a lo planteado en este rubro, pode-
mos mencionar que fue diputada local
277
DEBATE
en la
LII
Legislatura, de 1996 a 1999;
secretaria de f nanzas en el último año
de gobierno de Manuel Bartlett Díaz, de
1998 a 1999; delegada de
BANOBRAS
en el
inicio del gobierno de Melquíades Mo-
rales; presidenta del Instituto Poblano
de la Mujer; secretaria general del
PRI
estatal en el gobierno de Melquíades
Morales; presidenta del
PRI
en el munici-
pio de Puebla, y asesora de f nanzas del
mismo gobernador Melquíades Morales
Flores. Mario Marín Torres la designó
como subsecretaria de Desarrollo So-
cial de la
SEDESOL
, Puebla. Actualmente
es presidenta municipal de la ciudad de
Puebla para el periodo 2008-2011.
Mencionamos también el caso de
Silvia Tanús, quien desde 2007 a la ±e-
cha se desempeña como subsecretaria
de Enlace Institucional y Participación
Ciudadana, dependiente de la Secretaría
de Gobernación, en el sexenio de Mario
Marín.
Finalmente encontramos a Blanca
Laura Villeda Martínez, quien se con-
virtió en la primera mujer en encabezar
la Procuraduría General de Justicia del
estado en el periodo de gobierno de
Mario Marín Torres de 2005 a 2008.
En esta primera evaluación encon-
tramos que en realidad son pocas las
mujeres que se han desempeñado en
los altos cargos de la administración
pública; además de que su presencia se
encuentra en ±orma tardía en el esce-
nario político, según nuestro periodo
de estudio, pues empiezan a f gurar en
el gobierno de Guillermo Jiménez Mo-
rales (1981-1987). Las razones de esta
incursión raquítica y tardía de las muje-
res en la administración estatal obedece
a que en realidad han pre±erido, o, se
puede presumir que se les ha colocado
más, espacios de representación popular
que en los de toma de decisiones, en
las que la representación de los grupos
de poder o bien en la pertenecía a la
elite política no están contempladas. De
esta manera se puede af rmar cómo es
que los espacios de las elites políticas
en la entidad siguen tutelados por los
hombres, situación que si bien de al-
guna manera irá cambiando en la me-
dida en que observemos a más mujeres
en cargos de administración de índole
político-administrativo, aún estamos
construyendo este espacio.
Otra de las explicaciones a esta si-
tuación se encuentra en que el proceso
de liberalización política, que se vive
desde la Federación y que llega retra-
sadamente a la entidad, también ha
±renado la incursión de las ±éminas en
estos espacios, aunque se puede obser-
var que los tres últimos gobiernos las
incorporan magramente.
La siguiente tabla muestra las posi-
ciones de las mujeres en estos años en
los niveles de la administración públi-
ca en el gobierno del estado de Puebla
(periodo 1973-2009).
C
UADRO
I. S
ECRETARÍAS
DE
GABINETE
DESIGNADAS
EN
EL
ESTADO
DE
P
UEBLA
EN
EL
PERIODO
DE
1973-2009
Guillermo Morales
Blumenkrón
1973-1975
Alfredo Toxqui
Fernández de Lara
1975-1981
Guillermo Jiménez
Morales
1981-1987
Mariano Piña
Olaya, 1987-1993
Manuel Bartlett Díaz,
1993-1999
Melquíades
Morales Flores
1999-2005
Mario Marín Torres
2005-2011
María Luisa
Sánchez Pontón
Asesora de la Dirección
de Asuntos Jurídicos
María de los Ángeles
Marina Casco
Subsecretaria de
Desarrollo Social
de la Secretaría de
Desarrollo Social
María Luisa Sánchez
Pontón
Procuradora del
Ciudadano
Blanca Laura
Villeda Martínez
Procuradora General de
Justicia
Blanca Alcalá Ruiz
Secretaria de
Finanzas
María Teresa Tello
Nieto, Secretaria de
Evaluación y Control
de la Función Pública
(
SEDECAP
)
Blanca Alcalá Ruiz
Subsecretaria de
Desarrollo Regional
de la Secretaría de
Desarrollo Social
Hilda Patricia Leal
Islas, Subsecretaria
de la Secretaría de
Comunicaciones y
Transportes
Silvia Tanús
Subsecretaria de Enlace
Institucional y Participa-
ción Ciudadana de la Se-
cretaría de Gobernación
Benita Villa Huerta
Subsecretaria
de la Secretaría
de Gobernación
Lourdes Nares Rodríguez
Subprocuradora de
Atención Jurídica y
Participación Social
de la Procuraduría
General del Estado
Secretaria Ejecutiva del
Consejo Estatal de
Seguridad de la Secreta-
ría de Gobernación
279
DEBATE
Por otra parte, nos interesa recons-
truir las trayectorias de las políticas
poblanas en la vida pública. A f n de
que su vida política no sea eFímera y
se consolide su carrera, la política debe
poseer por lo menos alguna de estas
características:
a)
debe gozar de cierto
liderazgo, popularidad y arraigo en cier-
ta comunidad, grupo sindical o gremio;
b)
demostrar que posee cierta capaci-
dad y habilidad como estratega política
(quien planea qué movimientos se van
a realizar);
c)
mostrará su valía política
por capacidad y habilidad como opera-
dora política;
d)
generará y mantendrá
relaciones públicas, las cuales son estra-
tégicas e incluso vitales para el régimen
político local, y
e)
con cercanía Familiar
o de amistad f ncada en la Formación
proFesional o bien en el ámbito laboral.
