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106
Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas
VOTO NULO, ¿ERROR O INTENCIÓN?
(UNA PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN)
Mtro. José Luis Mendoza Tablero*
S
UMARIO
I
NTRODUCCIÓN
I
. P
ROBLEMA
II
. C
ONCEPTOS
III
. A
NEXOS
R
EFERENCIAS
I
NTRODUCCIÓN
En la tradición democrática electoral se considera al voto como una de las
más importantes formas de participación política que tiene un ciudadano.
Con el voto se decide por una opción que, ya sea por el candidato, el par-
tido o ambos cumplen con la expectativa de gobierno; sin embargo, desde
hace muchos años se considera por parte de muchos electores que es muy
difícil votar no por la falta de opciones, sino por considerarse que ninguno
de los contendientes es aceptable para votar por él y ante la situación mu-
chos ciudadanos justifican su abstencionismo, lo cual se ha convertido en
unos de los mayores retos de la democracia. Se buscan opciones y parece
que cada idea acentúa la convicción sobre la crisis de los partidos y si éstos
no han desaparecido es por que hasta ahora no se concibe a la democracia
sin partidos políticos (Sartori, 2000, 11): son el “mal necesario”.
En México la ampliación de formas electorales y el fortalecimiento de
la alternancia ha hecho del votante un actor complejo, protagónico y poco
conocido (Moreno, 2003, 11). Sin duda alguna tratar de entender el voto
con esquemas clásicos, como la elección racional, tiene sus problemas.
Para empezar porque están pensadas en contextos diferentes al de México
y su política y además porque en todo caso la conclusión sería que es más
racional no ir a votar que votar (Moreno, 2003, 136).
IUS
*
Profesor-Investigador de las licenciaturas en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales del Insti-
tuto de Ciencias Jurídicas de Puebla A.C.
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IUS
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Invierno 2006 - 2007
I
. P
ROBLEMA
Estamos ante un sistema político limitado, en donde varios ejes de refe-
rencia se han trastocado sin que se puedan suplir todavía. El camino a
la democracia más allá de lo electoral parece muy complicado (Melucci,
2002, 17). Pareciera haber un consenso sobre que los medios pacíficos
(preferentemente institucionales) son los adecuados para resolver nuestros
problemas, sin embargo en la consolidación de esas instituciones los par-
tidos políticos parecieran tener un papel cuestionado y con acciones muy
debajo de lo esperado.
Así, reviste importancia avocarse a lograr un mejor entendimiento entre
los partidos políticos y los ciudadanos. La forma tradicional es el voto en
las elecciones, en donde surge el problema del abstencionismo; pareciera
que de manera paralela se desarrolla otro escenario: el voto nulo.
Esto significa que no sólo existe gente que no quiere participar en
una elección, sino además hay otra que equivocándose o con intención
inutiliza su boleta electoral. El punto nodal del planteamiento general se
encuentra aquí: ¿las personas se equivocan o no, al realizar un voto nulo?
Y, sobre todo, estamos ante la situación de que el voto nulo no implica
una forma de votar con consecuencias, pues sólo se pasa a la estadística.
Probablemente traemos una inercia de considerar al voto nulo producto de
un error como posibilidad única, por eso se considera que la solución ya
ha sido dada desde hace mucho tiempo (Loaeza, 1999, 558).
El problema es que mucha gente considera que los partidos no tienen
su confianza y sin embargo no quiere dejar de ejercer su derecho de votar.
¿Qué hacer? ¿Y si se hiciera una o varias marcas en la boleta electoral con
el fin de inutilizarla y mandar así entre otros mensajes el de soy un ciuda-
dano consciente, pero estos partidos no reúnen mis expectativas?
De ser cierto lo anterior, se está ante un problema serio, porque lo que
se consideró como la salida para un error del votante, se pasó a ignorar
una forma de expresión.
