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219
C
R Ó N I C A
P
O L Í T I C A
La democracia electoral es, en el panorama político mexicano, el único canal de comuni-
cación ciudadana. Se le sigue apostando a esa vía y sin embargo se requeriría aperturar
mecanismos alternos de discusión, puesto que votar es por sí mismo un acto rígido y no sirve
como canal único y/o preponderante de expresión ciudadana, toda vez que ésta se ha hecho
más compleja. El riesgo es debilitar lo que ha costado mucho esfuerzo. En esta crónica el au-
tor establece consideraciones sobre el panorama político-democrático del México de hoy.
* * *
Electoral democracy in the political landscape is the only communication channel that the
Mexican citizen has. The electorate continues to bet on that path however it is required
to gamble on alternative mechanisms of discussion, since voting in itself is an inflexible
act and does not serve as a single-channel and/or predominant civic expression provided
that it has been made more complex. The risk is to weaken what has cost much effort. In
this chronicle, the author provides considerations on the political-democratic landscape of
Mexico of today.
* * *
El voto nulo
y las instituciones
electorales en México /
The null ballot
and the electoral
organizations in Mexico
José Luis Mendoza Tablero*
1. Una paradoja
1
E
l presente ensayo parte del supues-
to de que la sociedad mexicana ha
cambiado de una de tipo tradicional
a otra moderna, lo cual implica bási-
camente una mayor complejidad de la
misma;
2
sin embargo, esta nueva so-
ciedad ha visto colocadas sus esperan-
zas en la democracia electoral y en el
discurso de la transición respectiva,
3
los
cuales en esencia corresponden a con-
diciones limitadas.
Lo anterior es paradójico porque an-
te una sociedad que requiere de institu-
ciones constantemente más complejas
para tener alguna concordancia con
esta sociedad, las de tipo electoral son
simples y rígidas como para crear un es-
pacio expresivo.
*
Director de la revista
Análisis Social
de la Coordina-
ción de Ciencias Políticas y Administración Pública de la
Universidad Iberoamericana, Puebla.
(
jlmtablero@hotmail.com
).
1
Tengo una deuda en varios sentidos con Carlos Balles-
teros para la realización del presente ensayo. Agradezco
los comentarios puntuales de José Luis Velasco al bo-
rrador previo y, como es común en estos casos, diré que
probablemente no hubiese entendido correctamente las
observaciones.
2
La idea central es de René M
I L L Á N
(2008).
3
Un texto claro sobre el enfoque de la transición es el
de Alejandro M
O R E N O
(2003), en donde de manera inte-
resante menciona el cambio generacional como fun-
damento de la alternancia, pues sectores importantes
de jóvenes se incorporan al listado nominal teniendo la
idea de cambio, esto ante la elección de 2000.
220
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REVISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS JURÍDICAS DE PUEBLA
Así se plantea que ante la interro-
gante surgida en 2009 sobre qué repre-
senta el voto nulo en el marco de las
instituciones electorales, la respuesta es
que se trata de una muestra de la so-
brecarga social a estas últimas ante una
sociedad compleja.
No puede sino observarse que las
elecciones en términos institucionales
han cambiado de manera importan-
te, han existido momentos de decisión
que han marcado una ruta en la cual
el sufragio se desenvuelve en un am-
biente de desconfianza, formalidades y
por supuesto autoridades con grandes
alcances; no deja de llamar la atención
que por lo menos antes de 2006 el Ins-
tituto Federal Electoral (
I F E
) era una de
las dependencias mejor evaluadas y que
de alguna manera recupera su confia-
bilidad.
Por otro lado, el Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación (
T E P J F
) ha
ido dando pasos que han consolidado
su posición y sobre todo que los actores
lo han legitimado. El parteaguas, y que
por lo tanto definió una época, fue que
el Partido de la Revolución Democrática
(
P R D
) aceptara la decisión sobre quién
tendría que ser su presidente.
Así se observa cómo sociedad e insti-
tuciones han ido a contrapunto, pero el
punto esencial del ensayo es que la for-
taleza del
I F E
y del
T E P J F
está provocando
que paradójicamente, al dar resultados
adecuados, se les esté cargando de más
y las expectativas sigan creciendo, jus-
to cuando el ámbito electoral, al menos
como lo conocemos, está llegando a su
límite. Así, tenemos a un
I F E
con más
atribuciones, sobre todo en el área de
fiscalización, revisión y manejo de me-
dios de comunicación masiva.
El
T E P J F
tiene ahora salas permanen-
tes, pero sobre todo llama la atención
que la mayor parte de asuntos que está
resolviendo en este momento sea de
militantes frente a su partido. En lugar
de que los partidos políticos resuelvan
con buenos oficios sus diferencias, éstas
se tienen que judicializar.
El camino trazado pareciera mirar
a sancionar más casos concretos pre-
viéndolos en la ley y colocando órganos
especializados más complejos para su
aplicación, pero uno de los argumentos
de este texto es que lo más correcto se-
ría avanzar hacia la parte deliberativa e
informativa entre los ciudadanos, parti-
dos políticos y gobierno; de otra manera
se podría ir a un callejón en donde se
termine desgastando a las instituciones
que hasta ahora han servido de mucho,
y que por lógica tienen sus límites, no
sólo posibles sino deseables.