El cuadro anterior nos permite ubi-
car que de las mujeres que han ocupado
cargos públicos en la administración es-
tatal, el liderazgo y arraigo en la comu-
nidad (primer inciso del párraFo previo)
encuadra en las personalidades de Blan-
ca Alcalá Ruiz; mientras que el segundo
inciso, que corresponde a la capacidad
de estratega política, se ejemplif ca bien
con Silvia Tanús y María de los Ángeles
Marina Casco; en el tercer criterio mar-
cado se puede mencionar tanto a Silvia
Tanús, Blanca Alcalá, así como María de
los Ángeles Marina Casco, puesto que
se ha desempeñado en varias institucio-
nes en las que se requiere la pericia po-
lítica para servir como punto de enlace
entre el gobierno y la población; en el
inciso cuarto def nitivamente podemos
pensar en Blanca Alcalá como la repre-
sentativa en este aspecto, y Lourdes
Nares Rodríguez. ±inalmente, la quin-
ta condicionante queda reservada para
María Luisa Sánchez Pontón y Lourdes
Nares Rodríguez, ya que en el primer
caso la relación Familiar Fue un Factor
determinante para que ella se posicio-
nara en tales cargos, pues su padre Fue
un importante periodista de la época,
aspecto que le permitió generar impor-
tantes relaciones políticas locales; para
el caso de Lourdes Nares, es sabido que
Fue compañera de generación del actual
gobernador, aspecto que le permitió ge-
nerar una relación de amistad y recono-
cimiento mutuo.
A pesar del manejo de los elementos
analíticos, nos damos cuenta de que,
en la realidad, la participación de las
mujeres en las actividades de la admi-
nistración pública en el nivel de lo que
hemos denominado “elites políticas” es
escueta. Por tal motivo hemos decidido
dejar en este punto tal re² exión. Ahora
nos concentraremos en la porción más
numerosa de la presencia de las mujeres
en la política local, nos reFerimos a los
cargos de elección popular concretados
en el Congreso local y en el Congreso
de la Unión (diputadas y senadoras) con
representación de la entidad poblana,
presidentas municipales y cargos admi-
nistrativos dentro del
PRI
.
De tal suerte que a partir de aquí, y
de acuerdo a lo que sabemos, la ruta de
ascenso de las políticas poblanas sigue
cuatro modalidades: 1) ascenso legis-
lativo, que opera en posiciones de re-
presentación popular de menor a mayor
importancia, y 2) ascenso por relaciones
Familiares o de amistad que pueda tener
en el ámbito político.
280
LIDIA AGUILAR BALDERAS
Cabe preguntarnos si los grupos po-
líticos en Puebla han funcionado con
los mismos resortes que mueven en
general a las elites políticas (no olvide-
mos que hacemos una diferenciación
importante entre elite política y clase
política en este estudio); es decir, en
tanto grupos sociales ¿es posible detec-
tar en sus conductas la búsqueda de su
continuidad, el equilibrio en su interior,
establecer pautas de renovación, garan-
tizar intereses propios de la obtención
del poder?, y qué tanto estas circuns-
tancias permean en la inclusión o no de
las mujeres en el quehacer político local.
En este punto de nuestro trabajo nos
avocaremos a escudriñar la forma en
cómo las mujeres se organizaron para
incursionar, mantenerse y ascender en
el mundo altamente masculinizado del
quehacer político, considerando sólo a
las políticas más sobresalientes de cada
legislatura local, en algunos momentos
se harán algunos cruces con mujeres
que además de haberse desempeñado
como legisladoras también fueron o son
presidentas municipales, o que han os-
tentado otros cargos de elección o con
responsabilidad en la administración
pública local o federal, las legisladoras
de la entidad y su interrelación con car-
gos de elección de carácter federal, ya
sea como diputadas o senadoras.
Valiéndonos de la experiencia de Ro-
gelio Hernández Rodríguez, volcada en
“Amistades, compromisos y lealtades: lí-
deres y grupos políticos en el Estado de
México, 1942-1993”, elaboramos cua-
dros que muestran la composición de
los gabinetes de los periodos de análisis
en los que se desagregaron nombres y
trayectorias de las políticas que ocupa-
ron cargos públicos y de elección en el
periodo de 1973-2009: secretarias de
gabinete, diputadas locales y federales,
senadoras, dirigencia del
CDE
del
PRI
, pre-
sidentas y secretarias generales de este
instituto, así como presidentas muni-
cipales. Estos cuadros aparecen como
anexo junto a las F chas curriculares de
las políticas poblanas que presentamos
al F nal de nuestro trabajo de investi-
gación.