En algunos países se cuentan los votos nulos dentro de la votación váli-
da para efectos de asignaciones de prerrogativas a los partidos o bien para
saber si un partido superó el umbral o barrera legal; en el caso de México,
de la votación total se descuentan los votos nulos, los votos en blanco y
los votos por candidatos independientes no registrados, para sacar la vo-
tación válida (Código, 2003, art.12), además de los votos de los partidos
que no superaron la barrera electoral, la cual es del 2%.
108
Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas
No obstante, no existe formalmente la aceptación en los sistemas elec-
torales sobre que un voto nulo sea una forma de votar. Aclaro: se establece
la hipótesis como una forma de votar, pero digamos que “no cuenta”, no
se comete un delito o infracción por anular el voto; de hecho se prevé la
situación pero no tiene efecto sobre los resultados en la ratificación de
registros electorales, determinación de montos económicos para partidos
políticos, etcétera.
En México, como en muchas otras partes del mundo, el número de
votos nulos no es despreciable: no se trata de uno que otro despistado o
bromista; por el contrario, se trata de un porcentaje que está rondando el
4%, es decir, es mucho más que los votos que reúnen varios partidos y
sería suficiente para superar el umbral electoral y mantener un registro,
esto sin que se gaste en su promoción (ver cuadros anexos).
De esta manera se abre un espacio mínimamente analizado: las impli-
caciones recientes del voto nulo y su potencial de uso alternativo en las
votaciones.
II
. C
ONCEPTOS
El voto nulo
En este orden de ideas surge el concepto de voto nulo. Éste ha servido para
designar el voto que ante una marca de votación en la boleta electoral, no
queda clara la intención partidista, esto es: se marcó más de una opción
electoral, se invadió el espacio de otro partido de manera importante, o
bien se hizo una marca equivocada y se trató de enmendar el error con una
segunda seña (se resbaló el marcador, etc.). En fin, ante la imposibilidad
de determinar a quién adjudicar el voto, se le declara nulo. La ley federal
hace esta referencia al voto nulo: “.
.. 2. Se entiende por voto nulo aquel
expresado por un elector en una boleta que depositó en la urna, pero que
no marcó un solo cuadro en el que se contenga el emblema de un partido
político, el de una coalición o el de los emblemas de los partidos coaliga-
dos…” (Código, 2003, art. 227).
Se ha considerado que de esta manera se llega a una solución justa,
se pierde una intención de voto, pero no se corre el riesgo de asignarla
equivocadamente, además de que una boleta podría suscitar una polémi-
ca, que no correspondería al peso electoral que tiene en una casilla, por
ejemplo.
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IUS
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Invierno 2006 - 2007
Partidos políticos
Los partidos políticos son unas de las instituciones más importantes de la
democracia, elemento que se considera esencial en el paradigma actual de
gobierno. Los partidos tienen un desarrollo ligado a la extensión de sufra-
gio popular, a las prerrogativas parlamentarias (Duverger, 2002, 15), sin lo
cual no se puede entender la democracia representativa.
Así podríamos entender por partido político a un “grupo político iden-
tificado por una etiqueta oficial que [se] presenta a elecciones, y que
puede sacar en elecciones [
sic
] libres o no candidatos a cargos públicos”
(Sartori, 2000, 89).
Marco teórico
Pensando en el voto nulo como una expresión de cultura política, existen
por lo menos cuatro perspectivas de la misma: culturalista, identidad,
político electoral y actores sociales (Krotz, 2002), de las cuales el enfoque
político electoral y de actores políticos son, según considero, más impor-
tantes para el desarrollo del presente proyecto.
En México no hubo mucho espacio para el debate intelectual, ya que el
sistema político estaba dominado por un partido en el aspecto electoral y
las “reformas políticas” se convirtieron en discurso (aun así, destaca la de
1977). De manera reciente, sobre todo después de las elecciones federales
de 1988, se inicia la inquietud por los estudios de opinión, las encuestas,
conteos, mapas electorales, monitoreos, diseños de campañas políticas, etc.
Así se busca entender la razón de los votos emitidos y la posible correla-
ción entre el voto y determinadas características de la población (Krotz,
2002, 19-20).