Como referencia empírica, se consi-
dera que el voto nulo es adecuado ya
que representa la necesidad de una so-
ciedad de expresarse frente a un esque-
ma rígido de participación como son las
elecciones, el punto clave aquí es: no
teniendo espacios alternos.
2. Elementos para una
discusión teórica
México ha visto cambiar a su sociedad
de manera drástica en un siglo. Se pa-
só de una sociedad tradicional que per-
fectamente se asocia a la etapa histórica
posrevolucionaria, a otra que se podría
221
CRÓNICA POLÍTICA
denominar moderna pero que ante las
implicaciones conceptuales que esto in-
volucra preferiré llamar compleja, en-
tendiendo que se denomina así porque
se le se compara con la etapa anterior.
Así, es compleja en relación con la an-
terior; de ninguna manera significa que
no pueda ser más compleja ni que sea
suficientemente compleja en relación
con las otras sociedades contemporá-
neas.
Uno puede pensar en las razones de
ese cambio, pero no será motivo del pre-
sente ensayo; se parte del supuesto de
su existencia
4
y se considera la relación
de éste con las instituciones electorales
en el marco del voto nulo.
El encuadre general del texto bus-
ca asirse de concepciones generales de
L
U H M A N N
, lo cual tiene enormes peligros
principalmente porque no se pueden
tomar “prestadas” algunas ideas de este
autor; implica un compromiso teórico
importante, puesto que esos conceptos
tienen sentido en un marco (o sistema)
mucho más amplio.
Realizada la salvedad anterior, hay
que sumarle el hecho de que la teoría
comentada se mueve en un ámbito su-
mamente abstracto, y tratar de llevarla a
un plano empírico es una labor casi im-
posible con el nivel de conocimiento del
que se dispone actualmente; no queda
sino apelar a las características delibera-
tivas del ensayo para realizar esta tarea.
El sentido de utilizar la concepción
de sistemas viene orientado por el en-
foque de tomar en cuenta los aspectos
4
Este cambio se da por hecho en las explicaciones pos-
teriores, en el contraste entre la sociedad tradicional y
la compleja.
sociales, políticos y económicos como
conjunto, para explicar el paso de una
sociedad homogénea a otra que carece
de centros hegemónicos;
5
por otro lado,
la idea de sistema hace pensar en un en-
torno que no afecta directamente sino
que “irrita” al propio sistema. Así no
haya una transformación dirigida sino
una serie de procesos interconectados,
considero que no hay mejor manera de
ver esto que apoyándose en L
U H M A N N
.
La forma de aterrizar el pensamien-
to de sistemas se hace a través de las
nuevas concepciones del institucionalis-
mo que considero no se enfrenta y sí se
compagina con la visión de sistemas.
Las instituciones en sentido general
pueden ser vistas como sistemas, que si
bien es cierto están influidas por su en-
torno, ésta no es directa ni inmediata;
no deja de parecer interesante la idea de
autopoiesis (J. G. March y Olsen, 1984:
738).
Con esto se toman posiciones im-
portantes al considerar que las insti-
tuciones y los actores en general van
creando una serie de inercias, en donde
las rutas andadas no se pueden cambiar
con facilidad. Se desee o no, las insti-
tuciones no son aspectos formales de
un gobierno sino que corresponden a
una serie de reglas que son aceptadas,
en diferentes grados por supuesto, pero
que enmarcan la acción en la sociedad.
Las instituciones (gubernamentales) en
la perspectiva clásica han dejado de ser
el centro analítico. Finalmente, se con-
sidera que las personas no reaccionan
5
En este sentido es sugerente la idea de
F
O U C A U L T
(1975/2008), que hace varias críticas al estructuralis-
mo.
222
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de manera mecánica a las relaciones de
poder, sino que además hay una serie
de elementos rituales que intervienen
en las explicaciones que se buscan (véa-
se J. G. March y Olsen, 1984: 735).
A) La sociedad mexicana
tradicional (o posrevolucionaria)
Esta etapa se caracteriza porque la di-
ferenciación social es mínima, lo que
permite una sobreintegración grande,
en donde se identifica un centro esta-
tal definido (Millán, 2008, p. 63); esto
significa que la sociedad no tiene di-
ferencias significativas, lo cual permite
una homogeneidad social importante
en algo que bien hace recordar a la so-
lidaridad orgánica de D
U R K H E I M
; junto
a ello tenemos a un Estado que ejerce
un poder político desde una posición
hegemónica. De esta manera, estamos
hablando de una sociedad con un nivel
de complejidad bajo (North, 1993: 66).
Lo anterior tiene una serie de impli-
caciones en, por ejemplo, la importan-
cia de los valores familiares y cívicos al
menos en la parte formal; dichos valo-
res son compartidos por una mayoría, y
es así que podemos notar por ejemplo
que la religión católica es hegemónica y
las posibilidades de tolerar una creencia
diferente son escasas.
Esto es por demás interesante puesto
que se trata de lazos fuertes (familiares
y religiosos) que complican espacios de
debate, lo cual genera pocas organiza-
ciones y con una estructura débil (Put-
nam, 1994: 132).
Esta sociedad, por tanto, es suma-
mente autoritaria tanto en los espacios
públicos como privados; así, por ejem-
plo, el Estado se considera a sí mismo, y
la sociedad en buena medida lo acepta,
articulador de las demandas sociales,
asumiéndose al mismo tiempo como el
ejecutor de las respuestas necesarias; se
considera al orden un elemento por de-
más valioso.