La información se obtuvo median-
te investigación bibliográF ca, hemero-
gráF ca y de sitios web. Hay que decir
que la reconstrucción de la trayectoria
política tuvo grados de diF cultad; el
acopio de información fue más ± uido
para las integrantes de gabinete y di-
putadas locales, menor para diputadas
federales (de distintos periodos), y difí-
cil para presidentas municipales, donde
fue complicado rastrear antecedentes.
Mientras la carrera de una política pre-
sentó ascensos, se dispuso de mayor
información acerca de sus trayectorias.
La información vertida representa un
re± ejo del éxito que han o no tenido las
mujeres en la política.
Como se dijo en otra parte de este
trabajo, el estudio de la composición de
las mujeres legisladoras debe considerar
primero el tiempo de la elección (si co-
incide la elección con la del gobernador,
o si se presenta en elecciones interme-
dias). Recordemos que el candidato a
gobernador del
PRI
ejerce un control ver-
tical del poder político, por lo que (has-
ta el momento) lleva mano en la desig-
nación de los candidatos al Congreso
local, lo mismo que para las elecciones
281
DEBATE
intermedias; con ello podemos sentar el
primer criterio de nuestra investigación
que nos permite identif car a las legis-
ladoras con el Poder Ejecutivo. En se-
gundo lugar se deberá considerar si las
diputadas locales y/o Federales cuentan
con una carrera política, para establecer
la pertenencia a alguno de los grupos
identif cado con ex gobernadores o bien
con el gobernador en turno, según su
legislatura, es por ello que los cuadros
que se muestran en las páginas siguien-
tes están reFerenciados en Función del
periodo de gobierno al que pertenecen,
y sólo son puestos los nombres de las
mujeres que Formaron parte del congre-
so local en cuestión o bien que hayan
desempeñado cargo de elección Federal
como diputadas o senadoras.
El caso de Enoe González Cabrera
es el más ilustrativo de una mujer que
ha desempeñado un papel activo en el
Poder Legislativo, y que en mucho este
aspecto le ha redituado el mantenerse
en la contienda política; ha sido dos
veces diputada local; una vez diputada
Federal; presidenta municipal de Huau-
chinango en el periodo 1987-1990; es
notaria pública, cargo otorgado en el
gobierno de Mariano Piña Olaya; es una
de las mujeres políticas más sólidas en
el estado, Forma parte de un grupo po-
lítico regional de Huauchinango.
Su trayectoria política, la cual si bien
no la ha posicionado como parte de la
elite política (según nuestro esquema
de análisis, puesto que no se ha desem-
peñado en algún cargo de la adminis-
tración superior del gobierno) sí le ha
valido para garantizar su permanencia,
ya que le ha permitido andar el cami-
no diseñado por los hombres y para los
hombres, con una holgura que bien pu-
diera servir de reFerente de una política
que Forja su trayectoria sustentada en
la representación política tanto como
legisladora, con alto grado de adapta-
bilidad, aprovechando incluso la impo-
sibilidad legal de ocupar un cargo de
diputada en Forma consecutiva si Fuera
el caso como local o Federal, es decir,
la restricción opera para el mismo tipo
de representación, así, no puede ser dos
veces consecutivas diputada local o bien
diputada Federal. Hoy día es parte del
Comité Directivo Municipal del
PRI
, ya
que se desempeña como secretaria ge-
neral de este instituto político.
Otro ejemplo importante a mencio-
nar es el de Isabel Izaguirre ±rancos,
quien Fue tres veces diputada, dos como
Federal y una como local.
Un caso que, a primeras luces, está
tremendamente revestido de surte y as-
tucia política es el de Guadalupe López
Bretón; en mucho realizó su trayectoria
política al margen del escenario local,
Fue senadora suplente en sustitución del
gobernador interino Guillermo Morales
Blumenkron, en su paso por el Senado
de la República coincidió como com-
pañera de bancada con AlFredo Toxqui
±ernández de Lara, así cuando él llegó a
la gubernatura del estado, en el periodo
de 1975 a 1981, la relación f ncada en
el Senado le permitió llegar al Congreso
general como diputada Federal de 1976
a 1979.