Está por demás decir que la participación política en esta corriente tiene
que ver principalmente con el día de la elección; para ello se muestran
estudios como el de Silvia Gómez Tagle (1998),
Participación ciudadana
y democracia posible
; Víctor Manuel Reynoso y Jorge Santibáñez (1991),
Preferencias electorales y elementos de cultura política en los ciudadanos
hermosillenses
; y Víctor Alejandro Espinoza Valle (Coord.) (2000),
Alter-
nancia y transición política
. En estos trabajos se hacen estudios a partir
de tendencias, mapeos regionales y participación política electoral, prin-
cipalmente.
Existen trabajos de mayor enfoque teórico que tratan de establecer
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Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas
normas de conducta en un ámbito de mayor abstracción; por ejemplo:
Jorge Alonso (1994)
Partidos y cultura política
y Soledad Loaeza (1999b)
El Partido Acción Nacional: la larga marcha, 1939-1994. Oposición leal y
partido de protesta
; en estos casos se rescata la dimensión histórica y los
componentes generales de la participación política.
Actores sociales
La corriente de actores sociales es relativamente moderna, esto tiene que
ver con el hecho de que los estudios de participación política estuvieron
relacionados a las instituciones y no a los individuos (Krotz, 2002, 15).
Los inicios de esta corriente tienen que darse contra el enorme peso del
Estado como ente político central; así se tiene que los campesinos fueron
considerados una masa homogénea pasiva y víctima de las relaciones
entre las élites. Se puede encontrar un análisis por demás interesante en
la obra de Arturo Warman (2001), en donde explica cómo es que el sector
campesino, eje de las luchas sociales hasta el inicio del siglo
XX
, es subor-
dinado al desarrollo industrial para terminar convirtiéndose en un lastre
ante una nueva perspectiva de políticas de gobierno.
En todo caso, los obreros se han analizado como parte estructural del
sistema político (Zapata, 2003), en la parte histórica y con una tendencia
hacia el conflicto de clases, pero muy poco desde la perspectiva de la cul-
tura política proletaria, aunque destacan: Juan Luis Sariego (1985),
Com-
portamiento político y acción sindical
; Raúl Nieto (1994),
Cultura política
y clase obrera
, Luis Regaydas Robles Gil (1998)
Estereotipos rotos: debate
sobre la cultura laboral mexicana
. En estos y otros trabajos se muestra
de una manera más clara el sector obrero en perspectiva de participación
política.
Entrando en lo que se refiere específicamente a la participación política,
en esta perspectiva destacan los estudios de Wayne A. Cornelius (1975) en
la década de los setenta, en zonas populares de la ciudad de México. Para
entonces el concepto de cultura, enfocado a la participación política había
tomado un marco más grande y así se podía entender la participación en
actividades no nada más dirigidas al gobierno, sino principalmente hacia
la distribución de los bienes existentes en la comunidad. Generalmente tie-
nen que ver con quién obtiene qué
dentro
de la comunidad donde habita, y
por lo tanto puede ser considerada como política (Cornelius, 1975, 74-75).
Como se puede observar, el concepto de participación política ya no tiene
111
IUS
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lugar sólo en el gobierno, ni es exclusivamente para afectar las decisiones
del gobierno, sino que tiene una concepción más funcionalista, una de las
principales críticas que se hace al autor.
La investigación de Carlos Salinas de Gortari (1992) en la segunda
mitad de la década de los setenta, sobre producción rural y participación
política en una región de Puebla y Tlaxcala, en donde busca entender la
relación entre subsidios y apoyo al sistema político, tiene una concepción
parecida a la de Cornelius, sólo que enfatiza el valor del liderazgo: “La
presencia del liderazgo como elemento orientador del impacto sobre la
participación [política.
..] define y en algunos casos modifica la influencia
de las variables personales y contextuales.
