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A
C T U A L I D A D
E
U R O P E A
La crisis económica de 2008 fue vista por algunos estudiosos como una crisis estructural,
mientras otros la avizoraron como simple “catarro”. La situación actual de algunos países de
Europa y Latinoamérica expone que los cantos de sirena vitoreados por economistas trasno-
chados no son reales. El presente ensayo aborda el papel del Estado en esta coyuntura.
* * *
The economic crisis of 2008 was been seen by some scholars as a structural crisis while
others envision it as a mere “cold.” The current situation of some countries in Europe and
Latin America that the siren song outdated cheered by economists are not real. This essay
discusses the role of the state at this juncture.
* * *
Globalización y
crisis económica. ¿La
resurrección del Estado? /
Globalization and economic
crisis. The resurrection
of the State?
Pedro Mercado Pacheco*
L
a crisis económica que arrancó en
septiembre de 2008 ha vuelto a
plantear el papel del Estado en el go-
bierno de la economía, que durante las
últimas décadas de políticas económi-
cas neoliberales había aparentemente
prescindido de su concurso. Hoy, los
mercados vuelven su cara al Estado de-
mandando medidas políticas e interven-
ción pública en el ámbito económico
que estabilicen la situación financiera.
Y los ciudadanos, sobre todo aquellos
que están en peor situación para hacer
frente a la crisis económica, acuden a
él en demanda de seguridad y protec-
ción social. Mientras entre los analistas
y economistas teóricos se desempolvan
de forma acelerada las ideas de
K
E Y N E S
,
en el ámbito de las políticas económi-
cas anticrisis parece que asistimos a una
resurrección del Estado en su papel de
corrector y de interventor en el sistema
económico. Paradójicamente, cuando
más asumida parecía la creencia de que
la globalización de la economía había
significado el declive irreversible del Es-
tado y el fin de un gobierno público-
estatal del ciclo económico, la inespera-
da crisis económica nos ha devuelto al
primer plano de la escena económica
al Estado. Las cuestiones que inmedia-
tamente surgen son, por un lado, cuál
es el papel efectivo que el Estado pue-
de jugar en el gobierno de la crisis de
una economía globalizada que previa-
mente lo ha vaciado de competencias
*
Profesor titular de filosofía del derecho en la Universi-
dad de Granada (
pmercado@ugr.es
).
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VERANO
2010
REVISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS JURÍDICAS DE PUEBLA
soberanas en múltiples ámbitos del go-
bierno del ciclo económico y, por otro
lado, cuál es el tipo y el significado de
la intervención que actualmente se le
demanda. Creo que la respuesta a estas
graves interrogantes no puede empezar
a construirse si no repasamos, aunque
sea brevemente, cuál ha sido la relación
entre Estado y globalización de la eco-
nomía, y el papel desempeñado por el
Estado en dicho proceso.
Globalización, Estado
y gobierno de lo económico:
el “Estado abierto”
Globalización y Estado son términos que
a menudo han sido presentados en la ya
inabarcable literatura sobre el fenómeno
de la globalización como antitéticos, re-
lacionados entre sí como si de un siste-
ma de vasos comunicantes se tratara. La
dialéctica Estado-globalización se nos
ha presentado como un juego de suma
cero: cuanta más globalización menos
Estado, o, en otros términos, que el pro-
ceso globalizador traería aparejado, jun-
to a la mundialización de los mercados,
los cambios en los sistemas de comuni-
cación, la difusión de modelos culturales
globales.
.. la crisis o el declive del Esta-
do, el fin de la política estatal.
La mundialización de los mercados y
el cambio en la forma de organización
de la producción constituyen las con-
diciones materiales de una economía
a escala mundial que han mutado los
elementos tradicionales sobre los que
hasta ahora había girado el sistema eco-
nómico. La globalización pone fin a la
forma de gobierno de la economía de
la fase precedente, basada precisamente
en el Estado, en un
gobierno público-
estatal de la economía.