282
LIDIA AGUILAR BALDERAS
C
UADRO
2. D
IPUTADAS
DEL
C
ONGRESO
LOCAL
DE
P
UEBLA
EN
EL
PERIODO
DE
1973-2009
• Guillermo Morales Blumenkron (1973-1975):
Bertha Yeverino Muñoz 1972-1975 / Diputada local
Guadalupe López Bretón 1973-1976 / Senadora (suplente)
Matilde del Mar Hidalgo 1973-1976 / Diputada federal
• Alfredo Toxqui Fernández de Lara (1975-1981):
María de los Ángeles Flores 1975-1978 / Diputada local
Hilda Luisa Valdemar Lima 1978-1981 / Diputada local
Raquel Olivares Yáñez 1978-1981 / Diputada local
Georgina Huerta de Durán 1978-1981 / Diputada local
Guadalupe López Bretón 1976-1979 / Diputada federal
• Guillermo Jiménez Morales (1981-1987):
María Eugenia Cabrera Huerta 1981-1984 / Diputada local
Alicia González Leal 1981-1984 / Diputada local
Graciela Godínez Bravo 1981-1984 / Diputada local
Lucero Saldaña Pérez 1984-1987 / Diputada local
Enoe González Cabrera 1984-1987 / Diputada local
Lidia Isabel Zarrazaga Molina 1984-1987 / Diputada local
Elizabeth Rodríguez de Casas 1979-1982 / Diputada federal
María Isabel Serdán Álvarez 1982-1985 / Diputada federal
Hilda Luisa Valdemar Lima 1982-1985 / Diputada federal
Guadalupe López Bretón 1985-1988 / Diputada federal
• Mariano Piña Olaya (1987-1993):
Guadalupe Sánchez Lozada 1987-1990 / Diputada local
Raquel Olivares Yáñez 1987-1990 / Diputada local
Carmen Caballero de Cortés 1987-1990 / Diputada local
Arcelia Amador Gutiérrez 1987-1990 / Diputada local
Concepción Contreras Bretón 1988-1990 / Diputada local (suplente)
Enoe González Cabrera 1990-1993 / Diputada local
Isabel Serdán Álvarez 1990-1993 / Diputada local
Rosa María Rumilla Fayat 1991-1993 / Diputada local (suplente)
María Guadalupe Álamo Cabello 1991-1993 / Diputada local (suplente)
América Soto López 1988-1991 / Diputada federal
Diputadas federales 1991-1994 no hay datos registros
• Manuel Bartlett Díaz (1993-1999):
María del Rocío García Olmedo 1993-1996 / Diputada local
Laura Alicia Sánchez Corro 1993-1996 / Diputada local
América Soto López 1993-1996 / Diputada local
Benita Villa Huerta 1996-1999 / Diputada local
Yolanda Zegbe Sanén 1996-1999 / Diputada local
Blanca Alcalá Ruiz 1996-1999 / Diputada local
Lucero Saldaña Pérez 1994-1997 / Diputada federal
283
DEBATE
María de los Ángeles Blanco Casco 1994-1997 / Diputada federal
Lidia Isabel Zarrazaga Molina 1994-1997 / Diputada federal
Matilde del Mar Hidalgo y García 1994-1997 / Diputada federal
María Cecilia Hernández Ríos 1994-1997 / Diputada federal
Enoe González Cabrera 1997-2000 / Diputada federal
América Soto López 1997-2000 / Diputada federal
• Melquíades Morales Flores (1999-2005):
Silvia E. del Valle Balbuena 1999-2002 / Diputada local
Graciela María Almaraz Valerio 1999-2002 / Diputada local
Concepción González Molina 1999-2000 (con licencia) / Diputada local
Teresa Arriaga Mora (suplente 2000-2002) / Diputada local
Silvia Tanús Osorio 2001-2002 / Diputada local (suplente)
Amalia Bonifacio Jacinto 2002-2005 / Diputada local
María Sara Chilaca Martínez 2002-2005 / Diputada local
Ninel González Gálvez 2002-2005 / Diputada local
María del Carmen Izaguirre Franco 2002-2005 / Diputada local
Irene Carmona Olivier 2002-2005 / Diputada local
Concepción Contreras Bretón (suplente) s/f / Diputada local
Lucero Saldaña Pérez / Senadora
Adela Cerezo Bautista 2000-2003 / Diputada federal
Araceli Domínguez 2000-2003 / Diputada federal
Concepción González Molina 2000-2003 / Diputada federal
María Luisa Domínguez Ramírez 2000-2003 / Diputada federal
María del Carmen Izaguirre Franco 2003-2006 / Diputada federal
• Mario Marín Torres (2005-2011):
Blanca Estela Jiménez Hernández 2005-2008 / Diputada local
Claudia Hernández Medina 2005-2008 / Diputada local
Nancy de la Sierra Arambulo 2005-2008 / Diputada local
María Isabel Merlo Talavera 2005-2008 / Diputada local
Edith Cid Palacios 2005-2008 / Diputada local
M. Norma Sánchez Valencia 2005-2008 / Diputada local
Zenorina González Ortega 2005-2008 / Diputada local
Sandra Rubí Montalvo Domínguez (suplente s/f) / Diputada local
Barbara Michele Ganime Bornne 2008-2011 / Diputada local
Jose±
na García Hernández 2008-2011 / Diputada local
María del Rocío García Olmedo 2008-2011 / Diputada local
Malinalli Aurora García Ruiz 2008-2011 / Diputada local
María Angélica Hernández Hernández 2008-2011 / Diputada local
Carmen Erika Suck Mendieta 2008-2011 / Diputada local