..” (Salinas,1992, 322), por lo
cual el avance a pesar de ser significativo porque ataca la creencia en
materia rural de voto-subsidio, se puede considerar una derivación del
concepto de participación política empleado por Cornelius; de hecho el
trabajo de campo es planteado a partir de este último, que además figuró
como su asesor de tesis.
Existe un trabajo de Soledad Loaeza,
Clases medias y políticas en Méxi-
co
(1999a), en donde estudia el conflicto entre las clases medias y el Estado
a partir de modificaciones sustanciales en el modelo educativo, como es
el caso de los libros de texto gratuitos, pero obligatorios; aquí se puede
entender la participación política en momentos de coyuntura, con su res-
pectivo impacto en el equilibrio del sistema político. La autora considera
que “algunos actores sociales logran en ocasiones imponer su presencia en
el sistema político, explotando las condicionantes coyunturales que pesan
sobre su estabilidad.
..” (Loaeza, 1999a, 402). Este enfoque es por demás
interesante para ver la relación que existe entre educación, clases medias
y sistema político; para esta investigación se recupera esta importancia
dentro del marco general.
Manuel Durand Ponte (1997), desarrolla el tema de la cultura política
en los estudiantes de la
UNAM
, en donde se rescata la perspectiva de siste-
mas para hablar de cultura política en general y de ahí pasa a considerar
la participación política como la “actividad mediante la que los ciudadanos
pretenden influir en la elaboración de las decisiones políticas, en la selec-
ción de los responsables y en las acciones de éstos” (1997, 45).
También se debe rescatar en esta corriente a Alberto Melucci (1999),
el cual ha venido revisando los enfoques teóricos y tiene una posición
respetada sobre la acción colectiva y los movimientos sociales; junto el
anterior autor está Sydney Tarrow (1997), que también desarrolla la idea
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Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas
sobre los movimientos feministas, ecologistas, etc., tratando de interpretar
qué es lo que lleva a la gente determinada a realizar determinadas acciones
de carácter colectivo.
Preguntas de investigación
Lo anterior debería plantear una gran cantidad de interrogantes a las cua-
les responder, pero creo que en un primer momento los cuestionamientos
que se deberían hacer son:
— ¿Los votos nulos siguen teniendo como causa principal un error en
el votante?
— En caso de que exista una intención importante de anular el voto,
¿cuál es la relación entre esa intención y los votos nulos por error?
— ¿El voto nulo podría significar una forma alternativa de votar?
Se podrían hacer otras preguntas, de segundo nivel:
— ¿El índice de voto nulo es diferente en zonas rurales que en zonas
urbanas?
— ¿El índice de voto nulo es diferente en elecciones federales y estatales;
por otro lado, en elecciones presidenciales respecto de las intermedias?
Estas preguntas si bien parecen pertinentes, todavía existiría un gran
campo teórico por desarrollar, por ejemplo, el grado de solidaridad en el
voto nulo o bien la atomización de una decisión como ésta (Melucci, 2002,
49). Uno tendría que preguntarse: ¿cuáles son los elementos que permiten
explicar que una persona haga algo que no será tomado en cuenta?
Es un esquema totalmente diferente: se tendría que analizar las tenden-
cias que tiene el voto nulo y considerar si se maneja por ciclos (referidos
a qué) o tiene una tendencia a la baja o a la alza.
Metodología
En términos metodológicos, la primera complicación salta a la vista: ¿cómo
distinguir en una boleta electoral, un voto nulo por error o por intención?
Para esto se pueden considerar una serie de hipótesis:
— Si la marca en la boleta abarca principalmente a un partido, aunque
ese voto se haya anulado debe considerarse que fue un error lo que pro-
vocó su anulación.
— Si la marca es lo bastante grande como para abarcar más de dos
partidos debe considerarse una intención, de la misma manera que si se
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hicieren marcas en más de dos partidos políticos.
— Si se escribe algo diferente a un candidato independiente, debe con-
siderarse una intención de anular.
— El voto en blanco pudiera significar en sistemas electorales con re-
glas fáciles de votar (es el caso de México) la intención de anular (Nohlen,
2004, 66), pero ésta es la hipótesis más débil. Habría tal vez que plantearse
las diferencias entre voto nulo y voto en blanco.