Estado (nacional), territorio (nacio-
nal) y riqueza (nacional) han constitui-
do durante siglos el marco de la acción
económica y de la acción política. En
ese marco estatal-nacional se hizo rea-
lidad la idea de un gobierno “público”,
“político-estatal” del sistema económi-
co. Éste fue el legado de las políticas
económicas keynesianas y de las expe-
riencias del Estado de bienestar. Sobre
la base del compromiso entre capital y
trabajo, un conjunto de instrumentos
económicos y jurídicos convirtió al Es-
tado en garante del desarrollo global y
conjunto del sistema económico nacio-
nal. Iniciativa pública y sector público
de la economía, políticas de desarrollo
regional, programación económica ge-
neral y sectorial, intervención de em-
presas, principios de proporcionalidad y
progresividad del sistema fiscal, control
sobre la moneda y sobre los tipos de
interés, desarrollo regional equilibrado y
solidario… constituían los instrumentos
económicos y políticos básicos de “un
sistema de dirección global de la eco-
nomía”, bajo la orientación valorativa
del imperativo de la igualdad material.
Unos instrumentos que garantizaban la
intervención del Estado en la economía
y que se sumaban, sin borrarlos, a los
principios de propiedad privada y liber-
tad de empresa, sobre los que se nu-
cleaba la constitución económica en la
fase precedente del Estado liberal. La
articulación simultánea de dos lógicas
contrapuestas, la asignación y distribu-
251
ACTUALIDAD EUROPEA
ción de derechos y recursos según las
reglas del mercado y la redistribución
fuera del mercado.
Pero la globalización económica
rompe la cadena fundamental
Estado-
nación-mercado
e implica una pérdida
importante de la soberanía de los Esta-
dos en la determinación de las políticas
económicas, pero también la imposibi-
lidad de un gobierno público-estatal del
sistema económico. Se rompe la simetría
entre espacio económico y espacio po-
lítico, entre Estado y mercado. La fun-
ción del Estado como contenedor de la
economía entra en crisis. Hoy no existe
contenedor, la economía es mundo.
La dimensión internacional de los
mercados provoca que los Estados-na-
ción no dispongan ya de todos los ins-
trumentos que los manuales de política
económica y las Constituciones, como
la española, ponían en sus manos en la
fase precedente. En este proceso, el Es-
tado ha perdido o se ha desprendido de
los instrumentos que las Constituciones
nacionales le otorgaban para dirigir glo-
balmente el proceso económico.
Uno de los signos más evidentes de
este proceso de pérdida de soberanía
económica es la delegación y cesión de
los Estados a favor de organizaciones su-
pranacionales (regionales o mundiales)
de gran parte no sólo de los instrumen-
tos de gobierno sino de las competencias
de decisión sobre importantes sectores
económicos que anteriormente estaban
en sus manos. La fenomenología de este
declive del Estado es amplia, variada y
bien conocida:
1
privatización del sec-
1
Para un análisis pormenorizado de esta fenomeno-
logía véase M
E R C A D O
, P., “Transformaciones económicas
tor público de la economía (en sentido
estricto o mediante la externalización
o privatización de la gestión); pérdida
del control por parte de los Estados de
la política monetaria; crisis del sistema
fiscal como instrumento de las políticas
económicas y sociales, dada la dimen-
sión nacional de la imposición y la di-
mensión internacional de una riqueza
cada vez más inmaterial; flexibilización
de los mercados nacionales de trabajo
y regulación estricta y represiva de los
flujos de mano de obra a nivel interna-
cional; crisis del Estado del bienestar y
rebaja de su intensidad protectora…
Todos estos signos vienen a poner
de manifiesto que el papel del Estado
viene a ocupar un puesto en el sistema
conjunto de la economía y de la socie-
dad que
no puede ser representado ya
como central
. Cada vez es menos capaz
de mirar a la economía y a la sociedad
en su conjunto, de expresar una política
que tenga los caracteres de globalidad y
de intervención efectiva y aparece como
uno más de los actores, uno más de los
elementos del sistema que interactúan
en el sistema económico pero que ha
perdido la capacidad de definir el cua-
dro global de referencia de la actividad
económica.
