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a sus encantos? ¿Lo admiramos o
desconfiamos por principio de él?
¿Lo deseamos o pensamos que es un
mal necesario? Eso, eso, tiene que
ver con una ideología.)
Y desde luego, la ideología de-
termina también las soluciones que
suponemos para los problemas que
plantea la vida social.
Así como no se puede hacer ra-
dio sin sonido o sin voz, ni televi-
sión sin imagen, ni prensa escrita
sin palabras y fotografías, tampo-
co se puede hacer periodismo sin
ideología.
L
OS
MEDIOS
Entonces todos, absolutamente to-
dos los medios, nos presentamos
ante la sociedad con una, otra, u
otra ideología: impuesta por el due-
ño o condensada en equipo; expre-
sa o tácita entre quienes elaboran
los contenidos del medio. Ejemplos
sobran: para citar uno,
La Jornada
es un periódico de izquierda y has-
ta ahí. Porque tener una ideología
de izquierda no significa necesaria-
mente ser perredista, o patriciamer-
cadista. Es más, muchas veces los
medios de izquierda son los críti-
cos más rigurosos y objetivos de los
partidos de izquierda.
H
ABILIDADES
O
MAÑAS
Pero otra cosa muy distinta es que
además de tener una ideología en
los términos en que la hemos defi-
D E B A T E
MEDIOS Y PODER POLÍTICO
Fernando Canales*
S
USTENTO
DE
LA
INTELIGENCIA
Hay quien afirma, como por decre-
to, que las ideologías han muerto. Y
no hay nada más falso: la ideología
es la mirada a través de la cual mi-
ramos al mundo, la herramienta a
través de la cual lo interpretamos,
el mecanismo mediante el que nos
insertamos en él. Y no podemos vi-
vir sin mirada, sin herramienta, sin
mecanismo.
Podrá pasar de moda una ideolo-
gía específica, podrá perder vigencia
tal o cual mirada del mundo; pero
el hecho de mirar, la ideología como
sustento de la inteligencia humana
estará siempre presente. En pocas
palabras, podremos cambiar de he-
rramientas a medida que pasan los
tiempos, pero no podemos vivir sin
herramientas.
La ideología de cada cual define
a su vez su concepto de justicia, de
pobreza, de política, de solidaridad,
de poder.
.. (Por cierto, y tiene que ver
con la ideología, ¿nos sometemos al
poder, o lo retamos?, ¿lo acotamos
y lo cuestionamos o nos rendimos
*El presente texto fue leído por su autor, director
de Noticiero Ultravisión de Noticias de Puebla
en la Jornada Científica Internacional “Eleccio-
nes y Estado en América Latina”, que se efectuó
en Puebla los días 30 y 31 de agosto, organizada
por el Instituto de Ciencias Jurídicas. Los títulos
son de la Redacción.
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nido arriba, se opte por un partido,
grupo o persona, es decir, simpati-
zar, representar, defender y promo-
ver no ya una visión del mundo,
sino la propuesta concreta de un
partido político, un grupo, o una
persona determinados.
Y esto, en principio, tampoco
debería asustarnos a no ser que in-
tervengan la hipocresía y la farsa.
Es decir, un medio, un noticiero, un
comunicador tiene todo el derecho
de ser priista, panista, perredista o
lo que le dé la gana, pero me parece
que debería decirlo abiertamente a
sus lectores, escuchas o pantallavi-
dentes.
A lo que me parece que no tiene
derecho es a fingirse abierto y de-
mocrático cuando, además de tener
una inevitable ideología, le hace
el trabajo a un partido, corriente o
candidato concreto. Y creo que un
medio no tiene derecho a hacer esto
por una simple razón: acuérdense
que somos comunicadores, de una
u otra manera tenemos ciertas ha-
bilidades (o ciertas mañas) que nos
han puesto aquí, frente al papel, el
micrófono o la cámara. Esas ha-
bilidades o mañas nos dan cierta
posibilidad de engañar o envol-
ver incautos. En otras palabras, la
llevamos robada, tenemos ciertas
ventajas sobre los demás primero,
porque disponemos del medio, y
segundo porque estamos concen-
trados y dedicados a él, cosa que
no hace el ama de casa, el obrero,
el profesionista, el empresario que
se ocupa de muchas otras cosas y
acude a nosotros para que le demos
la información que él o ella no son
capaces de captar simplemente por-
que no tienen tiempo.