Estamos observando instituciones
que durante mucho tiempo se han man-
tenido como válidas y que cuando las
condiciones sociales cambian, por su-
puesto que éstas no desaparecen en un
momento; por el contrario, crean una
serie de conflictos porque sobre un mis-
mo espacio se sobreponen instituciones
contradictorias.
En este proceso pueden verse mu-
chos adelantos en materia económica
(el “milagro mexicano”), pero un déficit
significativo en materia de cultura po-
lítica y expresión, y la razón por la cual
se soporta esta situación se encuentra
en la poca diferenciación social (véase
González Casanova, 1967/2004).
Existe un fenómeno clientelar im-
portante puesto que las personas, lejos
de desconocer la forma de votación, la
ocupan para un beneficio a corto plazo
(Putnam, 1994: 117).
B) La sociedad mexicana
compleja (o actual)
Para el momento en que vivimos de-
finitivamente ha cambiado la sociedad
mexicana. Tiene características, si no
opuestas, sí muy diferentes al tipo an-
terior; así vemos una gran cantidad de
desajustes de coordinación social que no
representan excepciones sino que tienen
223
CRÓNICA POLÍTICA
una presencia constante;
6
la cantidad de
elecciones que se pueden realizar en el
sistema ha aumentado considerable-
mente, se ha hecho más complejo; así,
las opciones para entretenerse se han
multiplicado geométricamente; la po-
lítica no necesariamente se tiene que
hacer en un partido político y mucho
menos en el que fue hegemónico; las
opciones de estudio se han dejado de
centrar en unas cuantas opciones; la
especialización corre como un mal ne-
cesario.
La interdependencia social ha au-
mentado en nuestro país, pero de mane-
ra segmentada (Millán, 2008: 61), y las
relaciones sociales y de conocimiento
aumentan pero de manera “ordenada”;
por ejemplo, las relaciones sociales se
hacen mayores, dependiendo de la ac-
tividad profesional o de entretenimien-
to que se tenga, no de manera gene-
ral; la tecnología nos da la posibilidad
de comentar nuestras inquietudes con
gente interesada en un tema, pero por
obviedad dejamos muchos otros sin
atención.
Así, la gran interrogante es sobre la
coordinación efectiva y posible, de tal
manera que las exigencias aumentan
junto con la dificultad para resolverlas,
situación por demás paradójica. Sólo la
complejidad reduce la complejidad y
es entonces que se da la necesidad de
mecanismos sociales, como las institu-
6
Tendemos a ver en el orden una situación deseable.
El caso extremo es el de
H
O B B E S
, pero esto no necesaria-
mente tiene que ser así; el discurso sobre el orden lleva
implícito una lucha de poder, y en el mejor de los casos
se requiere para darnos áreas menores de incertidumbre
a costa del conocimiento.
ciones, más complejos, sólo para crear
demandas mayores.
Ante el escenario descrito se recono-
ce la gran posibilidad de experiencias;
sin embargo, éstas toman dimensiones
inconmensurables (Millán, 2008: 60).
De esta manera podemos hacer muchas
cosas pero no de forma simultánea, y
por supuesto muchas de las actividades
pueden ser contradictorias entre sí, con-
siderando utilidad, sentido, ideología,
etcétera. Esto es sumamente interesante
porque hace a la sociedad por defini-
ción más abierta en los ámbitos morales
y políticos.
La sociedad se vuelve más hete-
rogénea y por lo tanto la sociedad se
descentra; la política, que se afirmaba
como eje articulador, no puede por sí
misma llevar la conducción de una so-
ciedad de este tipo.
La sociedad mexicana ha cambiado
para considerarse plural en muchos as-
pectos, y nadie puede dejar de recono-
cer que en muchos aspectos se tienen
reminiscencias del pasado, pero más
bien lo que tenemos es una sociedad
compleja que no reconoce ideas centra-
les como adecuadas.
Los lazos verticales se tratan de cam-
biar por los horizontales, pero esto en
términos institucionales representa una
tensión importante, puesto que se trata
de un desajuste entre los mecanismos de
la sociedad tradicional y de la compleja,
en donde por supuesto no se trata de
un conflicto entre dos posiciones claras,
sino que cada una tiene sus propias in-
consistencias internas.
Así, no tenemos ahora una sociedad
que se interese por desarrollar institu-
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ciones más participativas, buscando la-
zos horizontales y tratando de cambiar
mecanismos autoritarios, en una mejora
constante (J. G. March y Olsen, 1984:
743; J. G. March y Olsen, 2006: 11);
más bien tenemos eso, en medio de una
gran cantidad de problemas sociales,
conductas enfocadas al consumo y por
supuesto una buena cantidad de “go-
rrones racionales”.
En términos políticos esto es algo
por demás importante porque entonces
no existe un principio articulador de la
sociedad; resulta que el poder se sigue
aplicando quizá no desde una posición
tan visible, pero sí mediante mecanismos
de observación constante, y así el méto-
do panóptico es sustituido por el de
big
brother
; sin embargo, estamos ante una
sociedad que sigue buscando en varios
sectores soluciones de tipo tradicional,
lo que complica más los procesos de in-
teracción.