Sin embargo, esta decadencia o ero-
sión de la soberanía estatal no significa
que ya no sea necesario el Estado, o que
sea necesario menos Estado. Porque a
pesar de las apariencias, de las proclamas
neoliberales y de los teóricos de la des-
regulación, la pérdida de soberanía en la
y función de lo político en la fase de la globalización”,
Anales de la Cátedra Francisco Suárez
,
núm. 32 (1995),
pp. 101-137.
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REVISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS JURÍDICAS DE PUEBLA
determinación de las políticas económi-
cas y la mundialización no han exigido
menos Estado o el fin del Estado, sino
la funcionalización de los instrumentos
económicos, políticos y jurídicos del Es-
tado a los imperativos de las estrate-
gias de mundialización. A lo que hemos
venido asistiendo progresivamente es a
la instauración de
una nueva forma de
gobierno de la economía no antagonis-
ta con los imperativos de la globaliza-
ción
. Son las funciones y los fines de la
intervención del Estado en el marco de
una economía mundializada y no na-
cional los que han cambiado y los que
han exigido una transformación de las
funciones hasta ahora desempeñadas
por el Estado en el inevitable gobierno
de los hechos económicos.
Lo que la razón económica dominan-
te exigía al Estado era su apertura, un
“Estado abierto”,
2
una estructura jurídi-
ca y política abierta en consonancia con
un mercado global, universal y abierto.
Y la apertura del Estado a la economía
globalizada ha exigido una decidida y
copiosa intervención del Estado: sólo
un Estado fuerte puede organizar con
eficacia su propia debilidad.
3
Es necesaria una profusa interven-
ción estatal para crear un Estado com-
petitivo y abierto; hay que regular para
desregular. Y son necesarios los Estados
2
Sobre el concepto de Estado abierto remito a mi tra-
bajo M
E R C A D O
P
A C H E C O
, P., “El Estado comercial abierto:
la forma de gobierno de una economía desterritoriali-
zada”, en C
A P E L L A
, J. R.,
Transformaciones del Estado en
la mundialización
, Madrid, Consejo General del Poder
Judicial, 2000.
3
Véase S
O U S A
S
A N T O S
, Boaventura de,
Reinventar la de-
mocracia. Reinventar el Estado
,
Madrid, Ediciones Se-
quitur, 1999, p. 55.
para la protección jurídico-política de
los intereses del capital global, del in-
versor extranjero; es necesario un apa-
rato estatal de fuerza que haga respetar
los derechos de propiedad y otorgue
fuerza vinculante a los contratos.
..
El Estado sigue siendo necesario para
la adaptación tecnológica de la empresa
y para situarla en condiciones de asumir
la competitividad mundial. Pero, sobre
todo, el Estado sigue siendo necesario
para garantizar los mínimos de cohe-
sión social que son necesarios para el
funcionamiento de una economía des-
regulada y mundializada. En esta tarea
de generación de armonía social, el Es-
tado, bajo éste u otro nombre, es difí-
cil que pueda ser sustituido por lejanas
instancias supraestatales, por eficaces
que éstas lleguen a ser en la gestión de
lo económico.
En definitiva, la presencia del Estado
en el sistema económico y comercial ha
sido cuantitativamente importante pero
simultáneamente se ha asistido a una
pérdida del papel de la política y de la
acción pública en la orientación de las
opciones económicas. El “Estado comer-
cial abierto” no implica menos Estado,
sino
la despolitización de la decisión
pública en el gobierno de una econo-
mía mundializada
y su sustitución por
un
gobierno técnico-mundial del nuevo
orden económico
.