É
TICA
Y
MIEDO
Y aquí surge entonces, otra palabra
clave: ética. ¿Tenemos los comuni-
cadores derecho a hacerle el trabajo
a un partido o grupo político o can-
didato? Sí. Y ejemplos abundan: en
Estados Unidos hay un sinnúmero
de periódicos, estaciones de radio o
canales de televisión que abierta-
mente dicen: “Yo, además de tener
una ideología, soy Republicano” o
“Yo, además de la consabida ideolo-
gía, soy Demócrata”. Pero en Méxi-
co todavía da mucho miedo decir
abiertamente que un medio, un dia-
rio, un noticiero o nosotros mismos
somos perredistas, priistas o panis-
tas. En el fondo, lo que les da miedo
a quienes están en esta situación es
que gane el otro y quedar mal con
el poder. Miedo a comprometerse o
a perder privilegios.
Cambio entonces la pregunta:
¿tenemos derecho los medios y/o
los comunicadores a ser panistas,
priistas o perredistas, pero no decir-
lo claramente a nuestros públicos?
Y cambia la respuesta: NO, porque
no es ético, NO porque en el fondo,
estaríamos engañando. NO, porque
dejaríamos de proponer para impo-
ner. Ocultar parte de la verdad, dis-
frazarla o disimularla es engañar.
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Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas
P
LURALIDAD
O
INVENCIÓN
Otra opción es la de los medios y
comunicadores que, teniendo una
ideología definida, no se casan
ni están al servicio de un partido,
candidato o grupo determinados.
Es más, como parte de esa ideo-
logía, creen en la pluralidad de la
sociedad. Medios y comunicadores
que se abren lo mismo a los par-
tidos que a las
ONG
, que dialogan
con y permiten dialogar lo mismo
a campesinos que a terratenientes,
a sindicatos obreros que a patrona-
les, a disidentes que a adaptados, a
mayorías y a minorías. Caben aquí
una anécdota y una pregunta: la
primera, es que en una ocasión un
señor secretario de Estado me dijo
que “Concho Colotla”, “Pascual” y
el movimiento de Tepeaca existían
porque Sergio Mastretta y yo los
habíamos inventado. ¿Se imaginan?
Ese hombre pensaba que no había
más voz ni más verdad que la ofi-
cial, es decir, la de él. Y la pregun-
ta: ¿alguien sabe cuántos medios en
Puebla entrevistaron a Lidia Cacho
después del 14 de febrero? ¿Cuántos
estuvieron dispuestos a escucharla
tanto a ella como al equipo del go-
bernador Mario Marín?
L
OS
CAMALEONES
Y hay, hasta donde yo percibo, una
posibilidad más, esa sí, indigna y
perniciosa: la del camaleón, la del
que tiene como única ideología el
dinero. Hay medios, aquí, entre no-
sotros, que un día amanecen panis-
tas, otro perredistas y otro priistas,
según quién pague más. Son capa-
ces de cualquier cosa; con habilidad
de comunicadores y experiencia de
años, pasan por la vida empinados
en la cama del poder pero vestidos de
monjas ante el auditorio o el lector.
No lo invento, los he visto ha-
cerlo. Y los he visto escribir lo que
el poder les ordena, destruir lo que
les viene en gana, y a la semana
olvidar el tema porque ya no les pa-
gan para que sigan pegando.
Lo trágico es que cambian tan
rápido, se venden tan fácilmente,
se hacen pasar por plurales como la
prostituta que en una sola noche se
acuesta con el empresario y con el
albañil, con el perfumado o con el
pustuloso con tal que paguen. No,
lo suyo no es pluralidad ni apertura.
Es dinero venga de quien venga.
U
N
PODER
DESDE
ABAJO
¿Cómo distinguirlos entonces?
¿Cómo clasificarlos para elegir al
que más nos guste? ¿Cómo saber
quién nos engaña y quién no?
Veo sólo dos opciones.
La primera, la que menos me
gusta, abarca sólo al radio y la tele-
visión y requiere la intervención del
Estado. Abarca a estos medios por-
que son concesionados y requieren
la intervención del Estado porque es
el Estado quien los concesiona.