De esta manera, continuando con la
idea de que el medio político y las pro-
pias elecciones son incapaces de resolver
los retos de interacción, si seguimos a
L
U H M A N N
, uno de los puntos básicos es el
desarrollo de instituciones, entendidas
como mecanismos constantes de inter-
cambio de energía bajo una información
que en buena medida es compartida por
los sistemas psíquicos, al menos en sus
principios, y que derivado de ello per-
mite tener una serie de certezas sobre
el comportamiento.
Sin duda dependemos de muchas
personas, de donde a la mayoría nunca
conoceremos; entonces nuestras depen-
dencias sólo son menores en aparien-
cia porque propiamente se han hecho
mayores pero segmentadas. Esto tiene
implicaciones porque nos da una auto-
nomía ficticia frente a relaciones com-
plejas.
C) Modelo básico de observación
Pareciera que podemos cruzar en tres di-
mensiones algunas de las explicaciones
de la sociedad mexicana en general.
Estas tres dimensiones son: la eco-
nómica, la política y la social. Tomare-
mos como referencia un prisma triangu-
lar equilátero, donde en la base puedan
considerarse cada una de estas dimen-
siones; esto, a diferencia de la figura
triangular sencilla, nos debe dar la idea
de que no hay un elemento más impor-
tante que otro sino que, por el contrario,
se trata de elementos equilibrados para
fines teóricos, que forman una base de
resultados emergentes y más complejos
a su propio origen.
No dejo de notar que los vértices re-
presentan un punto débil de esta figura;
sólo me queda plantear la idea de un
prisma inacabado por definición en la
parte superior en donde los ángulos de
la base están difuminados.
Así, se podría caracterizar a cada
una de las dimensiones de la manera
siguiente:
a) Económica
Tiene que ver con la diversificación de
las actividades laborales de la sociedad,
cómo han evolucionado las formas de
inversión, así como las relaciones pro-
225
CRÓNICA POLÍTICA
ductivas y laborales, y cómo se com-
porta el consumo interno y la balanza
comercial.
Para continuar con el paralelismo de
tradicional y complejo, se podría decir
que al primer momento corresponde
una dimensión económica con ape-
nas principios de diferenciación labo-
ral que se basa en el sector primario y
tiene aspiraciones al secundario; existe
una visión familiar de las empresas pro-
ductivas y se busca tener crecimiento
de manera proporcional al número de
empleados; asistimos al sueño de las
empresas más grandes con aspiraciones
monopólicas, y en ese mismo sentido
acudimos a la etapa de la sustitución de
importaciones.
El caso actual estaría marcado por
una diferenciación laboral importante,
enclavada prácticamente en los servi-
cios. Las empresas familiares continúan
de manera errática siendo las grandes
empleadoras, pero fuera de las interac-
ciones importantes y sujetas a muchas
presiones, o bien han tenido que incor-
porar mecanismos de organización y
dirección actuales como el
outsourcing
,
los contratos por obra, administración
bajo criterios de reingeniería. Para las
pequeñas y medianas empresas (Pymes)
se buscan elementos de contratación
flexibles por periodos cortos, bajo un
sistema de honorarios cuando es po-
sible; los procesos de especialización
en las diferentes áreas es constante, y
generalmente se tratan de incorporar
como proveedores de empresas mayo-
res, en una fase del desarrollo trasna-
cionalizado.
b) Política
Esto hace referencia a la estructura del
poder estatal; por supuesto, se puede
tener una perspectiva más amplia, pero
requerimos de hacer diferenciaciones
analíticas en relación con la dimensión
social.
Aquí importará saber las condicio-
nes efectivas en materia electoral de
los mecanismos de coacción, el control
gubernamental sobre los medios de co-
municación, la relación entre grupos de
poder y gobernantes, así como la efec-
tividad y eficacia de las instituciones de
gobierno.
Volvamos a nuestro esquema, en
donde plantearemos lo correspondiente
a la dimensión política tradicional. Aquí
vemos que las dos grandes instituciones
políticas son el Partido Revolucionario
Institucional (
P R I
) y el presidencialismo,
las cuales fungen como articuladoras
centrales de la conducción de poder, un
poder que nos recuerda a las reflexio-
nes de F
O U C A U L T
, que hace la diferencia
entre la dictadura latinoamericana y la
“dictadura perfecta”; esto es, el ejercicio
de poder se vuelve menos espectacular,
pero se hace más efectivo por medios
de observación múltiple, en donde se
tiene certeza del castigo que se recibe
por ser anormal.
Por otro lado, se muestra una re-
lación de tensa negociación entre los
sectores productivos y el gobierno, en
donde éste no pierde centralidad; sin
embargo, los primeros obtienen tanto
como pueden. Destacan para el mo-
mento que analizamos los mecanismos
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de protección mediante aranceles y sub-
sidios.
Si bien no puede considerarse que
las instituciones de gobierno presenten
una gran eficiencia y efectividad, sí con-
tribuyen al mantenimiento de ese orden
que es tan preciado desde la perspectiva
política tradicional (J. G. March y Olsen,
1984).
En estos momentos las elecciones
son adecuadas porque representan una
especie de referéndum, lo que hay que
decidir es si se apoya o no al sistema
político.