En la fase de la globalización han
resonado con fuerza las voces que resu-
citan el mito liberal de la autonomía y
naturalización de lo económico, en las
que el mercado aparece como el lugar
de leyes naturales y además benéficas.
El Estado y la política son adyacentes a
253
ACTUALIDAD EUROPEA
lo económico, no tienen función propia.
La política es simple: garantizar lo que
la naturaleza ya ha dado a los hombres.
Así se legitima la subordinación de la
política a lo económico, la inconve-
niencia de un gobierno político de lo
económico.
Y si la economía es natural, entonces
lo que hace falta son expertos que es-
tudien y describan sus leyes: el gobier-
no técnico-económico es el lugar de la
neutralidad y del cálculo racional de los
expertos, de las agencias y “autorida-
des independientes”. Por ejemplo, en la
Unión Europea la política económica,
la liberalización de los mercados y la
defensa de la competencia se legitima-
ron como las únicas políticas posibles,
de la misma forma que en los países
en desarrollo la única alternativa era la
marcada por los planes de ajuste estruc-
tural impuestos por el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial. En
definitiva, un modelo de gobierno de
lo económico que ha reducido la deci-
sión política democrática en el ámbito
económico a un espacio limitado y re-
sidual.
Este modelo es el que ha dado lugar
en los últimos decenios a un periodo
de crecimiento económico basado en la
mundialización de los mercados y en
la expansión del crédito y del consumo,
de primacía de la economía financiera
sobre la economía real, que además es
un modelo de una absoluta desigualdad
social y ecológicamente insostenible. Sin
embargo, ese periodo de crecimiento se
ha visto interrumpido drásticamente.
El año 2008 ha señalado un punto de
inflexión en lo económico que ha aca-
bado por instalarnos en una de las crisis
más agudas del capitalismo, que no ha-
bía pasado por una situación tan grave
desde la crisis de 1929.
Crisis y gobierno de lo
económico: ¿Qué Estado?
¿Qué tipo de intervención
pública?
La actual crisis se manifestó en principio
como una tormenta financiera: la crisis
de las hipotecas
subprime
en marzo de
2008, es decir, de fondos compuestos
de hipotecas concedidas por debajo de
los estándares tradicionales para este
tipo de créditos y cuya morosidad llegó
al 35% (fruto de la estrategia extendida
de dar créditos, empaquetarlos, y ven-
derlos con buenas rentabilidades en el
mercado financiero, sin preocuparse de
la calidad del crédito, es decir, de la ca-
pacidad de devolución de los créditos
que constituían los paquetes de títulos).
Ante esta situación no hubo reacción:
el fenómeno era percibido como una
tormenta financiera más. El problema
era de algunos que se habían expues-
to a demasiados riesgos; una burbuja
financiera que se recompondría como
había ocurrido en otras ocasiones. Pero
no fue así.
En los pocos días que van del 7 al 25
de septiembre de 2008 se produjeron los
acontecimientos que significaron el de-
rrumbe del sistema financiero de Esta-
dos Unidos y de otros países centrales: el
día 7, el Departamento del Tesoro tomó
el control de Fannie Mae y Freddie Mac,
agencias que controlaban todo el merca-
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REVISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS JURÍDICAS DE PUEBLA
do hipotecario; el 14, Merryl Lynch, un
gigante de la banca de inversión, debe
ser adquirido por el Bank of America; el
15 quiebra Lehmann Brothers, y el 16, la
multinacional aseguradora
A I G
tiene que
recibir la ayuda de la Reserva Federal; el
25, Washington Mutual, una de las ma-
yores instituciones financieras de ahorro
y crédito de Estados Unidos, se declara
insolvente y es intervenida y vendida a
precio de saldo. Mientras tanto, en Eu-
ropa grandes instituciones financieras, y
en particular muchos de los bancos pri-
vados (especialmente británicos), entra-
ban en quiebra, provocaban la inyección
de fondos estatales y ponían la mayo-
ría de su capital en manos públicas.
