Con la presente colaboración
IUS
inicia formalmente una sección dedicada a temas del arte y
que ya había tenido su presentación en números anteriores. Lo hace de manera privilegiada
ya que el autor de las siguientes líneas es un prolijo y conocido autor mexicano. En la presen-
te contribución hace un análisis satírico de cómo en la era contemporánea de la tecnología
y el consumismo, el verdadero arte ha quedado reemplazado por la vacuidad y banalidad
etiquetada como arte y convertida en producto para satisfacer lo snob y el hedonismo del
habitante de la aldea global del siglo
XIX
***
With this collaboration
IUS
formally begins a section devoted to topics of art, section that
already had a presentation in the previous issue. It is a privileged as to have the following
lines written by a meticulous and well-known Mexican author. In this contribution makes a
satirical analysis of how in the contemporary era of technology and consumerism, the true
art has been replaced by the emptiness and banality labelled and turned into art product to
meet the snob and hedonism of the inhabitant of the nineteenth-century global village
***
M
INERVA
Bienvenidos los bárbaros,
no manden f
ores /
Welcome Barbarians, don’t
send F
owers
Pedro Ángel Palou
E
n su último libro Alessandro Baricco
hace una propuesta de diagnóstico
de la sociedad y la cultura contemporá-
neas que provoca escalofrío: los bárba-
ros lo han invadido todo, han minado
las fronteras y murallas de las ciudade-
las y han destruido las certezas sobre
las que vivíamos. Es más: vivimos una
época de transición hacia algo que es
imposible deF nir aún, pero que ya po-
demos vislumbrar y todos, sin excepción
—con diversos grados de evolución, es
cierto— somos ya mutantes de una nue-
va especie que ocupará nuestro lugar.
Para ser más exactos, Baricco aF rma
después de una larga argumentación su
tesis:
con la complicidad de una determi-
nada innovación tecnológica, un grupo
humano esencialmente alineado con el
modelo cultural del Imperio accede a un
gesto que le estaba vedado, lo lleva de
forma instintiva a una espectacularidad
más inmediata y a un universo lingüísti-
co moderno y consigue allí darle un to-
que comercial asombroso.
¿Cómo llega a ese diagnóstico? Me-
diante tres ejemplos, pero el lector una
vez que ha entendido la fórmula de aná-
lisis lo puede aplicar a cualquier forma
de la cultura contemporánea. Baricco lo
hace con el futbol, el vino y los libros.
315
316
IUS 24
|
INVIERNO
2009
REVISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS JURÍDICAS DE PUEBLA
Empecemos con el vino. Todos los
que me lean compartirán la idea: el
vino es un arte sof sticado y los gran-
des viñedos producen un elixir ref nado,
después de un largo proceso, que sólo
pueden apreciar —y comprar porque el
precio es exorbitante— unos cuantos
conocedores con el paladar y la nariz
entrenados. Estos mismos distinguen
sabor a Frutas de bosque, a madera o a
carbón y residuos minerales apenas con
un sorbo del líquido. Hasta que Robert
Moldavi de regreso de la Segunda Gue-
rra Mundial creyó que era un placer para
compartir masivamente y gracias al aire
acondicionado reprodujo —en barricas
de metal, qué sacrilegio— las condicio-
nes de Fermentación que le permitieron
producir a gran escala un vino que es
técnica, no arte y que por la cantidad de
botellas todos podemos consumir.
El siguiente problema —porque in-
cluso en un medio como el norteame-
ricano acostumbrado a las bebidas
espirituosas Moldavi agregó grados de
alcohol al vino— estaba en cómo elegir,
cómo distinguir. En el antiguo mundo
del vino el
conocedor reconoce
, si se me
permite el juego de palabras. Ahora el
consumidor tiene que saber cómo elegir
en un supermercado. Y para eso llegó
Robert Parker que sustituyó a una casta
de críticos sublimes del vino por una es-
cala de calif caciones. La revolución de
Parker Fue, primero, lingüística: tradujo
a un lenguaje accesible el hasta enton-
ces esotérico mundo de la enología y
luego, para simplif car más, colocó ca-
lif caciones.