En el tipo complejo se trata de un
gobierno dividido que no genera con-
sensos y en donde hay cuestionamien-
to a la propia legitimidad de la auto-
ridad, mirando de manera crítica sus
acciones.
Se pueden encontrar conductas de
electores volátiles, con poco compromi-
so partidista, y por supuesto, la exis-
tencia del voto nulo es una muestra la-
tente; existen diferencias considerables
sobre la forma en que debe conducirse
la nación.
Las instituciones políticas son some-
tidas a una presión importante por una
sociedad diferenciada que cuenta con
grupos pequeños y especializados que
pueden significar grandes contraposi-
ciones frente al gobierno.
Las elecciones dejan de ser funcio-
nales porque el sistema electoral repre-
senta una especie de camisa de fuerza,
porque ahora no se trata de dar una
respuesta afirmativa o negativa respec-
to del apoyo al sistema político, sino de
expresarse y cuestionarlo.
c) Social
Aquí en la etapa tradicional tenemos,
por un lado, una serie de representacio-
nes unificadoras, la mayor de ellas es la
propia Revolución Mexicana, y, por el
otro, un elemento latente, como la reli-
gión católica, unida a valores familiares
correspondientes; existe en buena me-
dida una posición autoritaria, en donde
difícilmente se considera a la alteridad;
estamos ante lazos fuertes con organi-
zaciones sociales débiles, en donde las
relaciones son clientelares.
Esta parte autoritaria hay que des-
tacarla porque, por otro lado, hay prác-
ticas de sumisión. Por ejemplo, vemos
en el país a los sectores productivos
oficializarse en sectores como lo fueron
la Confederación Nacional Campesina
(
C N C
), la Confederación de Trabajado-
res de México (
C T M
) y la Confederación
Nacional de Organizaciones Populares
(
C N O P
); así, quien pudiera por ejemplo
ser campesino y no ser miembro de la
C N C
, era complicada su inserción a las
posibilidades generadas en el sector.
Para la etapa compleja, las condi-
ciones son diferentes en temas como el
aborto y la homosexualidad, por citar
dos ejemplos que dan cuenta de las di-
ferenciaciones sociales que existen; no
se puede seguir apelando a la religión
católica como elemento articulador o
central.
En el ámbito electoral no deja de
llamar la atención el hecho de que la
efectividad de la compra y la coacción
del voto ha disminuido (véase Corne-
lius, 2002, p. 25; Schedler y Manríquez,
227
CRÓNICA POLÍTICA
2004);
7
una hipótesis por demás inte-
resante sería en el sentido de si el voto
nulo en algunas zonas pudiera repre-
sentar una salida ante presiones fuer-
tes por votar (véase Power y Roberts,
1995).
Las asociaciones cobran una impor-
tancia diferente, en donde se hacen evi-
dentes las contradicciones de la etapa
anterior; ahora se valoran las de tipo
voluntario por tener consecuencias fa-
vorables en términos sociales, puesto
que permiten la comunicación de ma-
nera horizontal (Warrent, 2001: 104).
Los procesos de identidad son me-
nores a los de diferenciación. Se gene-
ran espacios en los cuales el factor re-
ductor de la complejidad, en un primer
momento, sea el de inclusión, frente a
la exclusión; sin embargo, se trata de un
espejismo, porque el verdadero reto es la
integración de la sociedad sin tener los
elementos tradicionales para ello.
3. Elecciones, alternancia,
transición y democracia
A) El sentido de votar en México
Las elecciones son en esencia mecanis-
mos de designación de autoridades, y
por ello nada tienen que ver con la de-
mocracia; de esta manera, las elecciones
pueden ser competitivas o no, pero no
7
La experiencia propia como observador electoral en
2009 me sugiere que las personas siguen recibiendo
regalos y ofertas, pero se procesan de manera crítica
los compromisos que asumen; lo anterior en la mayoría
de los casos. No dejo de observar que sobre todo en las
zonas rurales y periféricas de las ciudades existe una
presión importante en el voto (C
O R N E L I U S
, 2002, p. 19).
por ello dejan de ser elecciones; éstas
son afirmaciones clásicas de S
A R T O R I
y
N
O H L E N
que se consideran adecuadas
para el presente texto.
Votar es un acto formal no delibera-
tivo en la tradición de la cultura política
del país. En la etapa de la Revolución
Mexicana se llegaba al poder y después
se hacían elecciones. Así, no deja de lla-
mar la atención la ley electoral de 1946,
en donde se quiere presentar un sistema
electoral y de partidos moderno en el
que el rasgo más importante es la cen-
tralización federal de las elecciones.
Estamos ante una sociedad tradicio-
nal que considera que el fraude patrióti-
co es una garantía junto a la quema del
principio de votar, frente a la necesidad
de consolidar la no reelección.
Se tiene lo que S
A R T O R I
denominara
un sistema de partido hegemónico en
donde el grupo en el poder no arriesga
los puestos importantes, sólo está dis-
puesto a otorgar ciertas concesiones;
nos encontramos en un clima de com-
petencia formal, no de competitividad
auténtica.
El clímax de lo anterior se podría ob-
servar en la elección de 1976, de donde
vendrá una reforma que buscará ampliar
los márgenes de juego para la oposición;
las elecciones de 1988 y 1994 marcarán
una etapa coyuntural no aprovechada,
en lo cual no me detendré.