1
Aun con lo anterior, se tendría que hacer una inspección directa en las
boletas de una elección, para con una prueba piloto determinar para ese
caso, las principales modalidades de voto nulo y hacer una clasificación;
de esta manera se podría avanzar en las hipótesis de valoración que se
mencionaron.
Aquí se presenta un problema práctico, puesto que las boletas una vez
que se ha emitido el voto y se han incorporado a la papelería electoral, no
pueden ser revisadas excepto en caso de impugnaciones que hicieran ne-
cesario el conteo manual, de otra manera el material es destruido (Código,
2003, art. 254).
La situación se podría resolver con medios indirectos. Por ejemplo, las
encuestas de salida que hacen empresas privadas son bastante confiables;
sin embargo, es difícil pensar en que alguien diga que se equivocó al votar
(tal vez ni siquiera lo sabe, en todo caso). Quien dijera que anuló el voto
tendría que considerarse intencional, con lo cual la distinción entre error e
intención se perdería y en todo caso sería preferible revisar los resultados
oficiales.
Otra opción sería analizar las encuestas que se hacen mediante simu-
lación de voto, en las cuales se pide a los electores que voten en una urna
para efectos estadísticos de la misma manera que lo hicieron en la votación
formal. Una vez más sería difícil pensar en una equivocación doble; en
todo caso, quien anula lo hace con intención.
Parece ser que sólo queda la opción de hacer un trabajo de equipo para
incorporarlo como observador electoral en varias casillas el día de una
elección y sacar un reporte específico sobre votos nulos, intencionales o
por error de acuerdo a los criterios descritos, los cuales tendrán que afinar-
se porque el procedimiento se puede hacer en pocas oportunidades y re-
quiere de un gran número de personas para dar resultados significativos.
También sería viable hacer un encuesta y en los casos de personas que
1
Situación que en este espacio no se realizará, por interesante que pudiera parecer, para no dispersar
los elementos del artículo.
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Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas
digan que anulan su voto, desarrollar un serie específica de preguntas con
mayor profundidad.
En todo caso, queda el recurso de revisar los resultados electorales que
sí están disponibles para todo el país y con cierto nivel de desagregación.
Después está la posibilidad de comparar situaciones con otros países, con
lo cual se podría hacer una referencia general, situación que considero por
el momento más importante a fin de hacer un trabajo exploratorio que
defina en algunas de las primeras preguntas de investigación.
Importancia
De nuevo se destaca la importancia en el número de votos nulos en una
elección. No es posible seguir dando la espalda a lo que parece ser una
expresión ciudadana legítima, pacífica y además callada, siendo este últi-
mo elemento por demás interesante, puesto que muchas veces se pretende
encontrar campos de investigación en lo espectacular o extraordinario,
cuando muy probablemente lo que más interesa a la sociedad esté en lo
cotidiano y que por tanto es más difícil de observar (Melucci, 2002, 163).
De esta manera deben saltar una gran cantidad de opciones sobre qué
hacer con el voto nulo. Pareciera que lo primero es reconocer la impor-
tancia que tiene. Que se puede contraponer a la abstención de una manera
muy superior: el que anula es alguien que está ejerciendo sus derechos y
que piensa que no se le toma en cuenta, aunque todavía así dedica tiempo
e intención para ir a expresar de una manera pacífica lo que piensa. Esto
es muy superior a no ir a votar, porque se puede deber a la falta de inte-
rés, desconocimiento de las funciones de una elección, incapacidad para
distinguir entre las opciones, etcétera.
Como segundo paso se podría buscar una aplicación concreta al voto
nulo; una idea sería considerar el monto de este tipo de votos como un
partido político, para efecto de prerrogativas; así los partidos políticos
propiamente dichos tendrían una competencia que revitalizaría la lucha
electoral. Las prerrogativas que en todo caso pudieran ganar los votos
nulos se podrían orientar a programas de participación política.