Si se revisara el cumplimiento
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del marco legal que rige a las es-
taciones de radio y televisión des-
cubriríamos que muchas de ellas
no cumplen con los compromisos
mínimos que asumieron por ley al
recibir la concesión y descubriría-
mos que, casualmente, suelen ser
los que más se prostituyen, los que
más engañan. Pero ¿quién va a ser
el guapo que les retire las conce-
siones? ¿Fox? ¿El mismo Fox, al
que en campaña le cobraban por un
spot tres, cuatro o cinco veces más
que a Labastida pero que al llegar
al poder pactó con ellos y acabó
promulgándoles una ley anticons-
titucional y a modo y llenándolos
de dinero más que cualquier priista
para quedar bien con ellos? No, Fox
no lo hizo y no lo va hacer.
¿Quién? ¿Nuestros políticos a
los que chantajean, golpean y ca-
lumnian por dinero pero que aca-
ban pagando ellos mismos para
que dejen de pegarles y chanta-
jearlos? No, ninguno de ellos va a
tener los arrestos de no comprarles
publicidad porque le tienen miedo
precisamente al chantaje y, por lo
tanto son sus primeras víctimas?
¿O no?
¿Entonces quién? ¿Un presiden-
te de izquierda, si llega, para que
lo llamen dictador, represor y acabe
confrontado no sólo con uno o dos
o con diez medios, sino con todos
los que saben que tienen cola que
les pisen? ¿Para que le hagan una
campaña en contra como ya se la
están haciendo?
Y no nos hagamos tontos: el
gobernador, el presidente muni-
cipal, los directores de comunica-
ción social, los diputados oficiales
y de oposición, los senadores y los
candidatos de todos los partidos,
los empresarios, los comerciantes,
saben de qué y de quiénes estamos
hablando, pero por conveniencia o
por miedo siguen, en el mejor de los
casos, patrocinándolos con publici-
dad; en el peor, untándoles genero-
samente la mano.
La otra opción para limpiar el
local es más larga pero más noble
y más segura. Consiste, diría yo, en
construir, poco a poco, un país de
ciudadanos, en vez de vasallos. Un
país de hombres y mujeres críticos,
ilustrados, libres, que no se vayan
con el engaño, que con su opinión
pública vayan sustituyendo a la
opinión publicada por dinero, por
canonjías, por privilegios o por co-
bardía. Ciudadanos que se articulen
para llenar los espacios y propon-
gan los temas, las agendas.
Y entonces sí, con un poder que
venga desde abajo, desde los ciu-
dadanos escuchas y televidentes, el
Estado tendrá el suficiente sustento
para impedir el juego sucio, ilegal,
y revisar, por fin, quién o quiénes
deben tener, por cuánto tiempo, en
qué condiciones, las concesiones de
radio y televisión.
Por si alguien no se ha dado cuen-
ta, no critico a la crítica, no critico
a la toma de posiciones ideológicas
o a las preferencias partidistas, no
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critico a la diversidad de puntos de
vista, no critico a la pluralidad, no
critico a los que piensan diferente
de lo que pienso yo.
Critico, sí, a la prostitución, a la
farsa y al chantaje. Critico al traba-
jo sucio que muchos comunicadores
están haciendo hoy para preservar
canonjías. Critico a quien engaña
por dinero.
L
A
MISMA
PIEDRA
En México presumimos de haber
realizado una transición democrá-
tica sin sobresaltos en el año 2000.
En realidad confundimos alternan-
cia con transición. Estamos empan-
tanados en un conflicto poselectoral
sin precedentes en el 2006. Inde-
pendientemente de preferencias
electorales, debemos reconocer las
causas de la crisis para evitar tro-
pezar otra vez con la misma piedra.