La elección de 1997 da su mayor fru-
to en la pérdida del control de la Cámara
de Diputados por parte del
P R I
, y por su-
puesto en 2000 se da la alternancia en
la Presidencia de la República, lo cual
en su momento significó un parteaguas
228
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REVISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS JURÍDICAS DE PUEBLA
en el imaginario electoral, pero no tuvo
la importancia política, y menos social,
esperada.
Las instituciones electorales no na-
cieron de la nada; se han desarrollado
en una tensión difícil entre las presio-
nes internacionales, la sociedad y los
arreglos cupulares (Mény, 1996, p. 17);
se crearon a pesar de la presión de la
sociedad para resolver los problemas de
los partidos, principalmente. Eso explica
porqué no existen arreglos instituciona-
les deliberativos que ya se conocen per-
fectamente, o bien, en el claro ejemplo
de la reelección inmediata para diputa-
dos, el punto básico no es un principio
sino el control de los partidos sobre los
legisladores.
Las instituciones en la forma en que
se desempeñan no dan incentivos a los
partidos políticos para asumir una acti-
tud más responsable ante la ciudadanía,
porque siempre podrán echarle la culpa
a las primeras o, en todo caso, ante no
querer comprometerse, se puede recurrir
a estas mismas instancias para pedir lo
que ellos, cada uno en lo particular, no
están dispuestos a cumplir.
B) De votar en referéndum
a votar sin consensos
Regreso a la idea de que las elecciones
en la sociedad tradicional servían como
un referéndum, pero estas mismas pier-
den su funcionalidad cuando la socie-
dad se ha hecho más compleja y votar
implica un mecanismo rígido y simple,
en donde no es posible expresarse ni
interactuar; se puede alegar que eso es
en general en las elecciones, en lo cual
estoy de acuerdo, sin embargo, la idea
es que cuando la sociedad tiene condi-
ciones para discutir en otros ámbitos,
votar tiene una base social que le per-
mite contextualizar el valor relativo de
los comicios.
En nuestro caso no puede ser así,
puesto que sucede lo contrario. En mu-
chas ocasiones se llega a una elección
como el espacio privilegiado de discu-
sión en donde, por lo mismo de que se
trata de una competencia, no se dan
las condiciones adecuadas para dialo-
gar; así, por ejemplo, en la elección de
2006 se discutía mucho más que sólo
una elección presidencial; se puso en
juego una cultura política limitada,
en donde se hizo evidente la falta de
acuerdos sociales mínimos y la incapa-
cidad para generarlos en el corto plazo.
Por el contrario, se dio una polarización
significativa, lo que se agudizó por una
diferencia mínima entre los dos candi-
datos más votados en la elección presi-
dencial. No cabe duda que entonces se
pudo observar el límite de las institucio-
nes electorales si no van acompañadas
de elementos catalizadores (Negretto,
2009: 67).
No puede pasar desapercibido el he-
cho de que, de acuerdo con los resulta-
dos oficiales, el porcentaje de votación
ha venido disminuyendo desde que el
I F E
organiza las elecciones, lo cual abo-
na en la idea de que las elecciones tu-
vieron una expectativa tan alta que los
votantes de alguna manera han consi-
derado que votar electoralmente no tie-
ne una relación directa con la mejora
229
CRÓNICA POLÍTICA
de las condiciones del país, al menos
en la percepción general (Kostadinova y
Power, 2007: 371).
c) La alternancia sin cambio,
la transición difusa y el mito
de la democracia
Uno de los argumentos básicos del pre-
sente texto es que las elecciones no son
fundamento de la cultura política sino
consecuencia, a pesar de que se le ha
venido apostando desde diferentes vías
a que votar significa expresarse y decidir
en el ciudadano; de hecho, se le consi-
dera la prueba ideal de la ciudadanía.
A pesar de lo anterior, se vio cómo
la alternancia dio su lección más im-
portante en el sentido de que votar di-
ferente resuelve poco; así, la alternancia
se dio, pero la transición pareciera que,
si se dio, pasó sin darnos cuenta y el
momento coyuntural a aprovechar se
fue.
El problema es que la democracia
electoral se ha convertido en la fuen-
te de legitimidad de los gobiernos por
excelencia; el déficit mayor de esto es
creer que la representación es posible.
Debemos a Robert M
I C H E L S
el mayor
peso teórico en contra de la democracia
electoral, pues se pueden tener eleccio-
nes más o menos competidas, organiza-
das y arbitradas, pero si no tienen otro
sustento servirán de poco, y ese poco
estará sujeto a muchas presiones por su
incapacidad para atender a una socie-
dad compleja en un esquema formal.
4. El voto nulo en México
A) “Mis ideas no caben
en su urna”
8
Votar, por definición, es limitado más
allá de que las elecciones sean compe-
titivas o no, sería uno de los supuestos
de este ensayo, y por tanto sólo sirve en
contextos sociales más complejos de in-
teracción; así vimos que en la época de
sociedad tradicional votar era un acto
de fe si se hacía por el partido hegemó-
nico, pero mayor era ésta si se votaba
por la oposición. Nos recuerda Soledad
L
O A E Z A
que el Partido Acción Nacional
(
P A N
) se convirtió en el receptor del voto
de protesta (Bourdieu, 1999).