Empezaba a tomarse conciencia de
que la crisis no tenía su origen en las
hipotecas basura, sino que todas las ins-
tituciones financieras se vieron afecta-
das: bancos comerciales, compañías de
seguros, fondos de pensiones, los orga-
nismos de control y de garantía.
.. No
se trataba de un problema de burbuja
o de especulación financiera, sino que
era el sistema financiero de los países
centrales el que hacía aguas de una
manera manifiesta y alarmante, arras-
trando consigo la confianza que había
sustentado la pirámide financiera. El
sistema financiero que había producido
la multiplicación del crédito y que ha-
bía permitido el periodo de crecimiento
de la economía en la fase del neolibe-
ralismo de los años ochenta y noventa
parecía quebrarse. El incremento del
crédito había sido el combustible con el
que se había alimentado una economía
globalizada con primacía de la econo-
mía financiera sobre la economía real.
Pero cuando el combustible se agota, la
economía se viene abajo.
La crisis financiera se transmitió rápi-
damente a la economía real, porque no
sólo se paralizó el crédito, sino también
el valor de los bienes que lo sustenta-
ban. La congelación del crédito produjo
una contracción rápida del consumo,
que provocó pérdidas en las empresas y
el aumento del desempleo. En un solo
trimestre de 2008, la caída de la pro-
ducción y del consumo fue brutal y ge-
neralizada. A partir de ese momento la
crisis se extiende como crisis global, no
sólo de la economía financiera sino de
la economía real.
4
Hay razones para pensar que esta
crisis será larga y permanente. La crisis
no es un episodio coyuntural, sino que
es la crisis de un modelo de crecimiento,
en tanto que ha dañado de forma grave,
y en determinados aspectos de forma
irreversible, algunos de los cimientos o
líneas de flotación del modelo de polí-
tica económica neoliberal.
En efecto, la crisis, en primer lugar,
ha afectado al corazón del sistema fi-
nanciero. La crisis ha liquidado uno de
lo núcleos del nuevo sistema financiero
puesto en pie tras la desregulación y li-
beralización del mercado de capitales:
la banca de inversión especializada en la
intermediación de multitud de produc-
tos y derivados financieros creados du-
rante las últimas décadas. El modelo de
crecimiento del proyecto neoliberal du-
4
Un análisis inteligible para el no economista y exce-
lente para la comprensión de la dimensión y fenomeno-
logía asociada a la crisis puede verse en L
O R E N T E
, M. A. y
C
A P E L L A
, J. R.,
El crack del año ocho. La crisis. El futuro
,
Madrid, Trotta, 2009.
255
ACTUALIDAD EUROPEA
rante los últimos años se basó en el in-
cremento del crédito como mecanismo
generador de la demanda agregada para
absorber la sobreproducción. Y en este
sentido, la crisis de la pirámide financie-
ra de creación de crédito ha provocado
que el neoliberalismo se haya quedado
sin modelo de política económica.
En segundo lugar, ha volado por los
aires el mito del mercado autorregula-
do y de la autonomía de lo económico.
La idea neoliberal de la autorregulación
del mercado, que cuestionaba cualquier
tipo de intervencionismo del Estado en
la economía, ha quedado completa-
mente desacreditada. Por eso ya nadie
duda que entraremos en una fase de
mayor intervención pública en el siste-
ma económico. Las miradas de nuevo se
dirigen hacia los Estados como agentes
fundamentales para salir de la crisis. El
Estado es de nuevo rescatado, resucita-
do, como agente fundamental para sa-
lir de una situación comprometida del
capitalismo. En los primeros momentos
de desconcierto por la virulencia de los
efectos de la crisis se hablaba incluso
de la necesidad de “refundar el capita-
lismo”, se desempolvaban las ideas de
K
E Y N E S
, etcétera.