Gaudelia Tapia Vargas 2008-2011 / Diputada local
Guillermina López Balbuena 2007-2009 / Diputada federal (suplente)
Janet Graciela González Tostado 2009-2012 / Diputada federal
María del Carmen Izaguirre Francos 2009-2012 / Diputada federal
Blanca Estela Jiménez Hernández 2009-2012 / Diputada federal
Julieta Octavia Marín Torres 2009-2012 / Diputada federal
María Isabel Merlo Talavera 2009-2012 / Diputada federal
284
LIDIA AGUILAR BALDERAS
Posteriormente, en el gobierno de
Guillermo Jiménez Morales es de nue-
va cuenta diputada federal, de 1982 a
1985, creemos que la candidatura la
obtuvo, en mucho, por la convergencia
con Guillermo Jiménez Morales, ya que
hubo coincidencias en el Congreso de la
Unión, aunque ella, como senadora su-
plente, y Jiménez Morales, como dipu-
tado, en el periodo que corre de 1973 a
1976, F nalmente, de 1997 a 2000 es de
nueva cuenta senadora suplente, esto
en sustitución de Rosario Green Macías,
ya que ésta, a su vez, es designada se-
cretaria de Relaciones Exteriores por el
entonces presidente Ernesto Zedillo en
1998. Éste es el único caso en que una
legisladora que presenta una impor-
tante trayectoria política de represen-
tación del estado sin ocupar un cargo
de representación popular en la enti-
dad, sus relaciones legislativas le fueron
suF cientes, incluso le alcanzaron para
establecer conexiones de envergadura
nacional.
Lucero Saldaña es también una mu-
jer que ha sabido escapar a los olvidos
de las andanzas políticas, su trayec-
toria se muestra atractiva porque ha
permanecido activa durante práctica-
mente cinco legislaturas, los cargos que
ha desempeñado van desde su acción
como suplente (en distintos niveles de
representación legislativa) a diputada
local, de igual manera se convirtió en
senadora de la República, aunque no
fue directamente designada por el
PRI
como titular para este cargo, ya que
ocupó el escaño como suplente del
entonces senador Rafael Cañedo Bení-
tez; la muerte de este personaje pro-
pició que fuera senadora suplente para
culminar el periodo, también estuvo al
frente de ±undación Colosio en Puebla,
en la actualidad es secretaria general del
Comité Directivo Estatal del
PRI
.
±uera de estos casos, diremos que, en
la generalidad, las mujeres que repiten
como legisladoras lo hacen sólo en una
ocasión, las razones pueden ser porque:
1) representan un proyecto político ar-
mado en función de los intereses del
gobernador en turno, este aspecto se
puede demostrar cuando encontramos
que la legisladora en cuestión no cuenta
con trayectoria política al momento de
su designación, o bien cuando lo que
ha realizado políticamente tiene una
conexión directa con las actividades de
un personaje político perteneciente a la
elite o en vísperas de serlo, por lo que
su actividad política fue únicamente en
un periodo de gobierno, sería el caso
que pasara de diputada local a diputada
federal, como ejemplo de ello se puede
mencionar a Concepción González Mo-
lina, Blanca Estela Jiménez Hernández
y María Isabel Merlo Talavera; 2) o bien
que son diputadas por una sola ocasión
y después desaparecen, la muestra de
ello se encuentra en todas las legisla-
doras que están registradas en la tabla
previa, pero que en su historial político
no hay otras actividades y simplemen-
te desaparecen del ámbito político, es
decir, fueron legisladoras y ¡nada más
pasó!
Nos parece que se debe resaltar el
hecho de que ninguna mujer poblana
ha llegado al Senado de la República
por vía de la elección popular, de he-
cho, las candidaturas están reservadas
285
DEBATE
para los políticos de más alto nivel en
la entidad dentro del
PRI
, diremos en-
tonces que los tres casos de senadoras
que hemos tenido en nuestro periodo
de estudio obedecen a una especie de
suerte asociada con la fatalidad de la
muerte del titular “varón” del escaño en
cuestión, por lo tanto, creemos que éste
es uno de los espacios que si bien no se
ha abierto a las féminas sólo es cues-
tión de tiempo, y nos atrevemos a armar
prospectiva política, consideramos que
Blanca Alcalá Ruíz puede ser la primera
mujer en obtener la candidatura como
“titular” al Senado de la República, en
representación del estado poblano, ya
que la relevancia que esta mujer ha to-
mado en la dinámica política actual de
la entidad le conF ere una serie de ele-
mentos suF cientes como para competir
en forma casi pareja con los hombres.