Se imagina el lector que esto ya ocu-
rriera en el mundo del libro y en lugar
de ir a una librería a pedir a Proust uno
eligiera entre todos los libros que tienen
9.8 de promedio —unos diez, pongamos
por ejemplo— y se llevara a casa con
absoluta conf anza el mejor. Esto ocurre
ya con desparpajo en cualquier vinatería
de Nueva York, o en muchos restauran-
tes que reproducen la lista de Parker, y
uno pide un 8.0 o un 9.2, nunca más un
barbera, u otro cepaje, o un Petrus, por
elegir una marca de absoluta élite.
Se ha privilegiado a la técnica por la
belleza, al resultado por el proceso, al
eFecto Frente a la verdad. Y la inspiración,
el arte, ¡por Favor, eso es de otra época!
El resultado f nal: hoy todo mundo
consume vino, un vino resultón, ef caz,
no necesariamente maravilloso, o único.
Han triunFado los bárbaros.
¿Cómo se mueven, cómo actúan? Es
Fundamental comprenderlo para poder
entender en toda su dimensión lo que
nos ocurre en todos los campos del sa-
ber o de la cultura.
Hace tiempo que en el medio inte-
lectual —decía Ortega y Gasset que a él
lo libraran de los intelectuales, que pre-
Fería a los inteligentes— se escucha una
queja reiterada: ya nada es igual, los
bárbaros —el mercado, los conglomera-
dos, las grandes tendencias— han per-
vertido con su dinero y su masif cación
el orden de las cosas. Esto ocurre, para
nuestra tranquilidad, en todas las épo-
cas y en todos los lugares. Ya el
I-Ching
conFuciano alertaba sobre el ascenso de
los vulgares. La estupidez humana nos
rodea, escriben, y la vamos tolerando
de tal Forma que al f nal todos caemos
en ella, nos volvemos estúpidos gene-
ralizados.
Los medios electrónicos se han vuel-
to envases comunicacionales, vacíos
prácticamente de contenidos, recipien-
tes de una estupidez tras otra o si se
quiere mejor de una estupidez inf nita-
mente intercambiable (del
reality show
al programa de concursos e incluso del
noticiero al documental). Y sin embargo
el mundo virtual es el único en el que
parecemos existir hoy en día, el contac-
to con lo real, por evanescente y por
diFícil de interpretar, nos repele. Todo
lo queremos por
delivery
, entregado a
casa: las pizzas, la música que descarga-
mos, los videos que rentamos, los cana-
les que sólo nos sirven para un
zapping
perpetuo; el amor mismo con una chica
cuyo
perf
l
se asemeja al mío según al-
guna página de internet, las amistades
gracias a ±acebook. Hoy sólo necesita-
mos estar conectados. Y mientras más
conectados, menos relacionados.
El silencio y el horror al vacío vuel-
ven locos a los bárbaros y lo llenan con
balbuceos sin sentido, porque se ha
acabado el sentido mismo de f nal o de
f nalidad. Baricco, de nuevo, realiza el
diagnóstico con precisión: lo que con-
sumen los bárbaros son sólo secuencias
de sentido que producen movimiento,
secuencias de sentido cuyo sentido, sigo
con la misma palabra, ha sido generado
en otra parte. ¿Por qué Funcionan libros
como
El Código Da Vinci
o
Crepúsculo
o
Harry Potter
? Porque los códigos de
interpretación del libro —sus instruccio-
nes— están Fuera del libro. Si alguien
leía a ±aulkner necesitaba, literalmente,
toda la literatura para comprenderlo.
Con Stephanie Meyer no es necesario,
siquiera, haber leído un libro para com-
prenderla. De la misma manera en que
no se necesitan conocimientos de eno-
logía para comprender y paladear un
Cabernet de Robert Moldavi. ±uncionan
porque son libros que no son libros.
Después de la lápida que he dejado
en el párraFo anterior yo mismo necesito
un respiro. El libro es para los bárbaros
una Fuente de energía que proviene de
otras narraciones y desemboca en otras
narraciones, no en la literatura. La lite-
ratura y la cultura han muerto, y hay
que enterrarlas.