La cuestión es qué papel puede ju-
gar el Estado hoy en el gobierno de una
economía globalizada y en crisis. Aun-
que habría que distinguir dos tipos de
cuestiones relacionadas, pero que con-
viene mantener separadas: en primer
lugar, qué tipo de Estado está en condi-
ciones de hacer frente a esta crisis y, en
segundo lugar, y más crucial, qué tipo
de intervención es la que hoy se exige o
requiere de los poderes públicos.
A) Respecto a la primera cuestión —y
muy brevemente ante la imposibilidad
de abordar en estas páginas un debate
que evidentemente supera esta sede—,
me parece que existen teóricamente tres
alternativas:
En primer lugar, nos encontraríamos
con la alternativa de
renacionalizar la
política
, es decir, resistir en el interior
de los Estados constitucionales nacio-
nales los efectos más perniciosos de la
crisis y de la economía globalizada en
general. Sin embargo, ésta es una es-
trategia que creo ineficaz e imposible
de transitar, por ser completamente im-
practicable. La configuración actual de
la economía mundial no hace ya posible
un equilibrio de democracia y capitalis-
mo en un solo país; es más, dicha po-
sibilidad estaría expuesta a la presión y
a la sanción constante por parte de los
actores y de los poderes económicos de
un espacio económico global desterri-
torializado. Además porque el modelo
de acción política de los Estados nacio-
nales ha entrado en una fase de crisis
estructural frente a los nuevos desafíos
de los movimientos migratorios y del
empleo, de la dimensión global de los
mercados o de la protección del medio
ambiente, aspectos en los que el espacio
político estatal aparece absolutamente
inadecuado e insuficiente.
En segundo lugar, y en el extremo
opuesto, nos encontraríamos con las
propuestas de liquidar el Estado-nación
para reproponer
un Estado a nivel mun-
dial
. La liquidación del Estado-nación
por elevación, constituyendo un Estado
mundial cosmopolita capaz de reespa-
cializar la política al mismo nivel que
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VERANO
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REVISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS JURÍDICAS DE PUEBLA
el de una economía globalizada. Esta
huída hacia lo global, la posibilidad de
construir un Estado planetario, de un
gobierno mundial con poderes suficien-
tes para gobernar un sistema económico
mundial, puede ser una propuesta bien
intencionada pero, hoy por hoy, carente
de realismo.
Frente a ambas alternativas, la de la
resistencia o renacionalización de la po-
lítica y la de la huida del Estado-nación
hacia un Estado cosmopolita a esca-
la planetaria, cabe una posición en la
que los Estados tendrían su vigencia y
un poder propio, pero profundamente
transformado. Los Estados han dejado
de ser el centro, la estructura institu-
cional básica del orden político, para
convertirse en parte de un sistema de
gobierno en el que comparte sus fun-
ciones con otros agentes trasnaciona-
les, tanto gubernamentales como no
gubernamentales, públicos y privados,
pero también con regiones y entidades
locales de ámbito infra o interestatal.
Un orden político más amplio y más
complejo en el que los Estados ejercen
funciones políticas pero no como enti-
dades cerradas y soberanas, sino como
partes componentes de un nuevo or-
den político internacional más amplio
y complejo. En cierto sentido esta es,
por ejemplo, la estrategia de reespacia-
lización política propuesta por D.
H
E L D
,
5
para quien las formas políticas unitarias
de la modernidad ya no son posibles en
el mundo global, pero eso no significa
5
Véase H
E L D
, D.,
La democracia y el orden global. Del
Estado moderno al gobierno cosmopolita
, Barcelona,
Paidós, 1997.
que no sea posible una política demo-
crática que valore la pluralidad de los
mundos vitales y de las experiencias,
y pensarlas reespacializadas, sustraídas
a la dispersión global. Se trata de una
reespacialización de la política demo-
crática no ligada a un territorio estatal
o a la posibilidad de un futuro Estado
mundial, sino a “estructuras comunes
de acción política”. En definitiva, un
sistema de gobierno económico multi-
nivel:
local, regional, estatal, global, en
el que el Estado sigue siendo un actor
importante, pero uno más dentro de
una configuración del poder político
flexible y adaptable a las condiciones
complejas de la globalización.