20
Detectamos también que existen
dos tipos de comportamiento de las le-
gisladoras que lo son por más de una
ocasión. En el primer grupo se pueden
identiF car a las mujeres que trascienden
los sexenios, de tal suerte que puede
repetir en un cargo de elección de un
periodo de gobierno a otro, como es el
caso de Guadalupe López Bretón, Enoe
González Cabrera, Hilda Luisa Valdemar
Lima, Lucero Saldaña Pérez, Rocío Gar-
cía Olmedo, y María del Carmen Izagui-
rre ±ranco. Este aspecto nos muestra
20
No podemos soslayar el hecho de que la sociedad
poblana aún presenta resabios de una idiosincrasia
machista, el ejemplo más contundente de este desafor-
tunado hecho se encuentra cuando la ley de la penali-
zación del aborto fue aprobada por la mayoría priísta del
Congreso local como parte de la clase política, el cual,
desde luego, únicamente se mueve en función de los
dictados de la elite política.
que estas mujeres se encuentran activas
políticamente, que cuentan con cierto
capital político que les permite negociar
con la elite política en cuestión, y que
la continuidad política es representativa
de mujeres que están en la puja por lo-
grar espacios de representación política.
El siguiente grupo, que por cierto co-
rresponde a los dos últimos sexenios, se
identiF ca porque estas mujeres tienen
actividades perfectamente F ncadas (al
menos hasta el momento) en el gobier-
no en cuestión, este hecho implica que
se pueda valorar como una situación
dependiente, efímera en el peor de los
casos y altamente sometida a los de-
signios del gobernador en cuestión, es
decir, son un producto del gobernador
en turno.
Un caso que merece tratarse en for-
ma independiente de los demás análisis
es el que corresponde a la actual diputa-
da federal Julieta Marín Torres, quien es
hermana del gobernador en funciones
en la entidad, Mario Marín Torres; esta
situación no puede escaparse a inter-
pretaciones que orienten a pensar que
la designación de esta señora obedeció
más a una imposición del mencionado
gobernador, que a los meritos de la pro-
pia hermana. Desde luego que se podría
argumentar que en realidad esto es lo
que ocurre con las designaciones de los
candidatos a diputados en el rediseñado
sistema político mexicano fuertemente
segmentado en los espacios de poder
de los gobernadores en las entidades,
formado así desde que el
PRI
perdió la
presidencia de la República en 2000, ya
que las candidaturas obedecen a la de-
signación arbitraria del Poder Ejecutivo
286
LIDIA AGUILAR BALDERAS
local (en sustitución de las imposiciones
del poder presidencial con tatuaje priís-
ta), en el mejor de los casos, o que las
listas de designación de los candidatos
no pueden ser pasadas como las idó-
neas sin el visto bueno del gobernador
en turno, con ello queremos argüir el
elemento que implica que en el sistema
político local poblano (hasta 2009) no
había habido alternancia en el gobier-
no, y la pérdida de la presidencia de la
República operó favorablemente en el
incremento del poder de los gobernado-
res (en Puebla: Melquíades Morales Flo-
res y Mario Marín Torres), luego enton-
ces, tanto los legisladores locales como
los apuntalados federalmente obedecen
al criterio establecido por el titular del
Poder Ejecutivo estatal, de ahí se explica
cómo el Poder Ejecutivo cierra la pinza
de control político cuando tiene
ad
doc
a un Poder Legislativo, cuyo apelativo
no está en sintonía con la realidad, ya
que se encuentra sometido al gober-
nador, convirtiéndose así sólo en una
caja de resonancia de sus designios y
apetitos.
Con lo antes expuesto, y para con-
tinuar con el tema del actual gober-
nador, se puede advertir cómo Mario
Marín buscó en muchos de los casos la
nominación de candidatos a diputados
locales, teniendo en cuenta el arraigo
de ellos mismos en sus regiones,
21
esto
21
Patrice Melé, quien analiza el proceso de selección
interna de los candidatos del
PRI
, atribuye que el par-
tido escoge sus candidatos populares localmente, o
que tiene un peso suf
ciente en el municipio o distrito
para asegurar la hegemonía priísta. Así también, inte-
gra personalidades locales de potenciales movimientos
locales disidentes, anulando una eventual victoria de la
oposición. “Mecanismo que retroalimenta las alianzas
es, impulsó a personajes que tenían ex-
periencia como presidentas municipales
(ocho de los diputados de este periodo
fueron presidentes municipales), o bien
que hubieran sido operadores políticos
regionales. En el caso del Congreso in-
tegrado en el primer trienio del gobier-
no marinista encontramos claramente
un grupo de legisladoras identi± cadas
con él, rea± rmamos así la idea de que el
gobernador en cuestión necesita, para
poder gobernar sin mayores problemas,
de un Poder Legislativo que secunde sus
decisiones; en esta idea, entonces, ana-
lizando la fracción priísta del Congreso
local para el periodo 2004-2007, pode-
mos notar que Blanca Jiménez fue re-
gidora en el trienio municipal de Mario
Marín. El caso de Isabel Merlo Talavera,
proveniente de Izúcar de Matamoros,
quien fue directora del área de parti-
cipación social en el ayuntamiento de
Puebla de 1999 a 2001. Edith Cid Pa-
lacios, de Tepexi de Rodríguez, trabajó
con Marín Torres en la subsecretaría B y
luego en la Secretaría de Gobernación.