Desde entonces se notaba que el vo-
to se estaba comportando de una ma-
nera inadecuada: no se votaba por un
partido sino en contra de otro (Hernán-
dez Avendaño, 2009: 6). Se puede ar-
gumentar que eso sucede en todo país
desarrollado, sí, pero como estrategia o
ante una situación coyuntural, no de
manera permanente; porque como he-
mos visto varias veces en la historia de
México, cuando se dice no, el problema
es saber qué sí, y sobre todo que es más
fácil reunir opositores para la tarea con-
flictiva que colaboradores para la tarea
positiva.
Lo menos que alguien se puede cues-
tionar es para qué se vota, pues pareciera
en una lectura que el votante lleva las de
perder: su voto es anónimo, tiene poco
peso, no le permite mayor expresión y
8
Texto de un grafiti.
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en esencia legitima a la clase política
(cfr. Benoit, 2006: 463).
B) El voto nulo se destapó
Existe en la mitología mexicana la idea
del “tapado” para referirse al candidato
perfectamente guardado por su antece-
sor y que resulta ser ungido en el mo-
mento oportuno.
Otro de los supuestos de este tex-
to es que el voto nulo siempre estuvo
ahí y en 2009 se destapó, lo cual, sien-
do espectacular en la parte mediática,
puede ser visto como un hecho social
continuo.
El voto nulo, de acuerdo con el Có-
digo Federal de Instituciones y Proce-
dimientos Electorales (Cofipe), en su
artículo 274, se da cuando no se marca
alguno de los cuadros con los emblemas
de los partidos, o bien cuando, marcán-
dose dos o más, no exista coalición en-
tre ellos.
Se castiga así al que comete el error,
pero de nuevo legalmente no existe la
opción de votar así de manera inten-
cional, o bien en blanco, como una
forma de protesta pero respetando la
institucionalidad de las elecciones; esto
representa un problema porque lo que
está visto que representa una posición
electoral no tiene reconocimiento insti-
tucional formal.
En Francia existe esa posibilidad y
hasta el Partido Blanco se ha convertido
en protagonista de una elección (Lutz,
2005: 811).
Si se observa con detenimiento el
comportamiento del voto nulo, en las
elecciones anteriores a 2009 se puede
observar un patrón, no del todo níti-
do, en el cual aumenta en elecciones
intermedias y disminuye en elecciones
presidenciales; esto es, se trata de un
comportamiento coherente puesto que
para los latinoamericanos las elecciones
presidenciales tienen mayor peso que
las legislativas (o intermedias) (Negretto,
2009: 69); por tanto, se considera más
fácil utilizar el voto nulo en elecciones
de este último tipo (véase anexo 1).
Inclusive se puede apreciar que an-
tes de las elecciones organizadas por el
I F E
, se puede exponer la posibilidad del
voto nulo para quejarse de comicios con
un candidato único, o bien no anular
en una elección competida como la de
1988 (véase anexo 2).
El año 2009 se caracteriza por ser la
elección posterior a una en la cual se
discutió mucho, en donde el encono ge-
neró muchas expectativas de uno y otro
bando; el resultado fue agridulce para
los que ganaron y amargo para los que
perdieron. Estos últimos pareciera que
fueron los más decepcionados.
Votar y sobre todo la designación
del representante popular es un rito de
paso (Bourdieu, 1999) en donde mu-
chos aspectos quedan obviados y se lo-
gra un manto de legitimidad sobre un
hecho determinado; votar tiene poco
sentido práctico representativo no sólo
por las limitaciones intrínsecas de la
democracia en sentido clásico (Michels,
1962/2003: 1); la situación es que ve-
nimos de una preselección que poco se
discute, y que sin duda alguna el que
gana se lo lleva todo en una elección
presidencial o de gobernador y en caso
de que hubiese algo que repartir, no
231
CRÓNICA POLÍTICA
tiene proporción con la diferencia de
votos; el mejor ejemplo, sin duda, es la
elección de 2006.
Así, las instituciones pueden simpli-
ficar una situación: se asiste a votar, se
discute entre adversarios, se declara un
ganador; pero las circunstancias ahí es-
tán en su marco más amplio, ahí donde
las instituciones electorales ya no tienen
mucho que hacer y sin embargo requie-
ren de ese trabajo para su desempeño
de mediano y largo plazo.
Votar tiene poco sentido y ahora me-
nos, pareciera un pensamiento-senti-
miento de inicios de ese año, el proble-
ma es que entonces ¿de dónde vendrá
la solución?, y pareciera que no votar
tampoco nos beneficia en el sentido de
ejercer una ciudadanía responsable; so-
lución para la coyuntura: el voto nulo.
Lo anterior mucha gente lo pensó
antes de 2009, pero en ese año se des-
tapó por la clase intelectual; no obstan-
te, si uno mira el resultado apenas su-
perior al cinco por ciento, el vaso puede
mirarse medio lleno o medio vacío, un
porcentaje importante pero tampoco
tan alejado de anteriores elecciones.
Muchos consideran que los anterio-
res anulistas se equivocaban, pero en
defensa de lo contrario hay dos argu-
mentos: cómo equivocarse si en México
se tiene una forma de votar extremada-
mente simple y, segundo, porque mues-
tra un comportamiento cíclico.