Y las causas son evidentes: diputa-
dos y senadores que durante diez
años prácticamente no tocaron el
COFIPE
(excepto para el voto en el
extranjero); poca claridad en la
elección de los representantes del
IFE
que, de ciudadanos pasaron a ser
posiciones de partido; injerencia de
los organismos cúpula de la inicia-
tiva privada en la compra de spots
publicitarios, lo que está prohibi-
do por la ley, ante el silencio y la
inoperancia del
IFE
; la confusión in-
formativa del propio
IFE
; los insul-
tantes gastos de campaña que los
diputados autorizan para sus pro-
pios partidos y que resultan ofensi-
vos para un país con una población
pobre, como el nuestro; la injeren-
cia del presidente de la República
en el proceso electoral denostando
permanentemente a uno de los can-
didatos; las campañas de descrédito
—no de propuesta— que polarizaron
a la sociedad convirtiendo no sólo a
López Obrador sino, indirectamen-
te, a sus seguidores y simpatizan-
tes en un “peligro” para México;
un nuevo elemento que, si bien
no incide aún en la gran mayoría
de los electores, vive en el paraíso
del anonimato: me refiero a inter-
net, a través de la cual se enviaron
millones de mensajes de todo tipo,
algunos de ellos emanados de la
presidencia de la República y/o sus
dependencias, sin que exista abso-
lutamente ninguna regulación legal
ni ética; la promulgación, con el
obvio beneplácito presidencial, de
una ley de medios claramente favo-
rable a las grandes cadenas, las que
no sólo absorben la mayor parte de
los presupuestos electorales sino
que inciden de manera abrumadora
en la opinión ciudadana; la obse-
sión evidente de la presidencia por
atajar la carrera de AMLO con un
desafuero que, si era legal fue ile-
galmente frenado o si era ilegal se
convirtió entonces en un frustrado
capricho personal de los grupos de
poder, empezando por el presidente
de la República, y una larga serie
de factores más que no sé si den la
razón a la Coalición por el Bien de
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IUS
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Invierno 2006 - 2007
Todos, pero ciertamente le dan el
pretexto, el motivo, para poner en
tela de duda buena parte del proce-
so electoral.
T
ERCERA
LLAMADA
Para terminar, no me conformo con
las definiciones habituales, pero
parciales, de democracia. Equili-
brio de poderes, rendición de cuen-
tas, igualdad de todos y cada uno
ante la ley, son algunos de sus ele-
mentos constitutivos que, o no se
cumplen, o se cumplen de manera
muy deficiente. Pero centrémonos
en uno solo de estos componentes
de la democracia: la participación.
Tendríamos sólo con este tema ma-
teria para muchas charlas y muchas
discusiones. Baste esbozar que en
México la participación real en la
riqueza económica está vedada a
más de 50 millones de ciudadanos
mientras buena parte del Producto
Interno Bruto se concentra en unas
cuantas manos (casi el 50% de la
riqueza nacional en sólo 10% de la
población); la participación de la
iniciativa empresarial se ve limitada
por los grandes grupos de poder que
literalmente aplastan la gran mayo-
ría de las opciones emprendedoras
(desde las tortillerías —aunque se
asombren— hasta los medios de co-
municación son ejemplos válidos);
la participación política sigue sujeta
al control informativo de dos gran-
des cadenas televisivas y a grupos
de radio que cubren prácticamente
todo el país y responden a fuertes
intereses de concesionarios y accio-
nistas y, finalmente la participación
en la cultura, que desarrolla una
percepción más clara de la realidad
y afina el sentido crítico de la so-
ciedad pero que también es ajena
a la mayor parte de los mexicanos,
provoca que éstos normen en gran
medida sus criterios valorales, po-
líticos y de consumo, sus modelos
de conducta y su percepción de la
realidad a través de spots de 30 se-
gundos, carentes de cualquier tipo
de análisis.
Nos falta, pues, mucho camino
que recorrer y muchos esfuerzos
que realizar si queremos llamarnos
una sociedad verdaderamente de-
mocrática y, por tanto, participati-
va en todos los rubros de la riqueza
nacional (riqueza económica, polí-
tica y cultural) y no estoy seguro
que los grupos minoritarios que hoy
disfrutan de los privilegios políti-
cos, económicos y culturales estén
dispuestos a ceder sus espacios para
alcanzar una democracia verdadera
y una sociedad más justa.
Por eso, más allá de Marcos en
1994 (primera llamada) o de López
Obrador en 2006 (segunda llamada),
prescindiendo de líderes y caudillos,
el problema de la justicia persiste en
el país. Mientras no lo resolvamos
de fondo, no podremos hablar de
una verdadera democracia. Espero
de todo corazón que la tercera lla-
mada no nos pille con los dedos en
la puerta.