También es importante mencionar
la creciente presencia de las mujeres en
los órganos de representación popular
del Poder Legislativo, en mucho la ex-
plicación se encuentra en la incorpora-
ción de las llamadas cuotas de género,
la cual constriñe a los partidos políticos
a no incorporar más del 60% de sus
candidatos con un sólo género;
22
obvia-
locales o regionales del partido con representantes de
la burguesía local o de los sectores dominantes” (M
ELÉ
,
1990:119). Esto a pesar de desencuentros en estrategias
económicas y políticas (P
UGA
y G
ARRIDO
, 1997: 43).
22
El sistema de las cuotas que nos ocupa establece un
número o proporción de cargos o lugares en listas de
287
DEBATE
mente, la masculinización de la políti-
ca nos permite entender la intensión de
esta ley, la cual plasma la incapacidad
de los partidos de que al menos for-
malmente se vean constreñidos a incor-
porar las minorías representadas en el
género femenino, lo cual desde luego
constituye una situación bizarra, ya que
las mujeres actualmente rebasan el 50%
del padrón electoral, aspecto que au-
tomáticamente legitima la acción de la
representación política.
Empero, esta situación hoy día es un
espejismo, ya que las anomalías y arti-
mañas para darle la vuelta a la ley, ya
sea con tecnicismos legales o con ver-
daderas violaciones a las normas en la
materia, nos dejan espacio sólo para de-
cir que hay mucho camino por recorrer
en este aspecto. Más aún, es necesario
implementar mecanismos legales, ins-
titucionales, y hasta de cultura cívica
y política que impidan que se repitan
hechos como el recientemente ocurri-
do en la Cámara de Diputados federal,
ya que en el proceso electoral federal
pasado inmediato se desato una polé-
mica, por demás escandalosa, cuando
candidaturas plurinominales,
que deben ser obligatoria-
mente ocupados por el grupo discriminado, en este caso
las mujeres. Existen diversas formas de implementación
del mecanismo de cuotas, como las mínimas de muje-
res, que constituyen –por lo menos en su intención– un
piso y no un techo para las
candidaturas
femeninas, y
las máximas (o mínimas) para cualquiera de los sexos,
que ponen un límite a la participación del sexo que se-
gún la tradición ocupa prácticamente todos los cargos
electivos, en este caso, los varones. Como ejemplo, las
cuotas mínimas de mujeres se traducen en “las listas
deben incluir por lo menos un 40% de mujeres”, y las
cuotas máximas para cualquiera de los sexos en “nin-
guno de los sexos debe superar el 60% de los cargos”.
Véase
docs/red_diccionario/cuota%20de%20genero.htm.
unas diputadas quisieron pedir licencia
prácticamente después de haber toma-
do posesión del cargo,
23
entrando en
funciones, en esta lógica, los suplentes
(varones), este aspecto nos debe remitir
a pensar en la función de las mismas
como “mujeres taxi”, pues sólo sirvieron
de vehículo para que ciertos hombres se
pudieran hacer del cargo de elección sin
contravenir las disposiciones legales de
las cuotas de género. Este aspecto es-
candalizó tremendamente a la opinión
pública, se hizo escarnio del asunto y
para mal representación de las muje-
res denostando así su actuación en la
política, ya que si bien no se genera-
lizo el tema, sí se puso en la palestra
el hecho de que las mujeres en México
requerimos aún del dictado legal que
nos permita garantizar los espacios de
representación política que muchos de
los hombres que mueven los hilos del
poder se resisten a reconocernos, es de-
cir, el hecho de que esté regulado en la
ley implica que aún no existe reconoci-
miento social y de grupo (hombres) en
este tema, y en general en la aceptación
de la presencia de las mujeres en los es-
cenarios políticos, ya que continúan si-
tuaciones idiosincráticas que limitan su
participación política.
Diríamos, pues, que políticamen-
te la sociedad aún está asimilando los
cambios que implica reconocer que las
23
A menos de 72 horas de iniciar los trabajos de la re-
cién instaurada legislatura federal, ocho diputadas, de
las cuales cuatro fueron del
PVE
, dos del
PRI
, una del
PRD
y una del
PT
, solicitaron licencia para retirarse del cargo
por el que fueron electas, dejando así el camino libre
para que sus suplentes entraran sin mayor problema en
sustitución de ellas. Nota tomada el 3 de septiembre
2009 del diario
El Universal.
288
LIDIA AGUILAR BALDERAS
mujeres tenemos el mismo valor políti-
co que los hombres; cuando se elimine
la ley que establece la imposibilidad de
las candidaturas de un mismo género en
los máximos reconocidos, hasta enton-
ces no habremos logrado este reconoci-
miento de igualdad de condiciones, ya
que una vez logrado este objetivo la ley
sería obsoleta y dejaría de ser necesaria.