B) La segunda cuestión me parece, si
cabe, más relevante. ¿Cuál es el tipo de
intervención pública, política, que hoy
demanda la crisis? ¿Cuál es el sentido y
la finalidad de dicha intervención?
Para contestar a estas preguntas es
necesario detenerse por unos instantes
en las respuestas a la crisis que se han
venido produciendo por parte de los
Estados y de las instituciones suprana-
cionales, para vislumbrar cuál ha sido su
verdadero sentido y alcance. En el marco
de las indicaciones que han surgido de
las reuniones del G20, la respuesta a la
crisis se articuló en tres flancos: en pri-
mer lugar, era urgente poner en marcha
un plan de estabilización de los merca-
dos financieros y de rescate bancario;
en segundo lugar, un plan de reactiva-
ción económica y de activación de la
demanda y, en tercer lugar, un plan de
regulación de los mercados financieros
para dotarlos de mayor transparencia.
257
ACTUALIDAD EUROPEA
Las principales medidas tomadas
por los Estados (particularmente Esta-
dos Unidos y Reino Unido) siguiendo
esos ejes estratégicos fueron la compra
masiva de activos tóxicos, el préstamo
directo o el aval al sistema bancario, o
incluso la compra directamente de ac-
ciones de los bancos y la nacionaliza-
ción de las instituciones financieras y
de seguros insolventes. En definitiva, se
realizó una inyección de dinero público
al sistema financiero para garantizar su
liquidez y, una vez estabilizada la situa-
ción financiera, que el sistema estuviese
en condiciones de volver a dar crédito y
financiar la producción y el consumo en
la economía real.
Sin embargo, estas medidas y res-
puestas no han estado a la altura de
lo que la salida de esta crisis exigiría.
En primer lugar porque la concepción
de la crisis que se sostiene desde esas
posiciones es estrecha y reduccionista.
No se habla de una crisis profunda de
la política económica del modelo neo-
liberal, sino simplemente de una crisis
financiera con consecuencias económi-
cas generales. Desde esta visión, basta
intervenir desde el Estado y las institu-
ciones supranacionales para estabilizar
los mercados financieros y para que
entremos de nuevo en la senda de la
recuperación (la metáfora de los “brotes
verdes” que se está imponiendo en la
lectura de la evolución de la crisis es un
síntoma de esta visión). La salida de la
crisis, después de la intervención estabi-
lizadora, será simplemente una cuestión
de tiempo.
En segundo lugar, porque el discurso
oficial que se impone parece atenuar las
exigencias de intervención en el mer-
cado que plantea la crisis. Pasadas las
primeras reacciones ante la emergencia
de la crisis, que llegaban a plantear in-
cluso la necesidad de una “refundación
del capitalismo”, de un nuevo modelo
económico gobernado desde la política
y no sólo por el mercado y los expertos,
el recelo hacia la intervención pública
en los mercados ha vuelto a instalarse en
las sedes institucionales desde las que se
gestiona la crisis.
En otras palabras, la intervención
estatal o pública en la crisis ha sido bá-
sicamente paliativa. El Estado no ha in-
tervenido para estimular directamente
la economía real, sino que esa responsa-
bilidad sigue recayendo en los mercados,
en las empresas. Se trata de una inter-
vención correctora, que es considerada
como temporal, excepcional. Estabili-
zados los mercados mediante su sanea-
miento público, de nuevo el mercado
proveerá.