Aunado a lo anterior, los que se iban
incorporando al padrón electoral eran
personas de 18 años con mayor grado
de escolaridad que el promedio de la
población, y sin embargo el hecho social
no varió; finalmente, alguien se puede
equivocar en la primera ocasión (1991),
pero no a lo largo de 6 elecciones fede-
rales con sus respectivas locales.
Se hicieron muchas suposiciones, en-
tre ellas que se trata de jóvenes urbanos
y afectos al Internet de clase media alta
(Alonso, 2010: 34).
C) Las instituciones electorales
soportan más de lo que pueden
aguantar
Si los razonamientos anteriores son co-
rrectos, entonces tenemos una situación
paradójica, pues se le ha apostado a las
instituciones electorales de una manera
sobredimensionada; así, aunque pase la
cantidad que sea de elecciones no se
podrá obtener mucho de ellas por sí
solas.
Reitero: si por definición votar y las
instituciones electorales son limitados
para darle cause a la expresión y cues-
tionamientos de la sociedad, siendo que
ésta se complejiza, entonces se las está
sobrecargando al darles un peso que no
pueden aguantar y sólo se logra que su
trabajo, siendo auxiliar pero importante,
se ponga en peligro; esto fue evidente
en la elección de 2009, pero ejemplos
locales hay al por mayor.
Si retomamos la idea de ese prisma
extraño que en la parte teórica se men-
cionó, entonces tenemos que las eleccio-
nes corresponden a la parte media para
arriba, esto es, requiere de una serie de
elementos políticos, sociales y econó-
micos para cumplir con su función; sin
embargo, al darse la sobrecarga men-
cionada se piensa incorrectamente que
puede ser al revés, que éstas nos den
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mejores condiciones políticas, sociales
y económicas.
Estas expectativas tan amplias tie-
nen vertientes diversas, por ejemplo:
1) Los recursos económicos destinados
a los institutos electorales, partidos
políticos y a los tribunales especiali-
zados del área.
2) El tiempo aire en medios de comu-
nicación masiva destinado al ámbito
electoral, que nadie duda se puede
destinar a múltiples tareas.
3) Se han hecho legislaciones por demás
importantes en materia electoral y
cada vez hay más gente especiali-
zada en temas electorales, que di-
fícilmente se corresponden con los
demás temas de interés nacional.
4) La democracia se ha convertido en
un fetiche en cada discurso político,
hasta el grado de que cuesta trabajo
entender su contenido.
5. A manera de conclusión
El voto nulo representa cómo las insti-
tuciones electorales formales se ven re-
basadas al no existir elementos actuales
que puedan responder a la compleji-
dad que se vive en México.
Las elecciones están cargando con
expectativas altas que no puede satis-
facer por su carácter limitado implícito;
así, poco se puede avanzar en una con-
tienda donde se decide un puesto que,
por supuesto, implica intereses particu-
lares importantes. Más allá de eso, votar
es un acto con pocas opciones y mínima
posibilidad de expresión.
Lo anterior es así, independiente-
mente de que las elecciones sean com-
petitivas o no.
Si las elecciones tienen una mayor
funcionalidad en países desarrollados es
porque éstas tienen tras de sí espacios
de deliberación diversos; por otro lado,
las propias instituciones moderan los
niveles de violencia.
La democracia electoral se ha con-
vertido en el punto de llegada de los
países subdesarrollados; con base en
ella se dan palmadas o se señala de ma-
nera inquisidora. El problema de fondo
es que se la trata como una institución
que es el proceso final (Douglas, 1986:
147).
Nadie puede dudar de las ventajas
de las elecciones vistas como proceso
intermedio que tiene bases sociales, po-
líticas y económicas, bajo pena de que
se convierta en un discurso que llame al
cinismo, en donde la vida cotidiana no
tiene que ver con tal declamación.
Es innegable que se requiere desa-
rrollar mecanismos que mejoren la re-
lación entre gobernantes y gobernados;
en el ámbito legislativo pareciera que
la reelección legislativa inmediata y la
iniciativa popular, vista como foro de
discusión, son aspectos a considerar. No
se puede dejar de observar la tensión de
estas soluciones con el modelo de bote
de basura (véase J. G. March y Olsen,
1984: 746).
Además de lo anterior, pareciera ne-
cesario valorar darle el reconocimiento
al voto nulo, quizá ahora blanco, para
ubicar a una posición que no se encuen-
tra conforme con las condiciones de la
elección pero que tiene una posición
233
CRÓNICA POLÍTICA
institucional; esto puede llegar a tener
efecto en la propia elección, o bien en
la asignación de prerrogativas.
Nadie puede negar la tensión que
hay entre la presentación y la efectivi-
dad del gobierno (cfr. Negretto, 2009:
63), pero mejor es reconocer que la di-
cotomía difícil de resolver será mejor
enfrentada cuando el valor de las elec-
ciones se relativice.
Hay que revisar por qué las agru-
paciones políticas nacionales no han
funcionado, y darles otra oportunidad;
habrá que pensar en más facilidades y
no tanto en dinero en general para la
sociedad.
Así, pareciera que son menos im-
portantes las elecciones como elemento
formal de designación que los meca-
nismos horizontales como las organi-
zaciones ciudadanas, los procesos de
rendición de cuentas y la transparencia
gubernamental (véase Fennema, 2005:
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