6. Conclusiones
La presencia de las mujeres en las acti-
vidades políticas en el estado de Pue-
bla en el periodo comprendido de 1973
a 2009 ha presentado una paulatina
transformación que ha estado condi-
cionada por las normas cambiantes del
régimen y sistema político nacional, con
la consecuente incidencia en el ámbi-
to local. En una primera etapa (1973-
1997) el régimen de corte autoritario,
ejercido por el titular del Ejecutivo fe-
deral, tenía la capacidad de imponer al
gobernador de la entidad, para conver-
tirlo en el eje sobre el que circulaban los
grupos políticos locales. En una segun-
da etapa (1998-2009), derivada de la
democratización del país, el control del
centro se debilita y los grupos priístas
de poder locales tienden a reforzar su
autonomía para encarar nuevas condi-
ciones de competencia política y una
oposición en crecimiento, este aspecto
ha permitido un paulatino fortaleci-
miento de la presencia de las mujeres
en la actividad política local. Los grupos
de poder político al interior del
PRI
se
reconF guraron para mantener el control
del poder político en la entidad.
A su vez, para esta investigación
fue clave observar las transformaciones
que ha tenido la mujer en la política
poblana, ya que pasó de una casi nula
presencia a una participación cada vez
más activa y agresiva (en función de
competencia y estrategia política) den-
tro del Partido Revolucionario Institu-
cional (
PRI
). La sinergia de estos acon-
tecimientos, sin duda, se encuentra en
las transformaciones que en el ámbito
federal propiciaron el cambio de las re-
glas tanto formales como no formales
al interior del
PRI
.
El proceso coyuntural de circulación
de las elites por la renovación de los
poderes del Estado, encabezados por el
Poder Ejecutivo, ha estado desde 1998,
y al parecer seguirá estando determina-
do por la confrontación abierta entre
los grupos locales de poder al interior
del
PRI
y la elite gobernante en Puebla;
aspecto que les permite medir fuerzas
para posteriormente establecer los pa-
rámetros sobre los que versará el reaco-
modo político de los grupos políticos
priístas, dentro de los cuales el prota-
gonismo de ciertas mujeres nos deja ver
un panorama en el que se puede pensar
en un reposicionamiento de grupos y de
intereses en los que el tema del género
seguramente será de relevancia.
La magra presencia de las mujeres
en los altos cargos de la administración
del gobierno del estado es un re± e-
jo de la cantidad de temas y acciones
pendientes en el quehacer político, de
hecho muchos varones miembros de la
elite y la clase política presentan claras
muestras de intolerancia hacia las muje-
res políticas, como es el caso de Blanca
289
DEBATE
Laura Villeda (procuradora del estado)
versus
Adolfo Karam Beltrán, jefe de
la Policía Judicial (dependiente de la
Procuraduría) en el mismo periodo que
la procuradora, lo cual provocó un en-
frentamiento entre ellos que ocasionó
el escarnio público en muchos medios
de comunicación, haciendo alusión a
la condición de mujer de la titular de la
Procuraduría, con adjetivaciones como:
“esta menopáusica” o “loca”, es decir,
el trato en los medios de este enfrenta-
miento fue distinto para ambos perso-
najes. También percibimos un enfrenta-
miento entre Blanca Alcalá Ruiz (actual
presidenta del municipio de Puebla) y
Carlos Meza Viveros (actual presidente
del
PRI
municipal), los comentarios del
segundo sobre las acciones u omisiones
de la primera presentan ciertas cargas
de sarcasmo (tema que bien puede dar
para otro trabajo de investigación).
Hasta el momento, el espacio más
abordado por las féminas en el ámbi-
to político ha sido el de representación
popular, como legisladores locales y fe-
derales, así como en los municipios. No
olvidemos que las cuotas de género son
las que han permitido esta apertura, por
lo tanto, en mucho, estamos hablando
de una construcción artiF cial de la re-
presentación política de las mujeres en
estos escenarios, el objetivo, como ya
se apuntó en otro momento, es lograr
que esos espacios sean ocupados por
las mujeres sin necesidad de hablar de
leyes que condicionen esta representa-
ción. En la medida que lo logremos ha-
bremos avanzado de la masculinización
de la política a la ciudadanización de
la política.
Las mujeres que deciden involu-
crarse en actividades políticas enfren-
tan el riesgo de poner en entredicho su
reputación moral, su estabilidad emo-
cional, su preferencia sexual, su sexua-
lidad misma y su estabilidad familiar,
compensar o encontrar el justo medio
en todos estos temas, y otros que en
este momento escapan a la re± exión,
se convierten en una tarea ardua, que
demanda a la vez coraje para enfrentar,
confrontar y seguir en pugna por logar
espacios de control político, como lo
hace cualquier político. Pero sólo unas
pocas sobreviven a esta cantidad de
pruebas, y, sin duda, cada vez será más
común hablar de mujeres inmersas en la
política, en tanto llegamos a ese punto,
las que están siguen abriendo brecha,
para que deje de serlo y se convierta
en un camino amplio y claro de acción
y conducción política para las mujeres,
por el simple hecho de que somos parte
de la sociedad.
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