Otro tanto podríamos decir de los
museos. Nunca tanta gente los visitó
como ahora, van a ellos a tomar Fotos
—la FotograFía es otra Forma extendi-
da de sustitución del contacto con lo
real—, a comprar cultura. Los cuadros
no importan. La Mona Lisa, la Victo-
ria Alada o la Venus sustituyen toda la
cultura depositada en los miles de otros
cuadros y objetos inútiles para la guía o
el
tour
, si ponemos sólo como ejemplo
el Louvre. Y después la tiendita del mu-
seo —o las veinte tienditas, una en cada
piso, una después de cada
highlight—
,
donde me puedo llevar, empaquetada,
mi experiencia en Forma de camiseta,
paraguas, corbata o postal. Consumí el
museo, no lo experimenté, porque los
bárbaros no consumen realidades com-
pletas, todo en la cultura es un mero
pretexto para producir movimiento.
Ya nada tiene valor en sí, el valor es la
secuencia. No son libros, no son cuadros,
no son vinos, son segmentos de una se-
cuencia más amplia, escrita en los carac-
teres de la lengua del Imperio, que “a lo
mejor se ha generado en el cine, ha pa-
sado por una cancioncilla, ha desembar-
MINERVA
317
cado en televisión y se ha difundido en
internet”. Ya nada tiene valor en sí mismo,
lo único que tiene valor es la secuencia.
Y si no, pensemos en el fenómeno
de Susan Boyle, catapultada al estre-
llato no por el lugar en el que ocurrió
el fenómeno —un concurso de talentos
británico— sino por los millones de vi-
sitantes de
youtube
que la admiraron.
Ella, una simple, una bárbara, que no
había conocido el amor, que trabajaba
en una oF cina de correos, que era una
rechazada de la sociedad, cantaba —qué
oportuno—
Yo tuve un sueño
, un frag-
mento de una ópera musical de Brod-
way,
Los miserables
. No creo que al F nal
no haya ganado por no ser la mejor —lo
era— sino por no haber podido resistir
el peso de la fama mundial que la hizo
objeto, secuencia. Y la paradoja es que
toda secuencia es intercambiable, y por
ende falta de valor en sí misma, sólo
produce sentido porque produce movi-
miento, como una planta de luz.
SuperF cie en lugar de profundidad,
viajes en lugar de inmersiones, juego en
vez de sufrimiento. La forma de adqui-
rir experiencias se ha modiF cado para
siempre. Los bárbaros están de paso y
consumen aquello en donde pueden
entrar rápido y salir fácil. Entienden,
además, que habitar múltiples lugares
con una atención bastante baja y siem-
pre moviéndose —los bárbaros son nó-
madas— es lo que produce experiencia.
Dice Baricco: “Cada uno de nosotros
está donde está todo el resto del mun-
do. Es el único lugar que existe, dentro
de la corriente de la mutación donde
todo lo que conocemos lo llamamos
ci-
vilización
y todo lo que aún no tiene
nombre,
barbarie
. A diferencia de mu-
chos otros, yo pienso que se trata de un
magníF co lugar.”
Pero no lloremos, no nos rasguemos
las vestiduras. No hay alternativa. To-
dos somos mutantes, todos hemos sido
contagiados por los bárbaros. Y todo ha
sido contagiado por ellos —en mayor
o menor medida—. Éste es un mun-
do que evoluciona, como un ser vivo.
Lo importante no es quedarnos en la
nostalgia de un pasado que no volverá.
No: lo importante es decidir individual-
mente qué queremos llevarnos del pa-
sado a ese mundo nuevo que nos ataca
por todos lados, que nos cerca y al que
inevitablemente pertenecemos. Y si eso
que nos llevamos perdura no es porque
se siga pareciendo a lo que era antes de
la mutación, no: sobrevivirá sólo si pue-
de mutar exitosamente. Yo mismo, en
una comida reciente, he dejado de ser
escritor —y comía con mi editor—, para
pasar a ser un proveedor de contenidos.
Lo curioso es que otro editor, recien-
temente, me comentó que las primeras
páginas de mi última novela había que
modiF carlas porque eran muy literarias.
Y yo que creía que escribía literatura,
hasta ese día crucial en que me contem-
plé las escamas y las branquias detrás
de las orejas y me supe mutante.
Y supe, claro, que la literatura esta-
ba bien muerta y enterrada. No manden
± ores.
318
IUS 24
|
INVIERNO
2009
REVISTA DEL INSTITUTO DE CIENCIAS JURÍDICAS DE PUEBLA
***