Es verdad que algunos de los ci-
mientos del modelo económico neoli-
beral se han tambaleado, especialmente
el modelo financiero, y posiblemente se
conformen mecanismos regulatorios en
el mercado de capitales en el sentido
de dotarlos de más transparencia. Pero
una vez realizada la operación de esta-
bilización de los mercados financieros
con la gran inyección de dinero público
efectuada por los Estados, los mercados
contraatacan de nuevo con movimien-
tos especulativos como los que en estos
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REVISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS JURÍDICAS DE PUEBLA
últimos meses están sufriendo los mer-
cados de la deuda pública de algunos
países europeos, y que amenazan con
desestabilizar el euro y la propia su-
pervivencia de la unión monetaria eu-
ropea. Hoy son de nuevo los mercados
los que exigen a los Estados interven-
ción y regulación, pero lo que exigen
es precisamente aquello que sostenía
el modelo económico que se ha venido
abajo. Los mercados exigen estabiliza-
ción del crédito mediante el desembolso
de ingentes cantidades de dinero públi-
co, pero condenan las políticas de gasto
público de reactivación de la demanda
o de protección social. Imponen reduc-
ciones del déficit público que hoy por
hoy sólo pueden agravar las tasas de
desempleo y la prórroga de la recupe-
ración del crecimiento de la economía
real. Y las instituciones supranacionales
exigen reformas estructurales que nor-
malmente quieren decir flexibilización
del mercado de trabajo con reformas del
mercado laboral que merman las pocas
garantías del trabajador de mantener un
empleo no precarizado, y que pretenden
el adelgazamiento de la administración
y del sector público. Esto es, de nuevo
la funcionalización de la intervención
del Estado a los imperativos de estabi-
lización de los mercados y de la globali-
zación neoliberal. Ése es el significado y
el alcance de la intervención del Estado
en la gestión de la crisis económica.
Sin embargo, si, como hemos vis-
to, la crisis económica no sólo es una
crisis transitoria del sistema financiero
con consecuencias en la economía real,
sino una crisis del modelo de crecimien-
to económico del proyecto globalizador
neoliberal, la crisis puede ser una opor-
tunidad para plantear un modelo de
regulación de la economía globalizada
alternativo al programa neoliberal. Un
modelo de intervención política y públi-
ca en la economía que siente las bases
de un nuevo modelo de regulación del
sistema económico y que defina nuevas
prioridades y finalidades es una tarea
urgente e improrrogable. Sencillamente
porque el modelo económico neoliberal,
en primer lugar, es insostenible: la crisis
ecológica en sus múltiples dimensio-
nes (crisis energética, crisis demográfi-
ca, los problemas de la contaminación
y del cambio climático, la gestión del
agua.
..) pone de manifiesto la necesidad
de asumir económicamente los límites de
nuestro modelo de producción y con-
sumo. En segundo lugar, es un modelo
económico profundamente injusto que
ha desterrado de su horizonte el proble-
ma de la distribución, provocando situa-
ciones de desigualdad, de hambre y de
pobreza extremas en algunas regiones
del mundo y que ha devaluado los sis-
temas de bienestar y los derechos so-
ciales de amplias capas de la población.
Y, en tercer lugar, es profundamente
antidemocrático porque el gobierno de
la economía globalizada está en manos
de una constelación de poderes (públi-
cos y privados, locales y globales) en la
que los ciudadanos cada vez están más
lejos de controlar y de influir en sus de-
cisiones. Es necesario que la economía
sea de nuevo subordinada a la socie-
dad, poner urgentemente en cuestión el
poder desorbitado de gestionar no sólo
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ACTUALIDAD EUROPEA
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la producción y distribución de bienes,
sino la vida misma de una sociedad
completamente subordinada a la razón
económica y técnica. Es necesario que
las instituciones de la democracia repre-
sentativa sean utilizadas allí donde exis-
tan, y sean introducidas allí donde estén
ausentes para asegurar el control social
de las decisiones económicas y técnicas.
Y ello no por un perverso afán regulador
o interventor, sino por la necesidad de
devolver a la decisión pública democrá-
tica la determinación de los fines a los
que la economía debería servir siempre
de instrumento.
* * *
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