Se podría pensar que esto sería un reto para los partidos, porque podría
provocar una especie de voto de “odio” contra ellos; sin embargo, es mayor
el reto que tienen ante la indiferencia de los ciudadanos.
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IUS
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Invierno 2006 - 2007
Rescatando
El voto nulo: ¿error o intención? Es necesario entender las características
del voto nulo. Tenemos poca teoría al respecto, y superando dicha situa-
ción se podría fortalecer al voto nulo como una alternativa consistente de
voto, que busque dinamizar las competencias electorales donde el principal
problema es el abstencionismo y la incredulidad del ciudadano, abriendo
la necesidad ciudadana de formas nuevas de expresión.
De ser ciertas las posibilidades que se manejan, se echaría por tierra
muchas de las justificaciones para el abstencionismo, porque así bási-
camente se puede objetar que entonces se debe participar para anular y
mostrar una inconformidad.
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Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas
A
NEXOS
RESULTADOS ELECTORALES DE LAS ELECCIONES FEDERALES DE 1991-2003
DIPUTADOS FEDERALES - REPRESENTACIÓN PROPORCIONAL
Puebla
Votación
1991
%
Votación
1994
%
Votación
1997
%
Votación
2000
%
Votación
2003
%
1,208,887
100
1,451,512
100
1,285,464
100
1,713,900
100
1,159,471
100
PAN - Alianza
por el Cambio
171,120
14.16
371,882
25.62
318,728
24.79
680,877
39.73
384,835
33.19
PRI
802,436
66.38
727,608
50.13
602,278
46.85
716,845
41.83
512,915
44.24
PRD - Alianza
por México
52,824
4.37
191,843
13.22
224,301
17.45
218,780
12.77
88,255
7.61
Partido del
Trabajo
10,467
0.87
29,717
2.05
21,391
1.66
15,804
1.36
PVEM
13,108
1.08
17,563
1.21
46,502
3.62
68,734
5.93
Convergencia
24,802
2.14
Candidatos no
Registrados
527
0.04
1,440
0.10
355
0.03
676
0.04
936
0.08
Votos Nulos
57,244
4.74
67,783
4.67
49,000
3.81
47,001
2.74
44,948
3.88
117
IUS
|
Invierno 2006 - 2007
RESULTADOS ELECTORALES DE LAS ELECCIONES FEDERALES DE 1991-2003
DIPUTADOS FEDERALES - REPRESENTACIÓN PROPORCIONAL
Nota: Las cantidades parciales no suman el total, por lo que se quitó de los cuadros a partidos que no
tienen votación relevante a fin de hacer más clara la información.
Fuente:
IFE
, Resultados Electorales, 14 de febrero de 2006.
Resultados
Nacionales
Votación
1991
%
Votación
1994
%
Votación
1997
%
Votación
2000
%
Votación
2003
%
24,194,239
100
34,811,903
100
30,120,221
100
37,407,935
100
26,738,924
100
PAN - Alianza
por el Cambio
4,068,712
16.82
8,694,736
24.98
7,792,290
25.87 14,321,975 38.29
8,219,649
30.74
PRI
14,145,234 58.47 16,911,781 48.58 11,445,852 38.00 13,800,145 36.89
6,196,171
23.17
Alianza para
Todos
3,637,685
13.60
PRD - Alianza
por México
1,913,174
7.91
5,610,926
16.12
7,519,914
24.97
6,984,126
18.67
4,707,009
17.60
Partido del
Trabajo
260,266
1.08
899,440
2.58
756,436
2.51
642,290
2.40
PVEM
332,603
1.37
472,454
1.36
1,116,463
3.71
1,068,721
4.00
Convergencia
605,156
2.26
Candidatos
no Registrados
13,911
0.06
47,898
0.14
13,977
0.05
27,606
0.07
16,447
0.06
Votos Nulos
1,168,631
4.83
1,126,218
3.24
855,227
2.84
868,000
2.32
899,227
3.36
118
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